La cumbre del clima de París se dirige hacia un acuerdo de mínimos, claramente descafeinado y sin ambición ni herramientas objetivas para convertirse en un instrumento eficaz contra el cambio climático. Así se desprende del último borrador de acuerdo presentado esta noche por la Presidencia, en el que se abandonan varios de los elementos fundamentales para que el texto estuviese a la altura del reto que supone el calentamiento global. Este documento nos hace cuestionarnos la valía de estas negociaciones, por su incapacidad para llegar a los acuerdos necesarios y defender la justicia climática

En primer lugar, se abandona definitivamente la descarbonización de la economía, elemento absolutamente clave. La descarbonización consiste en que los países dejen de utilizar combustibles fósiles. La posición de Ecologistas en Acción es que la descarbonización se produzca como muy tarde en 2050. La de la UE apuntaba, hasta ahora, a 2100. Al final, ni lo uno ni lo otro, sino una vaga mención a la «neutralidad climática», un término que permite trampas contables y nos aleja del inevitable camino hacia una economía sin combustibles fósiles, desoyendo la necesidad de dejar el 80% de las reservas fósiles sin explotar. La necesidad de desinversión en este sector, recogida en otros borradores, ha desaparecido.

Asimismo, el objetivo a largo plazo de que la temperatura no aumente por encima de los 1,5 grados se convierte en una mera declaración de intenciones al señalarse solo como una aspiración. El horizonte de 2 grados como máximo de incremento de la temperatura deja de estar ligado a la actualización de las evidencias científicas. De este modo, si los científicos llegasen a la conclusión en el futuro de que hay que hacer un mayor esfuerzo para evitar el colapso ambiental, no habría mecanismos claros para revisar el acuerdo.

El borrador no cuestiona en absoluto los mecanismos inscritos en anteriores tratados que han mercantilizado el clima, como los mercados de carbono, que favorecen la especulación y la política del talonario frente a los esfuerzos reales de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Supone una huida hacia delante del mismo modelo devorador de recursos que nos ha traído a la situación actual e ignora los límites planetarios.

El término «derechos humanos» sólo aparece dos veces y en el preámbulo, es decir, en la parte declarativa que carece de fuerza legal, lo que vulnera el origen de las negociaciones climáticas y del propio sentido de las Naciones Unidas. Las palabras «legalmente vinculante» están directamente ausentes de todo el documento, lo que hace titánico obligar a los países a cumplir el acuerdo.

A la espera del borrador final, rechazamos el acuerdo en su actual forma y subrayamos la necesidad de un texto ambicioso y plenamente vinculante que suponga una transformación profunda del actual modelo. Solo un cambio genuino en el modelo de producción y consumo puede mitigar de forma eficaz el calentamiento global.