Rafael Álvarez-Taladriz, histórico defensor de la naturaleza

Corría el año 1989 cuando junto a Rafael Álvarez, químico, reconocía un vertedero incontrolado de fibra de amianto junto al Canal del Duero, en el municipio vallisoletano de La Cistérniga, aguas arriba de la potabilizadora de agua de San Isidro en Valladolid. La asociación de vecinos nos había avisado de éste y otro vertido, junto al pueblo, ambos realizados por Uralita, en una época en que la empresa del Grupo March seguía esparciendo el veneno cancerígeno con el que el banquero de Franco había cementado sus negocios.

Conocimos a Rafa meses antes, cuando se acercó a la entonces Asociación Vallisoletana para la Defensa del Medio Ambiente (AVDEM) para informarnos de la penosa situación del Monte Blanco, el único encinar del municipio de Valladolid, al sur de Puente Duero, un refugio de biodiversidad a trece kilómetros de la Plaza Mayor asediado por graveras, cazadores furtivos y una inadecuada gestión forestal, que su propiedad privada no quería o no alcanzaba a atajar.

Rafael había participado en la década de los 70 en la Asociación Española para la Ordenación del Medio Ambiente (AEORMA). De manera que cuando desembarcó a finales de los 80 en lo que hoy es Ecologistas en Acción de Valladolid, acumulaba ya dos décadas de activismo por el medio ambiente, luchando contra la especulación urbanística o contra la locura nuclear, pero siempre afavor de la conservación de la naturaleza.

Su compromiso le llevó en esos años a adquirir El Montecillo de Santibáñez de Valcorba, con la intención de preservar este vergel natural en la comarca de La Churrería.

Ya entrado el nuevo siglo, a pesar de sus crecientes problemas de salud, Rafael tuvo una gran presencia en la campaña contra las candidaturas de Melgar de Arriba y Santervás de Campos para acoger el cementerio nuclear, hace sólo seis años. Fue también Rafael un acerado crítico de los cultivos transgénicos y organismos modificados genéticamente.

Como tantas veces sucede con los problemas ambientales en nuestro país, los vertederos de amianto fueron tapados y el Monte Blanco pasó al olvido. Sin embargo, contra pronóstico, la movilización ciudadana ha servido para paralizar la energía nuclear y para retardar la incorporación a nuestra dieta de los alimentos transgénicos. Hoy, El Montecillo forma parte de la Red Natura 2000, y gracias al tesón de Rafa, que nos dejó el 2 de noviembre a los 79 años de edad, se mantiene como uno de los ecosistemas naturales más interesantes de la provincia de Valladolid.

Nuestro cariño a quienes te acompañaron en tu larga lucha: tu esposa Juana e hijos Erik, Ana, Iñaki y Luis. Con tu entrañable recuerdo y ejemplo, continuaremos peleando por un mundo más libre y social y ambientalmente justo..

Miguel Ángel Ceballos Ayuso. Ecologistas en Acción de Valladolid