El suelo ha sido tradicionalmente el elemento del medio natural más descuidado. Sólo hace escasamente una década, empezó a preocupar el estado de algunos suelos y la necesidad de actuar ante situaciones graves de contaminación, normalmente con dinero público y sobre suelos urbanos o urbanizables, a menudo con una clara vocación especulativa.

El origen principal de la contaminación hay que buscarlo en prácticas históricas, algunas todavía vigentes, con total desprecio al medio ambiente, a los valores naturales y a la salud pública: operaciones de almacenamiento y manipulación de sustancias químicas sin medidas de protección, fugas accidentales, vertido incontrolado de residuos…

Son las actividades donde se realizan estas prácticas, las que reiteradamente aparecen en los inventarios de suelos contaminados (o de actividades potencialmente contaminadoras) que han ido realizando las CC. AA. en los últimos años: vertederos (controlados e incontrolados), determinadas actividades industriales (especialmente, tratamientos metálicos, sector químico y farmacéutico, reciclaje y recuperación de subproductos industriales…), gasolineras y otros almacenamientos de combustible y sustancias peligrosas, chatarrerías, etc.

Aunque ya en 1995 se aprobó un Plan Nacional de Recuperación de Suelos Contaminados (1995-2005), carecemos de una normativa básica de protección ambiental del suelo. La Ley 10/98 de residuos apuntó algunos criterios generales, que hoy siguen pendientes de desarrollo. Algunas autonomías han ido regulando específicamente este tema: Madrid, con un insuficiente Decreto de suelos contaminados (1999), el País Vasco con el proyecto de Ley sobre contaminación del suelo (marzo 2004)… Otras lo han hecho dentro de su legislación general de protección ambiental o vinculada a la regulación de residuos y sustancias peligrosas. Pero sigue siendo necesaria una regulación general, que aborde de forma integral y detallada la corrección y prevención de la contaminación del suelo.

Y todavía queda más lejos empezar a abordar la llamada “contaminación difusa del suelo”, producida por la extensión de la agricultura química. Problema que se va agravando y que, una vez más, se abordará cuando muchos de los daños provocados sean irreversibles.

Carlos Alonso. El Ecologista nº 41