El 4 de febrero de 1888, miles de agricultores y mineros, acompañados de sus familias, tomaron las calles de Riotinto (Huelva) para reclamar la mejora de sus salarios, la reducción de sus jornadas de sol a sol y la prohibición de quemar el mineral al aire libre en las minas de cobre.

Teleras de calcinación de mineral en Riotinto (1892)

Los manifestantes salieron a la calle bajo pancartas en las que se podía leer «No más humos tóxicos», «Riotinto quiere respirar aire limpio» o «Teleras No» [1], protagonizando una protesta que también tuvo un marcado carácter social y laboral, ya que exigían mejoras salariales, como que no se descontaran los cuartos y medios jornales cuando no trabajan por culpa de «la manta», como popularmente era conocida la contaminación.

Núcleo urbano de Minas de Riotinto (1892)

Durante el desarrollo de las protestas nadie podía presagiar su desenlace, la gran cantidad de gente que participó en las mismas provocó que desde la compañía y las propias autoridades locales se pidiera ayuda al Gobernador Civil de Huelva, quien mandó hasta el lugar a soldados del ejército regular, quienes cargaron indiscriminadamente contra los manifestantes.

Soldados del Regimiento de Pavía dispararon una, dos, hasta tres cargas directas y a pocos metros. Luego, a bayoneta calada, remataron a la multitud que huía despavorida. Nunca se supo el número de muertos. Aunque oficialmente sólo se reconocieron 13 muertos y 48 heridos, se calcula que hubo una cifra cercana a los cien fallecidos.

En la memoria popular aquel dramático suceso quedó grabado como “El año de los tiros”.

Notas

[1] Sistema de calcinación del mineral al aire libre. El 28 de febrero de 1888, como consecuencia de los hechos, el gobierno publicó un decreto prohibiendo las calcinaciones al aire libre, pero el decreto no fue respetado y no mucho tiempo después fue derogado.