Productos y hallazgos medioambientales que nos alegran y mejoran la vida.

Daniel López Marijuán, coordinador del Área de Residuos de Ecologistas en Acción. Revista El Ecologista nº 75.

El bienestar no implica consumir más, sino menos y mejor: el esfuerzo es comprometerse en el decrecimiento, en ser austeros, en comprar solo lo necesario y lo ecológico. Por su parte, la tecnología, puesta al servicio de la resolución de los genuinos problemas sociales y ambientales, puede ayudar en la tarea de la sostenibilidad.

“Hoy tenemos una aberración temporal llamada capitalismo industrial, que sin darse cuenta está liquidando sus dos fuentes más importantes de capital: el mundo natural y las sociedades que funcionan adecuadamente”
Amory Lovins

A pesar de todas las invocaciones a la sostenibilidad como principio y orientación de la economía, lo cierto y verdad es que nos comportamos con nuestro planeta como si de un reservorio inagotable de recursos se tratara, además de endosarle todos nuestros desperdicios y poner en peligro su frágil equilibrio ecológico. Si queremos en serio que la Biosfera sobreviva, los consumidores de los países desarrollados tendremos que estar dispuestos a renunciar a parte de nuestro nivel de consumo. No es suficiente consumir mejor (de forma más racional), sino que es preciso consumir menos.

Siempre invocamos las agresiones ambientales y pocas veces enfatizamos las innovaciones y los hallazgos medioambientales que nos alegran la vida: esta sociedad en estado de crisis extrema está siendo capaz, pese a todo, de formular dispositivos y sistemas sostenibles, biomiméticos o simplemente racionales que conviene conocer y divulgar. A ello se prestan estas líneas.

Si tuviéramos que desglosar de dónde proceden los impactos que generamos sobre el medio ambiente, la tríada de población – tecnología – consumo se nos revela como responsable de la degradación ambiental. Si bien es cierto que la tecnología puede formar parte tanto del problema como de la solución, tenemos que fijarnos ahora en la manera de contribuir desde el consumo y la compra a la reducción de nuestra huella ecológica.

Puesto que las decisiones relevantes sobre qué y cuánto producir no suelen estar al alcance de la mayoría de los ciudadanos, nos toca ser muy conscientes de nuestro poder a la hora de hacer frente a un sistema productivo que está organizado no para satisfacer necesidades, sino para crearlas, cuando sabemos fehacientemente que muchas de ellas son superfluas. El compromiso con un consumo socialmente justo y ecológicamente sostenible, debe llevarnos a consumir solamente lo necesario y de la forma menos dañina posible; o sea justamente lo contrario de a lo que nos incita el tinglado publicitario y las formas de vida en las que nos movemos. No es cosa de que todos nos volvamos anacoretas, pero sí mucho más austeros de lo que predicamos. El lema es que lo bastante es suficiente, que no se es más feliz con la posesión de más bienes y servicios, que frente al tener y estar es más importante ser y hacer.

Si pegamos un repaso a los hábitos de consumo y medio ambiente en España, siguiendo el estudio de la Fundación Entorno, veremos la incoherencia de muchas de las apreciaciones de nuestros conciudadanos. Vamos, que una cosa es predicar y otra dar trigo. Cómo si no explicarnos la incongruencia de que frente a un 89% de personas que se declaran bastante preocupadas por los problemas ambientales, un 64% reconoce que a la hora de comprar no se fija en si el producto es o no respetuoso con el medio ambiente. Por no mencionar el exiguo porcentaje que proclama colaborar en el reciclado de la basura (50%), en el ahorro de agua (40%) o en el ahorro de energía (30%). La conclusión que extraemos es por tanto que no hay una continuidad en los propósitos de proteger el medio ambiente y que los estilos de vida y las pautas de consumo se siguen plegando al derroche y al despilfarro.

No podemos echar toda la culpa al actual sistema capitalista de producción y consumo, porque nosotros (unos más y otros menos) no hacemos lo suficiente para que la depredación ecológica y la injusticia social prosigan. Si nos atenemos al consumo de energía, según datos de la Oficina Española de Cambio Climático, un 31% del consumo final de energía es responsabilidad del consumo familiar. Cuando utilizamos el automóvil, pocos saben que arrojamos a la atmósfera 18 kg de CO2 cada 100 km. En el caso de las basuras, cada día arrojamos al cubo 1,5 kg de desperdicios. El consumo de agua sigue siendo derrochador e ineficiente: más de 200 litros por persona y día, además de la pérdida lamentable en fugas y averías de más del 20% del agua captada. ¿Hacen falta más cifras para demostrar que nuestro consumo dista mucho de ser respetuoso con el medio ambiente?

Siguiendo las indicaciones que nos marcan las asociaciones más inteligentes de educación para un consumo justo [1], deberíamos atender a tres aspectos relevantes para adecuarnos a un consumo responsable:

- Que sea ético, teniendo en cuenta los valores de austeridad y de justicia.
- Que sea ecológico, de forma que preservara los recursos naturales y asegurara las tres erres de reducción, reutilización y reciclaje.
- Que sea justo y solidario con los desfavorecidos.

Algunas recomendaciones de compra:

- Consumir productos saludables, no contaminantes y producidos a partir de energías limpias.
- Evitar los productos de un solo uso, desechables, sobreempaquetados.
- Comprar en tiendas de comercio justo y evitar las marcas que emplean condiciones de trabajo esclavistas o mano de obra infantil.
- Renunciar a los alimentos transgénicos y optar (siempre que se pueda) por los productos ecológicos.
- Comprar solo lo absolutamente necesario, controlar la publicidad en nuestras decisiones de compra y usar las cosas hasta su final de vida.
- Procurar usar energías renovables, echar mano de la bici para trayectos cortos y de los transportes colectivos para los viajes largos.
- Elegir los productos de procedencia más cercana, autóctonos, lo menos artificiales posible y que no sean perjudiciales para la salud.
- Reducir la carga química del hogar prescindiendo de los productos de limpieza agresivos, la acumulación de medicamentos y los tóxicos domésticos.
- Comprar electrodomésticos de bajo consumo (calificación energética A) y evitar los innecesarios como cepillos de dientes, abrelatas, cuchillos… eléctricos.
- Reutilizar y reciclar todo lo que se pueda, realizando una buena separación en origen para facilitar su recuperación.

Como mínimo, un producto que a lo largo de todo su ciclo sea sostenible, tendría que cumplir estos cinco requisitos:

  1. Cíclico: el producto de hace con materiales orgánicos degradables o con minerales que se reciclan de manera continua en un circuito cerrado.
  2. Renovable: el producto en su fabricación y en su uso solo consume energía renovable.
  3. Seguro: las emisiones (aire), los vertidos (agua) y los residuos (suelo) constituyen nutrientes para los ecosistemas.
  4. Eficiente: la fabricación y el uso del producto requiere menos energía que los productos a los que sustituye o con utilidad equivalente.
  5. Social: las empresas que fabrican y comercializan el producto apoyan los derechos humanos y la justicia social.

He elegido varios dispositivos, objetos y productos que, a mi entender, cumplen estos requisitos, por lo que sería bueno que los conociéramos y también a sus fabricantes.

1. Producto: El LED (Light Emitting Diode).
Empresa: LEC (Light Environment Control)
[2]

Los LED de larga duración son fuente de luz en incontables aplicaciones, como los que proporcionan luz a aparatos electrónicos y señales eléctricas, tales como botones de los ascensores, señales de salida, teléfonos móviles y de pantalla táctil, televisores, tabletas, grandes pantallas de vídeo para eventos deportivos o equipos quirúrgicos microscópicos. Es ahora con la bajada de precios cuando se están aplicando a la iluminación general. Los sistemas LED presentan una doble ventaja: ahorran energía y el coste de mantenimiento es muy bajo. Además, las luminarias de LEC son 100% reciclables y no contienen ningún elemento contaminante (ni plomo, ni mercurio ni cadmio).

2. Producto: aerogenerador IMPLUX.
_ Empresa: Katru Eco Energy
[3].

Siempre hemos reclamado la posibilidad de instalar turbinas eólicas en las ciudades, en la azotea de los edificios, y hasta la fecha la dificultad técnica lo impedía. Pues bien, en breve la empresa Katru Eco-Energy comercializará un nuevo diseño de turbina capaz de aprovechar la energía del viento para convertirla en electricidad.

La turbina omnidireccional IMPLUX puede llevar adelante su tarea sin importar de que dirección sople el viento, y sin necesidad de girar para enfrentarlo. La cámara central está diseñada especialmente para capturar el viento e impulsarlo hacia arriba, que es el sitio en el que se ubica la turbina propiamente dicha. Este sistema funciona igual de bien con vientos soplando desde cualquier dirección, e impide que se escape el aire. El diseño también es respetuoso con el entorno, ya que la única parte móvil está en su interior y no daña a las aves.

3. Producto: planta termoeléctrica con turbina de gas.
Empresa: AORA SOLAR
[4].

Se trata de una planta termosolar para producir electricidad pero que puede estar operativa las 24 horas del día porque se completa con una turbina de gas que funciona sin luz solar y le otorga el carácter híbrido. Son unidades de 100 kW que se pueden conectar a la red eléctrica o instalarse de forma aislada. Además, el calor sobrante pude emplearse para procesos de calefacción, refrigeración y procesos industriales o domésticos de aire/agua caliente.

Las microturbinas funcionan solo con aire, con lo que utilizan menos del 5% del agua que requieren las grandes plantas termosolares para su refrigeración. En Tabernas (Almería) hay una planta Aora dentro de la Plataforma Solar de Almería y la energía térmica sobrante se emplea en desalinización de agua.

4. Producto: retrete (inodoro) solar.
Empresa: California Institute of Technology
[5].

Desde el invento del retrete por el escocés Alexander Cummings en 1775 hemos avanzado mucho, pero la idea de usar agua potable en las cisternas para evacuar las deyecciones es un anacronismo y un disparate. La Feria Reinventando el Retrete concedió el primer premio al California Institute of Technology por el diseño de un retrete alimentado con energía solar que genera hidrógeno y electricidad. Si tenemos en cuenta que en el mundo hay 2.500 personas sin acceso a una red sanitaria mínima, defecando al aire libre o en letrinas apestosas, vislumbramos la importancia del invento. Además, las heces fecales causan diarreas que matan cada año 1,5 millones de niños.

5. Servicio: el balance neto de energía net metering
Empresa: varias
[6].

La generación distribuida está suponiendo una verdadera revolución en el cerradísimo mercado de la electricidad español. Se trata de que los consumidores podamos también generar energía eléctrica a partir de dispositivos fotovoltaicos (incluso los eólicos) y poder verter en la red la energía que no necesitemos. El oligopolio eléctrico está poniendo todo tipo de trabas (se calcula que podríamos arrebatar un 25% de su mercado), pero la tecnología y, a falta del Real Decreto, la Ley, lo permiten. No seríamos productores de energía eléctrica, sino consumidores que ceden electricidad que se nos puede descontar durante los 12 meses siguientes.

6. Producto: cuna de cartón reciclado ecocradle.
Empresa: Green Lullaby
[7].

Esta empresa fabrica ecocunas hechas de cartón corrugado, se puede plegar y desmontar y no contienen retardantes de fuego tóxicos.

7. Producto: depuradoras de bajo coste Rhizopur y rizocompost.
Empresa: Aqualogy
[8]

Para pequeñas comunidades (de 200 a 20.000 habitantes), la mejor solución para depurar las aguas residuales es contar con depuradoras de bajo coste, que además reciclan los fangos. Los humedales de juncos reciben el agua y la depuran en 15 días de reposo, por infiltración y rizocompostaje, sin necesidad de reactivos. También utilizando cañizo, los fangos de depuración se deshidratan y se estabilizan sin mayores impactos.

8. Producto: Compostadora.
Empresa: varias
[9].

Son objetos reciclados, recicladores y reciclables, imprescindibles si queremos que casi la mitad de la basura urbana no vaya a vertederos y se pueda transformar en un compost de calidad. Controlando la humedad, la temperatura y la aireación podemos obtener al cabo de unas semanas un abono útil y ecológico.

Todas estas son muestras del ingenio y la responsabilidad de muchas personas que quieren contribuir a la sostenibilidad del planeta. Evidentemente, no están todas los que son, pero son (respetuosas con el medio ambiente, ingeniosas, duraderas) todas los que están. Muchas necesitan del apoyo de los sectores más sensibilizados para que sean algo más que una moda y respondan a las necesidades vitales de los seres humanos.

El bienestar no implica consumir más, sino menos y mejor: aunque nos rasquemos el bolsillo para comprar estos productos, casi siempre un poco más caros, pensemos en nuestra contribución a la sostenibilidad. Tengamos en cuenta que con ello no apagamos la mala conciencia consumista: el esfuerzo es comprometerse en el decrecimiento, en ser austeros, en comprar lo necesario y lo ecológico.

En muchos casos, es la escasa cultura científica que tiene nuestro país la que explica la escasa implantación y la resistencia a la innovación con que nos encontramos. No es enfrentándonos a la ciencia y a la tecnología como saldremos del atolladero que nos agobia, sino domeñándolas y poniéndolas al servicio de la resolución de los genuinos problemas sociales.

Notas

[1] www.consumoresponsable.com, www. consumehastamorir.com