El recién creado Gobierno de Rodríguez Zapatero ha diluido al anterior Ministerio de Medio Ambiente en un nuevo Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, controlado por antiguos cargos de Agricultura que no se caracterizan precisamente por su sensibilidad hacia lo ambiental. Fuera del nuevo Gobierno ha quedado Cristina Narbona, a juicio de las organizaciones ecologistas, la Ministra de Medio Ambiente más competente y activa hasta la fecha.

Theo Oberhuber, coordinador de Ecologistas en Acción. El Ecologista nº 57

El Ministerio de Medio Ambiente fue creado en 1996 en el primer Gobierno de Aznar, y durante dos legislaturas tres personas se sucedieron a su cargo, Isabel Tocino, Jaume Matas y Elvira Rodríguez. Pero no ha sido hasta el primer Gobierno socialista de Zapatero, con el nombramiento de Cristina Narbona, que podemos hablar de una auténtica Ministra de Medio Ambiente. Una Ministra sensibilizada, preocupada y decidida a intentar resolver algunos de los principales problemas ambientales, pero que ha tenido que convivir con un Gobierno que mayoritariamente se ha dedicado a ponerle zancadillas y a condicionar muchas de sus decisiones.

Es evidente que entre 2004 y 2008 han sido diversas e importantes las decisiones de este Ministerio que desde Ecologistas en Acción no compartimos y hemos criticado públicamente. Por ejemplo, una estrategia de cambio climático que perpetúa el modelo energético actual; una política de costas anclada en el pasado y que se ha demostrado permisiva con la destrucción del litoral; una gestión del agua que, aunque supuso la derogación del trasvase del Ebro, se ha sustituido por la construcción de desaladoras sin limitar la demanda de agua; una política de residuos continuista y que no incluye medidas para reducir su generación ni la recogida selectiva de la materia orgánica; y una excesiva permisividad ante algunos proyectos aberrantes, como por ejemplo el Puerto de Granadilla. Aunque no debemos olvidar que también estas decisiones han estado muy condicionadas por otros ministerios, por los gobiernos autonómicos y por el propio Partido Socialista.

De hecho, durante estos años las principales amenazas para el medio ambiente han venido encabezados por otros ministerios, destacando por su gravedad el Plan Estratégico de Infraestructuras y Transporte (PEIT) del Ministerio de Fomento, la política energética continuista del Ministerio de Industria –incumpliendo la promesa de Zapatero de establecer un calendario de cierre progresivo de las centrales nucleares–, y una política económica globalizadora y que defiende a de las transnacionales españolas en sus actuaciones destructoras del planeta.

Precisamente por haberse desarrollado en este contexto gubernamental tan agresivo hacia el medio ambiente, tienen mayor mérito algunas actuaciones desarrolladas por Cristina Narbona y su equipo en estos años. Aunque no sea el aspecto más importante, uno de los grandes avances se ha producido en su relación con las organizaciones ecologistas, demostrando que la participación no es una utopía, y que la colaboración con los grupos ecologistas no sólo es posible sino imprescindible para defender nuestro patrimonio natural y avanzar hacia la sostenibilidad.

También hemos disfrutado estos años de un Consejo Asesor de Medio Ambiente útil y ejemplar. Pero además de la participación, esta Ministra y su equipo han sido responsables de algunas de las primeras y más importantes evaluaciones de impacto ambiental negativas a infraestructuras, especialmente de carreteras y grandes embalses; se ha garantizado el abastecimiento de agua a las poblaciones frente a otros usos productivos (agricultura, industria, etc.); se ha empezado a hacer una cierta gestión ambiental de los ríos y se han puesto trabas a determinados desarrollos urbanísticos que no contaban con los recursos hídricos necesarios para su abastecimiento (más de 300.000 viviendas).

Además, el Ministerio ha desarrollado una amplia actividad legislativa, elaborando 10 nuevas leyes entre las que destacan la Ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad y la Ley de Parques Nacionales, que marcarán la conservación de la naturaleza durante, al menos, las dos próximas décadas. Otras nuevas leyes que merecen ser destacadas son la Ley de Aarhus y la Ley de Responsabilidad Ambiental. Por otra parte, pese a nuestra valoración negativa de las políticas de costas, es justo reconocer la elaboración en el último año de la Estrategia para la Sostenibilidad de la Costa que, aunque tardía, supone un importante avance.

Precisamente esta Estrategia para la Sostenibilidad de la Costa, junto con una gestión algo más racional del agua, son las dos principales causas de que desde las propias filas del PSOE se haya pedido, y logrado, la cabeza de Cristina Narbona.

Aunque algunos pensamos que se ha quedado todavía lejos de alcanzar todos sus objetivos, es claro que la Ministra ha desarrollado una actividad intensa, especialmente si lo medimos por el número de enemigos que se ha granjeado dentro de su propio partido. Y, por si alguien no lo ha adivinado, quienes la pusieron en la picota no lo han hecho por considerar insuficientes sus esfuerzos en pro de la sostenibilidad, sino que han sido aquellos que no quieren derribar las construcciones ilegales en la costa, o desean más embalses y trasvases, más autovías y autopistas, o los que criticaron sus declaraciones antitaurinas o aquellos que disentían de sus planteamientos contrarios a la energía nuclear.

Nuevo Gobierno

Tras las Elecciones Generales del pasado marzo y la reelección de José Luis Rodríguez Zapatero como presidente, las organizaciones ecologistas le solicitamos que su nuevo Gobierno diese un giro hacia la sostenibilidad. Para ello le propusimos la creación de una vicepresidencia de sostenibilidad, que compatibilizase el bienestar con el respeto al medio ambiente, reforzando el Ministerio de Medio Ambiente con más competencias y recursos. Es obvio que Zapatero ignoró estas peticiones. Ya en el discurso de investidura como Presidente del Gobierno, manifestó su apuesta por las grandes infraestructuras de transporte, la gestión insostenible del agua, la falta de ambición en políticas de reducción del consumo energético o la apuesta por internacionalizar más la economía española.

Pocos días después se anunció la creación de un nuevo Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, que tiene su sede en el antiguo Ministerio de Agricultura, a cargo de Elena Espinosa, la anterior Ministra de Agricultura. A ello se sumó a finales de abril el nombramiento de los altos cargos (que en su gran mayoría ya estaban en Agricultura), y la autorización del trasvase del Ebro a Barcelona.

Para Ecologistas en Acción resulta evidente que este nuevo Ministerio supone un paso atrás, al unificar las competencias de medio ambiente, agricultura y pesca, y quitar prioridad al avance hacia la sostenibilidad. El Presidente del Gobierno pasó en pocas semanas de coquetear con la creación de una vicepresidencia de sostenibilidad, a diluir el Ministerio de Medio Ambiente, poniendo a su frente a Elena Espinosa, quien ha destacado en Agricultura, Pesca y Alimentación por ser refractaria hacia las consideraciones ambientales, apostando por una agricultura productivista e industrial y fuertemente consumidora de agua, así como por los cultivos transgénicos.

Por ello precisamente resulta tan preocupante que las políticas de agua y biodiversidad dependan del Secretario de Estado de Medio Rural y Agua, Josep Puxeu, anterior Secretario General de Agricultura y Alimentación, y que las políticas de costa y biodiversidad marina dependan de Juan Carlos Martín Fragueiro, anterior Secretario General de Pesca Marítima y ahora Secretario de Estado del Mar. Ante esta situación las organizaciones ecologistas tenemos que estar más atentas que nunca a las primeras decisiones de este Ministerio, que marcarán nuestra relación durante la presente legislatura.

Pero nuestra preocupación no se debe sólo al nuevo Ministerio de Medio Ambiente, sino también a la composición del nuevo Gobierno, más neoliberal y menos social. La continuidad de algunos ministros en sus cargos demuestra el continuismo de las políticas insostenibles de la anterior legislatura. Son especialmente graves los nombramientos de Magdalena Álvarez, otra vez Ministra de Fomento, que acelerará aún más la ejecución del PEIT; la continuidad de Solbes y su apuesta neoliberal en el Ministerio de Economía; y la permanencia de Moratinos en Exteriores, manteniendo así el apoyo a las transnacionales españolas en el extranjero y el envío de tropas a Afganistán.

En cuanto a las nuevas incorporaciones, destacan las primeras declaraciones realizadas por Celestino Corbacho, nuevo Ministro de Trabajo e Inmigración, en referencia al endurecimiento de la represión migratoria, así como el nombramiento de Miguel Sebastián en Industria, que refuerza el giro neoliberal del Gobierno y puede suponer un retroceso en el necesario cierre de las centrales nucleares.

Para finalizar, resulta también muy clarificador del signo del nuevo Gobierno que las dos únicas salidas hayan sido las de Javier Caldera y Cristina Narbona, los dos ministros declarados antinucleares y los más socialistas del primer Gobierno de Zapatero.