Ante los cambios del clima, los ecosistemas y sus especies tienen dos alternativas para sobrevivir: desplazarse a zonas más favorables o adaptarse a los cambios. La primera es complicada ante la fragmentación artificial del territorio. Por su parte, la rapidez de los cambios previstos reduce también la viabilidad de ambas opciones.

Joaquín Reina, coordinador del Área de Conservación de la Naturaleza de Ecologistas en Acción. El Ecologista nº 54

El cuarto informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, recientemente divulgado, confirma el aumento de las temperaturas en un margen entre 2ºC a 4,5ºC para finales de siglo, la reducción de la superficie con nieve en el mundo, la disminución de los glaciares, la reducción del número de noches frías y el aumento de las más cálidas. Respecto a los impactos sobre la biodiversidad, las evidencias cada día son más manifiestas. Se están observando cambios fenológicos en animales y plantas en diversos puntos de la geografía mundial, incluida España, circunstancia que empieza a despertar interés y preocupación.

Biodiversidad en España

Con respecto a los países próximos, el Estado español se puede considerar uno de los puntos calientes de biodiversidad, tanto por su diversidad de especies como por su grado de endemicidad. En el territorio español se distinguen tres regiones corológicas o biogeográficas: eurosiberiana, mediterránea y macaronésica. A la región eurosiberiana pertenecen algunas de las comarcas más septentrionales, en concretos la galaico-cantábrico-pirenaicas. El resto del Estado, excepto el archipiélago canario, estaría dentro del ámbito de influencia de la región biogeográfica mediterránea.

Las zonas dominadas por la región eurosiberiana se encontrarían potencialmente cubiertas por bosques de frondosas caducifolias, como hayas, robles, serbales, arces, fresnos, etc. En estas áreas se localizan intercalaciones de bosques subesclerófilos, incluso esclerófilos. Las comunidades botánicas en las áreas de influencia de la Iberia húmeda han optado por una estrategia planocaducifolia, relacionada con la superación del periodo invernal.

El resto del territorio, con la excepción de Canarias, está bajo el dominio de la Iberia seca, un amplio espacio físico dominado en términos generales por las formaciones esclerófilas. Los bosques planoesclerófilos, donde predominan encinas y/o alcornoques, están adaptados a un estrés climático caracterizado por la irregularidad en la distribución de las lluvias y un periodo de nulas precipitaciones coincidiendo con el periodo en que se alcanzan las temperaturas más elevadas. El dominio de la encina y el alcornoque se ve usurpado por formaciones de robles marcescentes, como los robles melojos y los quejigos, en las zonas con mayor disponibilidad de agua, por bosquetes de sabinas en las parameras interiores y por formaciones termófilas compuestas por acebuche, algarrobo y palmito, entre otras especies.

Las Islas Canarias, en la región macaronésica, reúnen unas condiciones ecológicas singulares y diversas que han favorecido la presencia de especies de flora y fauna únicas. Destacan las comunidades subtropicales, los sabinares, los bosques de pino canario y las formaciones de laurisilva tropical.

La gran variedad de componentes en el medio físico español tiene su traducción en una gran diversidad biológica. Un ejemplo claro de la importancia de la biodiversidad en España es la identificación de más del 65% de los tipos de hábitats que se recogen en la Directiva 92/34 y más del 50% de los hábitats considerados prioritarios por el Consejo de Europa. En nuestro territorio se encuentran más de 8.000 especies de plantas vasculares, lo que representa el 85% del total de especies que se pueden identificar en el conjunto de la Unión Europea. Además, 1.500 especies de plantas son endémicas y otras 500 son compartidas sólo con el norte del continente africano. En el archipiélago canario el porcentaje de endemismos vegetales alcanza el 15%. En cuando a especies animales, se estima que existen unas 68.000 especies, de las que poco más de 1.000 son vertebrados y el resto invertebrados. En las Islas Canarias el 44% de las especies son endémicas. El fenómeno de la endemicidad en las comunidades presentes en España multiplica su valor e importancia.

Migración o adaptación rápida

Los impactos directos sobre las comunidades vegetales previsiblemente se manifestarán a través de un alargamiento del periodo de actividad e incremento de su productividad, y en la disminución de la disponibilidad hídrica. Las estimaciones y estudios de simulación realizados señalan que el primer efecto descrito se localizará en la zona norte peninsular mientras que el segundo afectará más a la mitad meridional.

Las consecuencias directas de la subida de las temperaturas para las plantas suponen la ampliación del periodo de la actividad vegetativa, lo que en las áreas sin limitaciones hídricas originará una mayor productividad potencial. La adaptación a un régimen diferente de temperaturas conllevará cambios y adaptaciones fenológicas, resultando difícil predecir las respuestas a un ambiente cambiante, siendo diferentes entre especies e incluso entre individuos de la misma especie.

Se esperan cambios en los inicios de los periodos de foliación, floración y fructificación o el retraso de la pérdida de las hojas ante el alargamiento del buen tiempo, como ocurre con las plantas cultivadas en jardines, plazas y calles de muchos pueblos y ciudades. O todo lo contrario, allí donde se alcanzan temperaturas extremas y se acentúa el estrés hídrico –como ya ocurre en numerosos jardines de la España meridional– se viene observando el decaimiento o abscisión foliar en pleno mes de agosto, como estrategia extrema de las plantas para minimizar la pérdida de agua.

El adelanto de los periodos críticos del ciclo biológico de las especies vegetales conllevará un mayor riesgo ante heladas tardías que pueden resultar especialmente dañinas en las zonas de montaña, precisamente unos de los espacios físicos más frágiles y vulnerables al cambio global que se avecina.

Sin embargo, la previsible reducción de disponibilidad de agua y sus impactos sobre las comunidades vegetales es, casi con toda seguridad, la mayor de las preocupaciones respecto a los impactos directos del cambio climático. El ascenso de las temperaturas reducirá aún más la productividad primaria neta en la región mediterránea, al incrementarse las tasas de evapotranspiración. Esto es especialmente grave en numerosas zonas influenciadas por el clima mediterráneo, donde las tasas de evapotranspiración y de precipitación son prácticamente iguales. Si a eso le unimos que los modelos climáticos prevén, además, un aumento de la frecuencia e intensidad de los periodos de sequía, los cambios estructurales y funcionales de determinados ecosistemas pueden resultar dramáticos.

Indirectamente, se prevé que el número de incendios forestales y la intensidad de sus efectos sean aún mayores a las actuales. La mayor presencia del fuego como agente perturbador en el medio natural, además de otras graves consecuencias, puede acelerar las sustituciones entre especies o entre tipos de vegetación con diferente grado de adaptación a las nuevas condiciones climáticas.

En lo que respecta a los posibles efectos del cambio climático sobre las especies animales parece que se da un elevado nivel de consenso en que existen dos escenarios futuros de efectos sobre la biodiversidad de vertebrados. Los ecosistemas migrarán o se desplazarán en función del clima, o bien los ecosistemas se adaptarán y moldearán a las nuevas condiciones climáticas. El primer escenario resulta poco creíble si tenemos en cuenta la acusada fragmentación del territorio español y, por tanto, de los hábitats y ecosistemas. Es más, en la actualidad ni tan siquiera está garantizado el intercambio genético entre las distintas especies silvestres debido a las discontinuidades artificiales originadas en el territorio. En los ecosistemas insulares la capacidad de respuesta será aún menor, quedando restringida a cambios de distribución de altitud, allí donde existan diferencias de cotas.

Por su parte, el segundo escenario no permite actualmente realizar predicciones serias por falta datos e información. Y eso que los efectos directos del cambio global son cada día más manifiestos. Se han detectado cambios fenológicos en poblaciones de vertebrados e invertebrados, dándose situaciones de desajustes entre especies con un elevado nivel de dependencia e interacción. También se han observado cambios en las áreas de distribución de algunas especies, tanto en altitud como en latitud. Estos cambios casi siempre se traducen en una reducción del área de distribución, con todo lo que ello implica de mayor vulnerabilidad de las especies antes el posible efecto acumulativo de varios agentes perturbadores (incendios forestales, inundaciones, etc.).

También existen datos que evidencian una mayor virulencia de los parásitos o el aumento de las poblaciones de especies invasoras, por estar en general mejor adaptadas a cambios ambientales bruscos. Algunas de los ecosistemas más vulnerables son precisamente los más diversos y ricos en fauna silvestre, como los humedales, las zonas costeras o de litoral, y los cursos de agua. Otros casos, como las zonas de montaña, representan un refugio de especies singulares o amenazadas de extinción.

Ninguna de las dos hipótesis que se manejan, ni el desplazamiento de áreas de distribución ni la adaptación rápida a las condiciones impuesta por el cambio climático parecen soluciones viables para la mayoría de las especies, según los expertos.

Evidencias del impacto del cambio climático sobre la biodiversidad

Ya es apreciable todo un cúmulo de evidencias directas, de cambios significativos en los ciclos vitales de plantas y animales. Estas evidencias son fácilmente visibles para los que observamos las estaciones del año, la llegada de las aves migratorias o para quienes estamos expectantes de la floración de los almendros. Si además tienes cierta edad, la información acumulada ayuda a una mejor y acertada interpretación de los cambios que están manifestando algunos seres vivos. Además, los trabajos de seguimiento sistematizados realizados por las instituciones y Administraciones Públicas confirman definitivamente que los efectos de cambio climático se deben de describir en términos verbales de presente, no de futuro. Relacionemos algunos de ellos.

  • Un claro signo de una posible situación de estrés acentuado por el cambio climático lo representa el fenómeno de la seca, que en España empezó a detectarse a principios de los años 80. Consiste en una defoliación y amarilleo de especies leñosas, con elevadas tasas de mortalidad en algunos casos. Hay un consenso entre los expertos de que la seca está determinada de forma clara por dos factores, el clima, que debilita a la planta y la hace más vulnerable al otro factor, los organismos patógenos.
  • En los Pirineos centrales se está observando una mayor frecuencia de septiembres secos en las décadas de los 70 y 80, cuyo efecto más visible y palpable es el decaimiento del abeto en forma de demolición y mortalidad prematura.
  • El aumento de las temperaturas, de la oscilación térmica y la disminución de las precipitaciones, junto a un aumento notable de la aridez primaveral –por la escasez de nevadas de noviembre a marzo– ha provocado una reducción del agua disponible y la muerte de 700 hectáreas cubiertas de pinar en la Sierra de Filabres, en Almería. Otras 10.000 hectáreas de la zona se encuentran en una situación de riesgo, según la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía.
  • Varios investigadores han comprobado como aumenta la procesionaria en Sierra Nevada, y con ella las consecuencias negativas para el pino silvestre. Las zonas más elevadas han sido espacios acotados a la procesionaria. Pero, con la subida de las temperaturas invernales se observan bolsones de color blanquecino –mecanismo que tiene la larva procesionaria para mantenerse caliente– en pinos silvestres hasta a 2.000 metros de altitud.
  • Determinadas especies de anfibios en Europa y Norteamérica están adelantando su periodo reproductivo. En España el inicio de este tipo de estudios con anfibios son recientes, pero todo apunta a que la tendencia es similar.
  • Se han observado numerosos cambios fenológicos en aves. Se trata tal vez del grupo faunístico, junto a los invertebrados, que evidencia de forma más nítida el impacto del cambio climático. Algunas especies están adelantado su periodo reproductivo, como se ha podido comprobar con una población de herrerillo común en el centro de la Península.
  • También se ha confirmado un descenso en el éxito reproductor, pérdida de condición de los pollos al emanciparse y menor reclutamiento de individuos en el papamoscas cerrojillo durante la última década y media.
  • Se ha constatado el retraso en la fecha de llegada primaveral para 6 especies de aves en los últimos 50 años. El número de individuos de especies migratorias sub-saharianas se está incrementando notablemente en los últimos años en la Península Ibérica.
  • La fecha de aparición de la mariposa blanca de la col –una plaga para los cultivos de las distintas especies de coles– se ha adelantado 11 días entre los años 1952 a 2000.
  • Desde 1988 se ha comprobado que en el noreste de España el periodo de inicio del vuelo en un elevado número de especies de lepidópteros ropalóceros se inicia antes.

Son sólo algunos ejemplos de las situaciones cambiantes que ya se vinculan con los efectos del cambio climático en España. Un impacto que se ve acentuado por la interacción con otros factores de tensión y de alteraciones como los cambios de uso del territorio, su fragmentación, la contaminación puntual y difusa, o la sobreexplotación de los recursos hídricos.

Bibliografía consultada
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- ECOLOGISTAS EN ACCIÓN. 2007: Incendios Forestales, análisis y propuestas.
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