La cumbre del clima que se esperaba fuera una celebración de la próxima entrada en vigor del Protocolo de Kioto no ha cumplido las expectativas. Una vez más se ha presenciado el abuso de los países poderosos sobre el resto del mundo. EE UU y Arabia Saudí han formando un equipo de primera para la obstrucción del desarrollo del Protocolo y de las perspectivas de avance futuro en la lucha por frenar el cambio climático.

Esta conclusión de la conferencia de Buenos Aires llega después de dos semanas de discusiones hasta largas horas sobre dos cuestiones principales: los criterios de distribución de los fondos de adaptación entre los países menos desarrollados y el propósito de abrir conversaciones sobre los compromisos de reducción de gases de efecto invernadero para más allá de 2012.

En años anteriores, casi desde el principio de todas estas negociaciones, los saudíes han venido reclamando parte del dinero de adaptación a los impactos del calentamiento global que de acuerdo con la vigente Convención Marco de Cambio Climático los países industrializados deben poner a disposición de los menos desarrollados. Aunque Arabia Saudí es uno de las naciones más ricas del planeta, exigen que se les pague por el petróleo que dejarían de vender si se generalizaran el ahorro de energía, la eficiencia y las renovables. Y esta lunática pretensión ha tenido respuesta en esta cumbre con el compromiso de abordar en una especie de “talleres” los posibles problemas para los países de la OPEP de ese deseable cambio de la demanda energética. A cambio de que se levantara el bloqueo a que Arabia Saudí y EE UU sometían al acuerdo de distribución de los llamados fondos de adaptación. Por supuesto esta solución promete que no se cierran aquí las reclamaciones de los petroleros.

Tan insultante como esto a la ética y el sentido común ha sido que EE UU se haya negado a que la Unión Europea y otros países se encuentren antes de la próxima COP 11 para entrar en el tema de hablar de futuras políticas del clima. Nada les obliga a ellos, pero no quieren permitir que avance una cuestión que consideran contraria a sus intereses. Es un elemento central de la política de Bush en su segundo mandato. En el último momento en el plenario final los deseos de EE UU estuvieron a punto de cumplirse pero finalmente el negociador Estrada y la Unión Europea pudieron salvar un “seminario” que “promoverá un intercambio informal” sobre políticas referentes al cambio climático “sin prejuicios respecto a cualquier futura negociación, compromiso, proceso, marco o mandato bajo la Convención y el Protocolo de Kioto”. En definitiva el post-2012 solo sería uno mas de los temas a tratar y se intenta evitar, aunque no queda claro si lo consigue, que no puedan utilizarse en el futuro las conclusiones de ese encuentro.

El tamden EE UU-Arabia Saudí ha conseguido en esta conferencia hacer rehen de su política la muy necesaria ayuda a los países en desarrollo, y el resultado es una rebaja sustancial del alcance de la iniciativa de los “seminarios”. El caso es que si no hay un comienzo en este proceso antes de la cumbre de 2005 seguramente EE UU tendrá más fácil volver a bloquearlo.

Se hace cada vez más necesario el empuje de la Unión Europea para atraer a los países en vías de desarrollo, especialmente a los grandes, hacia su visión de que la temperatura mundial no puede superar los 2 ºC en promedio sobre los niveles preindustriales y que para ello también ellos tendrán que contener sus emisiones de un modo que debería empezar a discutirse cuanto antes.

La UE debe olvidarse de la integración de la administración Bush en la política del clima, cuestión en la que se empeñaron inútilmente varios países de Europa durante la primera semana de negociación. Más vale mantener a Bush apartado y dirigir la mirada a las iniciativas no federales dentro de EE UU que están dispuestas a tomar medidas contra el cambio climático. Es de la mayor importancia que EE UU se sume a la reducción de emisiones, pero muchas cosas tienen que cambiar allí antes de que esto pueda suceder.