Diversos videos denuncian las consecuencias del complejo alimentario-industrial.

Josep Crosas, arquitecto y miembro de Ecologistes en Acció de Catalunya. Revista El Ecologista nº 61

Una serie de oportunos documentales muestran las barbaridades de la industria agropecuaria actual, los nefastos hábitos nutricionales y la injusticia alimentaria en el mundo.

Nuestro pan de cada día es un contundente documental que ofrece una mirada fría y descarnada sobre los procesos de industrialización a que ha sido sometida la ganadería y la agricultura en los países europeos. El desarrollismo lleva a la fabricación en masa de todo tipo de productos, automatizando también el proceso de obtención de alimentos. Supermecanización, enormes granjas de alta tecnología, cintas transportadoras, invernaderos y mataderos industriales. Un entorno eficiente e industrial que se traduce en una cosificación total de las cosechas y de los animales, como también de los escasos operarios que son víctimas y parte del cruel engranaje de la gran fábrica de alimentos que nutre nuestra sociedad.

De procedencia también austriaca, el film Nosotros alimentamos al mundo denuncia la irracionalidad de toda esa supuesta racionalidad: la pobreza y el hambre al lado de la sobreproducción y el despilfarro, la extinción de recursos alimentarios y de la biodiversidad, la contaminación transgénica, los transportes de alimentos a largas distancias… El pan que diariamente se desperdicia en la ciudad de Viena bastaría para alimentar a la segunda ciudad del país. Media Europa consume verduras artificialmente irrigadas en el sur de España, un discutible negocio que ha dado lugar al lamentable paisaje de techumbres de plástico donde se generaliza la horticultura intensiva y se explota a mano de obra africana, y cuyos productos recorren miles de kilómetros hasta sus mercados de destino. En Matogrosso (Brasil), se destruye la selva amazónica para plantar soja transgénica con la que alimentar el ganado en las granjas de engorde de los países desarrollados, mientras el 25% de la población local pasa hambre.

Son algunas aberraciones de una lógica mercantil que supone también el fin de la calidad gustativa, del sabor natural de los alimentos, en aras de una mayor productividad. Un sistema defendido con cinismo por directivos de multinacionales del sector, como Pioneer y Nestlé, retratando un mundo idílico y justificando el actual modelo de comercialización ilimitada de lo que comemos, incluida el agua. Frente a ellos destaca el testimonio acusador de J. Ziegler, ponente de la ONU sobre el Derecho a la Alimentación, quien recuerda que cada 5 segundos muere un niño de hambre: “Un niño que se muere de hambre es un asesinato”. Actualmente hay en el mundo mil millones de hambrientos mientras el sistema genera alimentos suficientes para toda la población mundial.

Peligros de la comida basura

Dos películas norteamericanas, Supersizeme y Fast Food Nation, ajustan cuentas con la industria de comida rápida estadounidense.

En la primera, M. Spurlock se somete al arriesgado experimento de pasar un mes ingiriendo comida de los restaurantes McDonald's. Un pretexto para denunciar los graves perjuicios para la salud que comporta la dieta emblemática de América, a base de supercalóricas raciones de hamburguesas con patatas fritas y bebidas azucaradas; un despropósito que ha llevado a Estados Unidos a ser el país con mayor número de obesos del planeta, contrapartida de los millones de personas famélicas que hay en el mundo.

La segunda, una historia con argumento, se basa en la investigación de Eric Schlosser sobre la infiltración de las cadenas de comida rápida en la sociedad norteamericana, su impacto en la producción ganadera y agrícola, las duras condiciones laborales de los empleados de las grandes cadenas de franquicias, la pésima transformación de los hábitos nutritivos de sus clientes… En el film, que recoge fielmente esta aguda problemática social y ambiental, la “comida basura” resulta ser comida excremento, pese a lo cual el éxito del fast food parece imparable.

La homogeneización de las costumbres alimentarias pasa por la comercialización de una comida tecnológica, fabricada industrialmente, que se entrega a los restaurantes, congelada, deshidratada o liofilizada, tratada químicamente para que tenga buen sabor. La uniformidad del producto afecta a la forma de criar y sacrificar el ganado, así como al procesamiento y transformación de la carne picada, el trabajo más peligroso de EE UU, realizado por un ejército de trabajadores pobres de origen inmigrante. Y tal como queda patente, existe una contaminación frecuente de la carne por agentes patógenos.

Dicha comida insana, exageradamente rica en grasas, tiene un grave impacto sobre los consumidores y especialmente los niños. Se habla de una epidemia de obesidad y otras enfermedades causada por el desastre nutricional, que afecta no sólo a la población adulta sino también a los jóvenes. Finalmente, esta empresa global exporta su estilo de alimentación al resto del mundo, donde millones de personas compran comida rápida diariamente, ignorando tanto lo que hay detrás de dicha industria como dentro de lo que ingiere.

Haciendo frente a un futuro transgénico

Centrado en la implantación de nuevas tecnologías de manipulación genética a los productos agrícolas, El futuro de la comida es un imprescindible documental filmado en EE UU, Canadá y México. El film se inicia con un apunte sobre la industrialización exitosa de la agricultura en el siglo XX, con el uso de fertilizantes químicos, insecticidas o pesticidas (a menudo variantes de gases utilizados en las guerras). Nuevas tecnologías que han llevado hasta la actual revolución genética.

Pero el monocultivo a gran escala comporta una grave pérdida de biodiversidad y un enorme vacío ecológico. También una creciente vulnerabilidad a las plagas que ha disparado el uso de agrotóxicos, sus costes y contaminación. La aparición del Roundup en los años 70, el herbicida más vendido en el mundo, un potente tóxico que mata todo lo verde fabricado por la multinacional Monsanto, fue el preludio del escenario actual: modificando genéticamente las semillas para hacerlas resistentes al Roundup, dicha empresa pasaría a vender también las semillas. Semillas diseñadas para ser rociadas o para hacer frente a determinados parásitos, gracias a una manipulación que convierte las plantas en insecticidas.

El siguiente paso han sido las patentes de semillas, lo cual ha impulsado el monopolio biológico a base de apropiarse de la semilla que se quiere usar para modificarla, patentarla y acaparar el mercado. Desde entonces Monsanto se dedica a comprar fábricas de semillas en todo el mundo y a patentar todo lo posible, sustituyendo éstas por variedades transgénicas de su propiedad.

Patentar el gen equivale a querer controlar la vida y las especies, para su privatización y comercialización. De momento lo que ilustra el documental es la extorsión de los agricultores, su persecución y demandas continuas por la supuesta violación de patentes. Hostigamiento que se extiende a todo el territorio agrícola de EE UU, como a Canadá y México. El abuso adquiere proporciones criminales: las semillas transgénicas invaden impunemente los campos de cultivos convencionales, pero es el agricultor quien tiene que protegerse o hacer frente a las demandas de la multinacional cuya tecnología no respeta límites al contaminar todos los cultivos.

Pero hay otras amenazas, como el riesgo potencial para la salud humana. Se desconoce los efectos de la manipulación de genes a largo plazo, a la vez que existen ensayos con animales que demuestran su peligrosidad. A pesar de ello, los alimentos transgénicos forman parte de la dieta de buena parte de la población mundial. Mientras tanto, las empresas de biotecnología se oponen al etiquetado de alimentos transgénicos, eludiendo así responsabilidades.

En lugar de restringirla, se ha favorecido una expansión incesante de dicha tecnología, con la implantación de cultivos de colza, maíz, algodón y soja transgénicos a millones de hectáreas del campo norteamericano, para luego exportarla fraudulentamente a otros países. Actualmente los cultivos de organismos genéticamente modificados, OGM, amenazan invadir las zonas agrícolas de todos los continentes, a la vez que conllevan una progresiva deforestación. Además esa mentalidad industrial enfocada a la biotecnología pretende extenderse a toda la comunidad de seres vivos: pescado, crustáceos, ganado, árboles transgénicos…Y ante el rechazo que todo ello provoca en la sociedad, se intenta vender como solución al problema del hambre en el mundo. Pero el modelo agroindustrial no parece ser la solución sino más bien parte del problema, ya que genera el empobrecimiento constante de las comunidades de agricultores, a los que se hace dependientes de dichas corporaciones o se les empuja al hambre y la miseria urbana.

También está dedicado al gigante norteamericano de los transgénicos, El mundo según Monsanto, libro y documental de Marie-Monique Robin, donde se denuncia a dicha empresa por su historia, comportamiento y objetivos: la persecución sin escrúpulos de beneficios que lleva a la corrupción, falsificación de datos científicos, biopiratería, extorsión de los agricultores independientes…Verdadero rostro gangsteril del imperialismo comercial aplicado a un sector que prospera con la colaboración de las autoridades y el servilismo intelectual de científicos de todo el mundo.

Gracias a la autora queda desenmascarada la responsabilidad de Monsanto en numerosos escándalos que atentan contra la salud humana y la biodiversidad del planeta: la toxicidad del PCB, el empleo de agente naranja en Vietnam, la peligrosidad encubierta del Roundup, la nefasta hormona de crecimiento bovino, y finalmente los OGM. Esta corporación controla el 90% de los cultivos transgénicos del mundo, cuya expansión está respaldada por una auténtica conspiración del poder.

Vídeos reseñados:
- Nuestro pan de cada día (92 min.) Nikolaus Geyrhalter, Austria, 2005
- Nosotros alimentamos al mundo (96 min.), Erwin Wagenhofer, Austria-Alemania, 2005
- SuperSizeme, (100 min.) Morgan Spurlock, EE UU, 2004
- Fast Food Nation (116 min.) Richard Linklater, EE UU, 2006
- El futuro de la comida (88 min.), Deborah Koons Garcia, EE UU, 2004
- El mundo según Monsanto (111 min.), Marie-Monique Robin, Francia, 2008