El incendio que asola la Sierra de la Culebra es una catástrofe anunciada. En lo que a esta provincia se refiere comenzó en enero, con el primer incendio del año en la Alta Sanabria. El aumento de las temperaturas –un mayo con temperaturas de agosto–, la escasez de lluvias en primavera, la aparición de virulentas tormentas secas acompañadas de fuertes vientos y en definitiva el cambio climático instalado entre nosotros reclaman una política antincendios adecuada y sobre todo urgente. No basta con que los políticos que nos gobiernan se llenen la boca hablando de la necesidad de hacer frente al cambio climático si por otro lado no ponen en marcha medidas que realmente protejan la biodiversidad y la supervivencia de nuestros montes. No olvidemos que los bosques son verdaderos sumideros de CO2.
Lo más apremiante ahora es iniciar la campaña contra los incendios el 1 de enero y finalizarla el 31 de diciembre, dotando en cada momento suficientemente de medios y personal a las brigadas, realizando el mantenimiento y limpieza de los bosques y, sobre todo, poniendo en marcha una política de gestión forestal real tanto a nivel de la Junta de Castilla y León como de los Ayuntamientos. Esto significa que no puede estar centrada exclusivamente en el lucro procedente de la explotación de la madera. Hay ayuntamientos de la Sierra de la Culebra cuyos ingresos por la madera alcanzan cifras relevantes, a pesar de la oscuridad de las cuentas, y de los más de 400.000 euros anuales que se cree que reciben algunos de ellos, no hay ni un solo euro que vaya encaminado a la protección del medio ambiente.
Para la reforestación de la Sierra de la Culebra, hace ochenta años, se eligieron pinos por su rápido crecimiento, que favorecía la formación de bosque para así frenar la erosión. Sin embargo, las condiciones climáticas han cambiado y los pinos debido a la resina de los troncos y las hojas aciculares secas que se acumulan bajo ellos se convierten en verdaderas teas. De poco sirven los cortafuegos cuando lo que crece a su lado son únicamente inmensas extensiones de pinos en lugar de otras especies como robles, castaños, encinas y alcornoques, mucho más resistentes a los incendios.
El motor de las repoblaciones no debe ser la rentabilidad económica, sino la regeneración del medio natural, tal y como aparece reflejado en el plan forestal vigente que preveía la implantación progresiva de especies resistentes al fuego.
El Plan forestal de Castilla y León preveía un presupuesto medio anual de 184 millones de euros. Este plan está reflejado en el Decreto 55/2002 de 11 de abril y tiene vigencia hasta 2029. Sin embargo, poco o nada se ha invertido verdaderamente en prevención. A la vista está que si la temporada de lucha contra los incendios durara todo el año resultaría muy rentable, tanto ecológica como económicamente, mantener cuadrillas de extinción que pudieran atajar los fuegos en fases iniciales.
Pero esto es incompatible con reducir los impuestos, tal como anuncian los responsables políticos de la Junta, y con dotar los servicios suficientemente con medios económicos para que sean dignos y atajen el enorme problema de los incendios que va en aumento.
Por último, Ecologistas en Acción de Zamora cree que no hay transparencia suficiente sobre las concesiones de extracción de madera y sobre la responsabilidad de la gestión por parte de quienes sacan beneficios de esta madera, y por parte de quienes desde el ejercicio de la política no han puesto remedio a una herida que va a seguir abierta, por desgracia, muchos años.