A fuerza de cracks e índices bursátiles lamiendo el polvo, se están tambaleando hasta los mismísimos principios del capitalismo global. Hemos visto últimamente corredores de bolsa llevarse las manos a la cabeza (ya les llaman los brokers llorones) y algunos adalides del neoliberalismo, como Gerardo Díaz Ferrán, presidente de los empresarios españoles, han tenido que abogar por “un paréntesis en la economía libre de mercado”. Sarkozy, en su discurso de refundación del capitalismo, resumía el sentimiento generalizado con un: “la autorregulación para resolver los problemas se terminó; el laissez faire se acabó”. Pero si usted, a fuerza de mirarse los bolsillos o la hipoteca, ha pensado que todo esto tiene que ver con el dinero, se ha equivocado. Esto, mire usted, es cosa con más chicha ideológica. Hablamos de la libertad.

Mucho ojo, dice desde su trinchera el regio Federico Jiménez Losantos nada más ver el plan Bush de compra pública de las miserias de lo privado: “Ha empezado la lenta reconstrucción del Muro de Berlín. Y no en Berlín, claro, sino dentro de Washington y de todo el sistema que supuestamente había vencido en la Guerra Fría”. Así pues, los neoliberales también se llevan las manos a la cabeza, pero no para llorar la caída de valores bursátiles sino la ola de intervencionismo estatal ante la crisis: “una derrota de la libertad”, “una catástrofe”, “un paso hacia el abismo de lo político y económicamente correcto” [1]. Federico está que trina y pide libertad “para tomar la responsabilidad de nuestras vidas, sin que el Estado viva en la fatal arrogancia de saber lo que nos conviene mejor que nosotros mismos”. [2]

No es el único neoliberal que eliminaría de un plumazo el Estado. Carl A. Gerstacher, presidente de Dow Chemical, decía que siempre había querido establecer la sede social de su empresa en una isla “no sometida a sociedad o nación alguna”: “Si estuviéramos radicados en tal territorio verdaderamente neutral, podríamos operar en los Estados Unidos como ciudadanos estadounidenses, en Japón como ciudadanos japoneses y en Brasil como brasileños sin ser gobernados en primer término por las leyes de los Estados Unidos” [3]. Una utopía neoliberal que mitifica la propiedad privada, la ley del más fuerte y, sobre todo, el libre mercado.

Si te divierten los brokers llorones, dice otro de los intelectuales de Libertad Digital, será porque eres un “enemigo de la libertad” y no has entendido bien el asunto: el problema no es la liberalización del comercio, ni la avidez de las multinacionales, ni el peso de lo financiero en la economía real, sino que “los mercados están sumamente intervenidos y regulados” [4]. Por eso, llegados a este punto proponen terminar de una vez con lo poco que queda del sector público para hacer un capitalismo Uno, Grande y Libre.

Sin embargo, si algo nos ha demostrado esta crisis es que más allá de los capitalistas de biblioteca están los capitalistas de pura zepa, los que pisan charcos bursátiles y llevan la libertad de mercado a sus últimas consecuencias. Ya decía Adam Smith, que para eso era especialista en ética antes que en economía, que el asunto económico funciona bien cuando el inversor va a lo suyo y no piensa en el conjunto. Ya pensaría en los demás una especie de Mano Divina de la autoregulación. Tal y como está escrito en letras de oro en cualquier facultad de empresariales, un buen capitalista debe especular todo lo que pueda mientras le de beneficios; ha de arriesgar su dinero (o mejor el de otros) mientras sea rentable y, si se hunde el mercado, será porque Dios no es capitalista.

Y eso, justamente, es lo que han hecho los capitalistas de los charcos. Aprovecharon e incentivaron en los mercados bursátiles los productos cada vez más complejos y con mayores riesgos, como las famosísimas hipotecas subprime, avaladas por las agencias de calificación, otro buen ejemplo de capitalismo amante del riesgo. Y ahora, con las bolsas y los sueños de libre mercado por los suelos, se dice que hay un puñado de manzanas podridas en el cesto del sistema, y que su gran pecado ha sido invertir arriesgando… Ah, ¿pero no consistía en eso el capitalismo?

Notas

[1] Federico Jiménez Losantos, “La lenta reconstrucción del Muro de Berlín y la triple derrota liberal”, El Blog de Federico, 20 de septiembre de 2008.

[2] Federico Jiménez Losantos, “La vía capitalista al socialismo”, El Blog de Federico, 18 de octubre de 2008.

[3] Citado en Arrighi, El largo siglo XX. Akal, 1999.

[4] Carlos Rodríguez Braun, “Todos contra el capitalismo salvaje”, Libertad Digital, 2 de noviembre de 2008.