Las zonas libres de transgénicos pretenden proteger a las poblaciones locales. Ante la falta de exámenes de toxicidad a largo plazo y otros estudios adecuados, las amenazas ya comprobadas que suponen los transgénicos para el medio ambiente y la agricultura a pequeña escala, son más de 170 regiones europeas las que han decidido prohibir su cultivo en campo abierto como medida de precaución. En la actualidad la Unión Europea sólo permite el cultivo de un tipo de maíz transgénico y España es su mayor productor, frente a las reticencias de muchos países vecinos. Ecologistas en Acción publica un cuaderno explicativo en el que trata de despejar algunos mitos en torno a los organismos genéticamente modificados (OGM).

La declaración de zonas libres de transgénicos ha sido incluida en programas y propuestas de agrupaciones políticas en las pasadas elecciones autonómicas y municipales. La medida sugerida han sido objeto en los últimos días de críticas y difamaciones, como si se tratara de una ocurrencia excepcional.

Pero la realidad es que se trata de una medida muy extendida en toda Europa, en zonas gobernadas por todo tipo de ideologías, desde tres provincias de Finlandia a nueve estados de Alemania, 21 regiones de Croacia y 60 áreas del Reino Unido. A nivel estatal, ya son cuatro las comunidades autónomas, Asturias, País Vasco, Baleares y Canarias, declaradas libres de transgénicos.

También en la Unión Europea son varios los países, como Austria, Francia y Bulgaria, que han prohibido el cultivo de un maíz transgénico que en España pretende presentarse como inocuo. En Alemania se ha impuesto un etiquetado especial para productos de animales alimentados con piensos libres de OMG y en Finlandia hay restricciones específicas para los comedores públicos.

Veinte años después de su introducción en los mercados, las grandes promesas de los cultivos transgénicos están muy lejos de hacerse realidad. No han aumentado el rendimiento agronómico de manera significativa, no han mejorado la calidad de los alimentos y no han contribuido a solucionar el problema del hambre en el mundo.

Se ha comprobado en estas dos décadas que no es posible controlar la propagación de los OGM una vez liberados en el entorno, lo que afecta a los cultivos colindantes. A diferencia de otras aplicaciones de la ingeniería genética (como es su utilización en investigación o en entornos controlados), el cultivo de organismos transgénicos puede provocar daños impredecibles e irreversibles, ya que un organismo liberado en la naturaleza no puede retirarse como se retira cualquier otro producto del mercado. Además, sus efectos perjudiciales no sólo afectan a quien decide utilizarlos, sino también a todos los demás.

El cuaderno publicado por Ecologistas en Acción plantea algunos riesgos a los que nos enfrentamos al seguir permitiendo el cultivo de OGM, y aporta ejemplos de algunos daños que ya se han producido. Los casos de cultivos transgénicos introducidos en algunas regiones y sus efectos en países como Argentina son expuestos en el cuaderno, que también aporta explicaciones sobre la falta de estudios científicos.