Colaboración especial nº 50.

Leonardo Boff, miembro de la Comisión de la Carta de la Tierra. Revista El Ecologista nº 50.

En 1992, con ocasión de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, fue propuesto un texto, La Carta de la Tierra, que debía ser la base teórica de la Agenda 21. Por razones que no cabe aquí referir, este texto no fue aceptado. Insatisfechos, los organizadores, especialmente Maurice Strong de la ONU y Mikhail Gorbachev, director de la Cruz Verde Internacional, promovieron la idea de crear un movimiento mundial para formular una Carta de la Tierra que naciese de abajo a arriba. Debía recoger lo que la humanidad desea y quiere para su Casa Común, la Tierra. Durante dos años se produjeron reuniones que implicaron a 46 países y a más de cien mil personas, hasta que a inicios de 2000 en el espacio de la UNESCO en París, el texto final de la Carta de la Tierra fue aprobado.

Éste es uno de los textos que recoge lo mejor que el discurso ecologista ha producido. Está estructurado en cuatro principios fundamentales que se detallan en 16 propuestas de apoyo: 1º Respetar y cuidar la comunidad de la vida; 2º Integridad ecológica; 3º Justicia social y económica; 4º Democracia, no-violencia y paz.

El sueño colectivo propuesto no es el desarrollo sostenible, fruto de la economía política dominante. Sino que por el contrario, se trata de un modo de vida sostenible fruto del cuidado de la vida en la Tierra. Este sueño supone entender “la humanidad como parte de un vasto universo en evolución” y a la “Tierra como nuestro hogar y vida”; implica también “vivir el espíritu del parentesco con toda la vida”, “con reverencia al misterio de la existencia, con gratitud, el don de la vida es con humildad, nuestro lugar en la naturaleza”; se propone una ética del cuidado que utiliza racionalmente los bienes escasos para no perjudicar el capital natural ni las generaciones futuras; ellas también tienen derecho a un planeta sostenible y con buena calidad de vida.

Si fuera aprobada por la ONU, la Carta de la Tierra se agregaría a la Carta de los Derechos Humanos. Así tendríamos una visión holística de la humanidad, formando un todo orgánico, sujeto de dignidad y derechos con el mismo futuro común.