¿Qué podemos hacer?

La lucha contra el cambio climático ofrece diferentes frentes cuya acción debe ser llevada a cabo de manera simultánea. La mitigación se centra en reducir o eliminar las causas, es decir, la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera, mientras que la adaptación intenta ajustarse a los efectos que ya se están produciendo o que son inevitables.

Las estrategias de gestión costera aplicables al cambio climático para adaptarse al repetido aumento del nivel del mar o un cambio en las características de las tormentas, serían: el retroceso, la adaptación y la defensa.

Estrategia de retroceso: esta estrategia, como su propio nombre indica, consiste en hacer retroceder las estructuras humanas que puedan verse afectadas por los efectos de la subida del nivel del mar y el resto de consecuencias del cambio climático. Requiere, en primer lugar, disponer de espacio para reubicar los usos y recursos que soporta el tramo costero. Si se dispone de él, esta estrategia es la más concordante con el cambio climático a escala regional, y además no hipoteca la zona en el futuro.

Por ejemplo, en el caso de las playas no confinadas la estrategia más aconsejable generalmente es la del retroceso, ya que ese es el comportamiento natural que cabe esperar en las playas y los campos de dunas asociados. Para realizar esta estrategia sería necesario promulgar lo antes posible unas normas de ordenación del territorio que eviten la instalación de nuevos elementos o actividades en las zonas vulnerables.

En el caso de los acantilados blandos la estrategia de retroceso para dejar que la naturaleza siga su curso tendría unas implicaciones similares a las descritas para las playas anteriores. También aquí habrá que delimitar lar áreas potencialmente afectables, hacer inventarios y valoraciones de los bienes existentes, establecer limitaciones de uso en ciertas áreas y prever el abandono de edificios, etc.

Para los humedales y zonas similares la estrategia de retroceso será la más adecuada en muchos casos pues permitirá mantener, a grandes rasgos, la extensión total de los mismos. En otros casos la migración de los humedales hacia el interior resulta imposible por la presencia de barreras de distinto tipo. En algunos casos no hay alternativa y el resultado final será una reducción de la extensión de los humedales, que quedarán total o parcialmente sumergidos. En otros casos es posible eliminar las barreras (por ejemplo en zonas que han sido simplemente cerradas y desecadas), facilitándose así la migración y/o la regeneración de zonas antiguamente ocupadas por humedales.

Estrategia de adaptación: requiere un planteamiento diferente para la erosión y la inundación. En el primer caso, la estrategia de lucha contra la erosión requiere ubicar estructuras y hacer un uso flexible de la línea de costa. Actualmente la tendencia más común consiste en utilizar una vegetación de apoyo y disipación que reduzca los riesgos de erosión.
En el segundo caso, los riesgos y costes asociados al proceso de inundación se pueden predecir. No hay que olvidar que las defensas frente a inundaciones requieren un mantenimiento continuado.

Estrategia de defensa: consiste en la construcción de estructuras para defender o preservar ciertas infraestructuras humanas de la subida del nivel del mar y demás efectos del cambio climático. A pesar de que esta es la estrategia que parece preferir la sociedad por su aspecto «aparentemente» monolítico frente a la erosión o la inundación, supone unos costes iniciales altos y unos importantes costes de mantenimiento, como ilustra, por ejemplo, la historia de las estructuras de defensa y protección de la costa del Maresme.

Además, no se puede considerar una solución permanente a todos los problemas relacionados con el cambio climático y sus efectos sobre la costa. Por ello esta estrategia de defensa sólo puede plantearse para tramos de costa concretos, y siempre teniendo en cuenta el factor tiempo. La mejor solución para cualquier escala de tiempo seleccionada consiste en la combinación de los tres elementos de adaptación, y todo ello dentro del marco de un plan integral de la zona costera.

En el caso de los puertos marítimos, el primer paso para la toma de decisiones de adaptación sería la re-evaluación de la fiabilidad de las estructuras portuarias actuales.