La pérdida y fragmentación de su hábitat es la principal amenaza para este reptil.

José Daniel Anadón, Irene Pérez, Alicia Montesinos, Rubén Ballestar, Sara Bordonados, Ainhoa Planelles, Raúl Sempere, Ignacio Mora y Andrés Giménez. Revista El Ecologista nº 45.

El aumento de los cultivos intensivos y el descontrolado crecimiento urbanístico ligado al turismo están acabando con los espacios ocupados por la tortuga mora. Además, la continua construcción de carreteras, que fragmentan su territorio, junto a la recolección de individuos como animales de compañía, son los otros peligros para la conservación de esta especie.

La tortuga mora (Testudo graeca) es una tortuga terrestre que se distribuye principalmente en el norte de África, desde la costa atlántica de Marruecos al noreste de Libia. En Europa existen poblaciones de pequeño tamaño y aisladas entre sí. La de mayor extensión se localiza en el sureste de la Península Ibérica, en las provincias de Murcia y Almería. Las otras poblaciones se sitúan en el Parque Nacional de Doñana (Huelva) y en las Islas Baleares.

En el sureste ibérico la especie se encuentra en las sierras litorales y prelitorales, desde Mazarrón (Murcia) a Carboneras (Almería) en un área total de 2.500 km2, aunque su distribución real sea considerablemente menor. En esta zona, las escasas precipitaciones permiten el desarrollo del matorral pero limitan el establecimiento de formaciones boscosas cerradas. La tortuga mora es, como todos los reptiles, un animal ectotermo o de sangre fría. Este hecho determina que su temperatura corporal dependa de la temperatura ambiente y que necesite de una fuente externa de energía para calentarse. Las formaciones vegetales abiertas como los matorrales le permiten el necesario asoleamiento. El hábitat de la tortuga está compuesto de matorral con especies como albaida, romero, cornical, espino o esparto, que conforman tipos de hábitats de interés comunitario según la Directiva Hábitats. Este matorral se puede mezclar con pequeñas extensiones cultivadas en secano o formaciones abiertas de pino carrasco o de encina.

La tortuga mora se caracteriza por ser de mediano tamaño, no superando el kilogramo de peso. Otro elemento característico, debido a su carácter ectotermo, es que la tortuga permanece inactiva por encima o por debajo de determinadas temperaturas, lo que define en gran medida su ciclo de vida. En el sureste ibérico, la tortuga presenta dos periodos de inactividad (invierno y verano) que se alternan con dos de actividad (primavera y otoño), siendo la actividad primaveral más importante que la otoñal. A su vez, dentro estos periodos la tortuga permanece activa durante las horas en las que las temperaturas no son excesivamente frías ni cálidas, es decir, a mediodía a principios de primavera y a media mañana y media tarde a finales de esta estación. La tortuga es herbívora y se alimenta principalmente de herbáceas anuales, con predilección por aquellas partes de la planta más energéticas, como las flores y las yemas y brotes.

Fragmentación y pérdida de espacios

Actualmente, la tortuga mora –y en general las diferentes especies de tortugas terrestres en el entorno mediterráneo– se encuentran seriamente amenazadas fruto de las actividades humanas. Los factores de amenaza para esta especie son, principalmente, la pérdida y fragmentación de su hábitat y la recolección de individuos como animales de compañía.

En el sureste ibérico, la pérdida de hábitat, ocasionada por la expansión de la agricultura intensiva de regadío, junto con el desarrollo turístico y urbanístico en las zonas con poblaciones naturales de tortuga, es la mayor amenaza actual, y futura, para la especie. Los nuevos regadíos, que han crecido de forma imparable desde los años 80, han ocupado una parte importante de los piedemontes y llanos existentes en el área de distribución de la tortuga. Sólo en las vertientes litorales de la Región de Murcia se estima que han desaparecido entorno a 9.000 hectáreas de hábitat óptimo para la especie. Ello ha hecho que la tortuga se encuentre en la actualidad prácticamente confinada a las sierras, en poblaciones aisladas entre sí.

Por otra parte, el arco litoral murciano-almeriense ha constituido uno de los últimos reductos del litoral peninsular mediterráneo salvados del desarrollo turístico incontrolado de las pasadas décadas. La situación, por desgracia, está cambiando a toda velocidad, con un incremento importantísimo de actuaciones turísticas de gran impacto ambiental dentro del área de distribución de la tortuga. Se trata de complejos turísticos de edificación baja y dispersa, con campo de golf incluido, que originan un gran consumo de espacio y recursos hídricos.

Asociado a este crecimiento urbanístico/turístico se está produciendo un incremento en las infraestructuras de transporte, lo que origina la fragmentación y aislamiento de poblaciones. A destacar la autopista Cartagena-Vera, actualmente en construcción. Esta obra ha ido acompañada de una notable polémica debido a su alto coste ambiental y a su valor simbólico: se trata del único tramo de costa mediterránea española sin autopista o autovía pegada a la línea costera. Esta nueva infraestructura, se construye a pesar de que ya existe una autovía paralela a 20 km en el interior, y abre zonas prácticamente vírgenes al desarrollo turístico megalómano. Sirva como ejemplo el proyecto de construcción del mayor complejo turístico del mediterráneo en la Marina de Cope, cuyo proceso de desprotección ambiental está actualmente en los tribunales.

Cabe destacar, en relación a la pérdida de hábitat, que las densidades de la especie son altamente variables, con máximos puntuales superiores a 30 individuos/ha, aunque en numerosas zonas las densidades son muchísimo menores. Las áreas con mayor densidad se sitúan en los piedemontes de sierras y pequeños relieves. Estas zonas coinciden con los lugares de desarrollo turístico y de implantación de los nuevos regadíos, por lo que es muy posible que muchas de las mejores poblaciones de la especie hayan desaparecido o estén en vías de hacerlo.

Recolección

El segundo de los factores de amenaza de la tortuga mora es consecuencia de su representación en el imaginario social como especie doméstica. Desde finales del siglo XIX las diferentes especies de tortugas terrestres del entorno mediterráneo y Asia menor han estado sometidas a una fuerte extracción, y se ha desarrollado un mercado internacional que entonces involucraba a cientos de miles de animales al año. En España, aunque el comercio no alcanzó estas dimensiones, sí se establecieron vías de comercialización estables entre localidades con poblaciones naturales y grandes núcleos urbanos (Madrid, Barcelona, Valencia). De hecho, hasta los años setenta no era raro encontrar, en los mercados o en las tiendas de animales, tortugas que se vendían como animales de compañía. Es a partir de estos años cuando se protege a la especie en el ámbito estatal. Gracias a la nueva normativa, que prohíbe su recolección y comercio, junto con el despoblamiento rural y el aumento de la sensibilización ambiental de la sociedad, el comercio se redujo considerablemente.

La tortuga mora, sin embargo, sigue siendo un animal considerado como doméstico y, a pesar de su estado de protección, continúa capturándose para mantenerla en cautividad en patios y jardines, si bien parece una actividad local sin fines comerciales. Este fenómeno de extracción probablemente está teniendo un importante efecto en las poblaciones naturales, originando una disminución demográfica que podría estar ocasionando extinciones locales en zonas cercanas a núcleos habitados.

También, el desarrollo turístico en zonas con poblaciones naturales de tortuga mora es un factor que está incrementando su captura como mascota, ya que se está recolonizando el hábitat de la tortuga que había sufrido un intenso proceso de despoblación humana desde los años 50. Este riesgo es especialmente grave cuando los nuevos residentes no pertenecen a la zona y no reconocen a la tortuga mora como especie silvestre típica del sureste ibérico, desconociendo que sus poblaciones están gravemente amenazadas y legalmente protegidas.

Conservación

Actualmente la tortuga mora disfruta de un adecuado régimen de protección legal en el ámbito internacional, europeo y estatal. Está considerada como vulnerable en el Libro Rojo de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. En la Unión Europea se incluye en la Directiva Hábitats. En España y en Andalucía la especie se cataloga como en peligro y en la Región de Murcia como vulnerable.

Para proteger las poblaciones de tortuga mora del sureste ibérico sería necesario llevar a cabo dos tipos de medidas. En primer lugar, se deben reforzar las estrategias de conservación de los hábitats. En la actualidad, se han propuesto un total de 11 Lugares de Importancia Comunitaria (LIC) para la protección de la especie, cubriendo una superficie aproximada de 800 km2. Esto convierte a la tortuga mora en una especie clave para la conservación de la biodiversidad en los amenazados sistemas litorales y prelitorales del sureste ibérico. Sin embargo, existe un déficit de protección de los piedemontes y las zonas bajas que albergan, como ya se ha comentado anteriormente, importantes poblaciones de la especie. Por otra parte, es necesario que la declaración de los LIC se acompañe de un aumento de los recursos humanos y económicos dedicados a su estudio, conservación y gestión y, especialmente, de un compromiso político para realizar una auténtica defensa de estos espacios frente a los intereses económicos existentes.

En segundo lugar, ante el problema de la cautividad de la tortuga mora, tradicionalmente se han llevado a cabo actuaciones de recogida de individuos cautivos para su suelta posterior en el medio natural. Este tipo de medidas, sin embargo, entraña notables riesgos para las poblaciones silvestres, asociados a la transmisión de enfermedades y a la posible pérdida de características genéticas locales, a la vez que no afronta las principales amenazas de la especie: pérdida de hábitat y captura de individuos. El carácter social y cultural de este problema de conservación inevitablemente conduce a soluciones de tipo educativo que fomenten un cambio de percepción sobre la especie. Estas campañas deben promover un reconocimiento de la tortuga como especie silvestre, típica de los ambientes semiáridos del sureste español y cuya conservación pasa por el mantenimiento de poblaciones silvestres saludables y no por la protección de individuos cautivos.