Colaboración especial nº 50.

Derechos para tod@s. Revista El Ecologista nº 50.

Para entender los flujos migratorios actuales, el elemento central a analizar es la hegemonía global no sólo de un modelo de producción y ordenamiento social –el capitalismo– sino de la expresión más salvaje y reaccionaria del mismo (para diferenciarla de otros ciclos históricos relativamente recientes).

Este modelo de globalización neoliberal ha producido un conjunto de desequilibrios a escala mundial como nunca antes se habían conocido en la historia de la humanidad, comenzando por la enorme concentración de poder económico y militar en una elite internacional, que está forzando un estado de guerra global permanente –al que llama “nuevo orden internacional”– como instrumento para mantener tanto los privilegios del Norte opulento, como para repeler cualquier intento generado en el Sur para crear formas alternativas de vida y satisfacción de sus necesidades.

La voracidad del modelo de producción y consumo irracional del Norte y de las elites integradas del Sur, afectan directa y dramáticamente al planeta, por lo que es energética y ambientalmente insostenible a medio-largo plazo, como lo demuestran los propios estudios del sistema que están apareciendo, incluso, si este esquema se mantuviese acotado y confinado –como se pretende– en el espacio actual de consumo del mundo global.

Pero este intento de confinar el modelo de consumo a una parte privilegiada del planeta, de restringirlo a una minoría (cada vez menor) de la humanidad, hace por tanto que su sostenimiento se base forzosamente en la exclusión, la represión y el hambreamiento de la mayoría de la población mundial. He aquí el verdadero motor que alimenta a los flujos migratorios mundiales actuales y lo que, por consiguiente, conecta estructuralmente inmigración con la destrucción del medio ambiente.

Por tanto, al ser dos características intrínsecas del modelo actual de capitalismo salvaje, no pueden “corregirse por separado”. Aparte de la necesidad de romper con toda la lógica represiva en torno a inmigración (que dicho sea de paso, también es insostenible, por terrible que sea su coste en vidas), reordenar los flujos migratorios desde la perspectiva de las personas y sus derechos universales, significa necesariamente, instalar otros modelos de organización social, ambiental y socialmente sostenibles.