La soja es una leguminosa que constituye un ingrediente de gran valor debido a su alta cantidad de proteína, pero también a su calidad, ya que aporta varios aminoácidos esenciales, como la lisina o el triptófano, determinantes en la alimentación animal para que su desarrollo pueda darse correctamente. De la producción mundial de soja apenas el 6 % del haba entera se destina a alimentación humana. Esto se debe, principalmente, a la variedad y rentabilidad de los subproductos que se obtienen de su procesado y cuya producción se adapta bien a las necesidades del mercado. Los más utilizados: el aceite destinado a la producción de los mal llamados biocombustibles y alimentos industriales, o la harina y la torta de soja utilizadas en alimentación animal. La torta de soja, ingrediente más utilizado en la producción de piensos, representa por sí sola cerca del 70 % del uso de la soja en la industria, relegando el aporte de proteínas a través de fuentes tradicionales y autóctonas a un papel marginal: otras leguminosas representan un escaso 2,2% de las materias primas utilizadas en este sector en España.

España territorio estratégico

La importación masiva de soja a bajo precio, junto con la creciente producción de cereales, fuertemente subvencionados en Europa en detrimento de los cultivos proteicos, han determinado que la ganadería haya experimentado una evolución hacia un modelo intensivo a gran escala, basado en «macrogranjas». Este modelo productivo es altamente dependiente de insumos externos y la alimentación animal representa un alto porcentaje del coste (entre el 40%-60% según la especie), por lo que la industria de fabricación de piensos ha evolucionado paralelamente al crecimiento de la industria ganadera. España es un punto geográficamente estratégico para las empresas que importan soja desde el continente americano y molturan el haba en sus instalaciones españolas, para luego comercializar los subproductos a las empresas fabricantes de piensos y estas a su vez a las granjas industriales situadas en el territorio. España fue en 2018 la mayor productora de piensos compuestos de Europa con más de 24 millones de toneladas y junto a Francia y Alemania lidera la producción ganadera de la UE. En 2019 se produjeron más de 7 millones de toneladas de carne, muy por encima de los 2 millones de toneladas consumidos en los hogares españoles. Esta elevada producción de carne industrial no responde a criterios de seguridad alimentaria, sino a unas lógicas completamente mercantilistas. España se ha convertido en una maquila, donde se reciben grandes cantidades de materias primas extranjeras baratas, para ser transformada en productos de mayor valor, que son nuevamente exportados a terceros países, con los consiguientes impactos socioambientales a su paso, tanto en los lugares de cultivo de la soja, como en los territorios rurales ibéricos que concentran las «macrogranjas» industriales.