Desde hace unos años, en Ecologistas en Acción de Madrid detectamos la falta de un espacio en la asociación para niños y niñas. De esa inquietud nació ‘Ecofamilias', un proyecto de educación para la sostenibilidad dentro del ámbito familiar.

Charo Morán, Beatriz Errea y Julia Montero, Comisión de Educación Ecológica y Participación de Ecologistas en Acción de Madrid. El Ecologista nº 60

Ecofamilias surgió hace casi cinco años. Desde nuestra primera salida, una excursión por la Dehesa de Moncalvillo en un lluvioso día de abril de 2004, han participado unas 150 personas, y en la actualidad somos un grupo consolidado y estable de unas cincuenta personas.

Los planteamientos de partida fueron los siguientes: ser un proyecto a largo plazo basado en la continuidad y no en experiencias puntuales; se pretendía ofrecer un aprendizaje no sólo de carácter conceptual sino vivencial y mediante la actuación; una educación centrada en el territorio, por, para y en el medio natural o urbano que se quiere conocer y que se pretende cambiar. Estas señas de identidad, ausentes en la educación formal hoy por hoy, consideramos que son imprescindibles para avanzar hacia una sociedad sostenible, tanto desde el punto de vista ecológico como social.

A lo largo de estos años el proyecto ha ido tomando forma de manera dinámica intentando llevar a cabo los planteamientos iniciales e incorporando ideas nuevas. En las primeras salidas, las madres y los padres eran meros espectadores de las actividades que planteábamos a los niños y niñas. Pero progresivamente Ecofamilias se ha consolidado como un espacio (y proyecto) familiar en el que todos y todas tenemos algo que aportar y algo que aprender. Los padres y madres también disfrutan de las actividades, participan activamente, se forman y se divierten, e incluso preparan alguna de ellas.

Conocer y sentir para implicarse

Las actividades que realizamos pretenden conocer e investigar cuál es la situación del planeta y la sociedad, los problemas a nivel local y global, sus causas y relaciones, las injusticias actuales y las que trasladaremos a las generaciones futuras, todo ello dentro del marco del ecologismo social en el que se inscribe nuestra asociación. Pero sobre todo se intenta que las actividades además de ser imaginativas y participativas, transmitan valores en clave positiva, que movilicen hacia la actuación. Intentamos descubrir y plantear alternativas; especialmente relacionadas con el consumo y la búsqueda de soluciones cooperativas frente a las individuales. Según valoraciones de las madres y los padres, después de las actividades los chavales preguntan cosas que no se cuestionarían de otro modo, piensan cómo nuestro comportamiento rutinario nos afecta a nosotros/as y al planeta, y lo transmiten a sus amigos y familiares.

Para sentirnos parte de la naturaleza, hacemos actividades en el medio. Pasamos el día (o incluso algún fin de semana) realizando actividades de reconocimiento e investigación en distintos tipos ecosistemas (la sierra, riberas, dehesas, lagunas…). Queremos mirar directamente al territorio a diferencia de la enseñanza formal, demasiado encorsetada en el interior de las aulas. Así, para ser conscientes de nuestra dependencia y pertenencia a la naturaleza, tenemos que conocerla, apreciarla y aprender de ella. Queremos ver la realidad in situ, no a través de las pantallas de ordenadores o televisiones. Analizando los distintos usos del territorio, sus efectos sobre la problemática del agua o el consumo de energía, el cambio climático… Y para ello actuamos, ya sea recogiendo basuras, trabajando en un huerto, participando en una repoblación o instalando casetas anidaderas para aves insectívoras.

Para conocer nuestro entorno más próximo, hacemos actividades para investigar los barrios. Queremos saber cómo se estructura la ciudad en la que vivimos, cómo influye en nuestra vida, en nuestro modelo de consumo, en nuestras relaciones comunitarias. Investigamos los planes de movilidad en la ciudad, la publicidad que nos acosa para promover nuestras compras compulsivas, los tipos de comercios… Estuvimos también en Zarzalejo, un pueblo de la sierra de Madrid, conociendo las diferencias entre el modo de vida rural y urbano, sus ventajas y sus inconvenientes.

Para demostrar que se puede vivir bien con menos, trabajamos temas de consumo responsable. Educar en la necesidad de reducir nuestro consumo resulta una de las tareas más difíciles, según los propios padres y madres, dada la presión que ejerce el efecto de la publicidad y la cultura predominante. Por otro lado, el consumo crítico y responsable resulta ser una de las claves fundamentales de una educación para la sostenibilidad, y esto significa desmontar el modelo de consumo, repensar cómo satisfacer nuestras necesidades, ser conscientes de qué nos hace felices, y la búsqueda de alternativas.

En esta línea hemos realizado mercadillos de trueque, intercambiando lo que ya no nos hace falta, y haciendo actividades que nos hacen darnos cuenta de las consecuencias de nuestro excesivo consumo. Hemos realizado una fiesta ‘Nos regalamos lo que somos', una alternativa de ocio no monetarizada, regalando a los demás algo que supiésemos hacer: actuaciones de circo, magia, poesía o canciones. En palabras del propio padre que diseñó la actividad: “todos y todas sabemos hacer cosas […] qué mejor que regalar a los demás un trocito de nosotros, de lo que sabemos hacer”. Además, hemos aprendido bailes cooperativos, realizado teatrillos, asistido a cuentacuentos o actuaciones de guiñol organizados por personas del grupo.

Para conocer distintas alternativas al modelo socioeconómico, realizamos actividades con otros movimientos sociales. Queremos conocer cómo se mueven otros colectivos, que objetivos persiguen, las alternativas que plantean. Hemos estado en el vivero de ARBA (Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono), donde nos han enseñado a recoger semillas, sembrarlas y hemos visto el fruto de nuestro trabajo al año siguiente. Conocimos el huerto y el proyecto de Bajo el Asfalto está la Huerta, una cooperativa autogestionada de agroecología, y visitamos la cooperativa de ganadería ovina autóctona Los Apisquillos, en La Puebla de la Sierra, el día de la Fiesta del Esquileo. Además, nos damos cuenta de que somos muchos los que tenemos ganas de cambiar y luchar contra las injusticias y que podemos unirnos a otros colectivos para tener más fuerza, sumando trabajando en red. Aprendemos alternativas, del pasado y actuales, que nuestro modelo económico invisibiliza y que pueden ser necesarias en ese futuro que van a vivir las próximas generaciones.

Para sentirnos parte de un movimiento social más amplio, participamos en otras actividades de Ecologistas en Acción. Así aprendemos que existen muchas más personas preocupadas, como nosotros y nosotras, en el cuidado del planeta. Hemos participado en reforestaciones, hemos asistido a la jornada reivindicativa Salvemos las Montañas, la campaña contra el desdoblamiento de la M-501, la jornada del Día sin Compra o las manifestaciones del Día de la Tierra… Siempre con nuestro toque personal, ya sea una pancarta hecha por nosotros mismos, una carta que entregamos a la Ministra de Medio Ambiente o la organización de un cuentacuentos en la Fiesta de los 10 años de Ecologistas en Acción… Queremos trasmitir la fuerza de la participación para cambiar las cosas, hacer oír nuestras voces, reivindicando un futuro más sostenible, entender qué es eso del ecologismo, ya que son los niños y niñas los que heredarán este planeta.

Vínculos afectivos

Pero Ecofamilias no es sólo un conjunto de familias que realizan actividades juntas. Somos un colectivo en el que se ha consolidado un fuerte vínculo afectivo, que compartimos nuestro tiempo, nuestra comida, que nos cuidamos y valoramos, y que organizamos nuestras salidas mensuales recogiendo las propuestas que surgen de las asambleas realizadas… Aprendemos del propio grupo, muy heterogéneo en edades, culturas, formas de vida y facetas de conocimiento, reflejo de la diversidad social, lo que lo hace muy enriquecedor y posibilita que todos podamos enseñar y aprender de los demás. Lo que sí tenemos en común es la ilusión, las ganas de aprender y de crear, de mirar de otra forma a nuestro alrededor. Según las propias valoraciones de las familias, es un espacio en el que se comparten valores y se viven formas de relacionarse muy difíciles de encontrar en otros ámbitos de nuestra sociedad, y siempre receptivos a acoger a gente nueva en el proyecto.

Y por supuesto, queremos divertirnos. Queremos un modelo de ocio no enlatado y sin consumo, no monetarizado, colectivo, y lo más sostenible posible, siendo uno de nuestros criterios buscar sitios a los que se pueda ir en transporte público, y si no organizarnos para compartir coche. Crear ese hábito es construir el ocio que nuestra sociedad necesita, tomándonos nuestro tiempo, tiempo para la vida y las relaciones sociales.

Quedan muchas temas por trabajar, muchas ideas desarrollar… en la actualidad pretendemos que el proyecto tienda a la autoorganización total por parte de las madres y los padres, de forma que algunos de ellos y ellas van a participar en las reuniones de coordinación y diseño de las salidas a realizar. Aprovechar así los propios recursos endógenos que tiene el grupo, asegurando la permanencia del proyecto en el futuro.

Gracias a todas y todos por la ilusión y la implicación en el proyecto Ecofamilias.