Sin huertas

Distintos colectivos, entre los que se encuentra Ecologistas en Acción, están promoviendo una iniciativa para que Madrid deje de ser un desierto en lo referente a los huertos urbanos. Efectivamente Madrid es una de las pocas ciudades europeas que no cuenta con zonas de cultivo ecológico para que los ciudadanos puedan criar directamente sus verduras y frutales.

Antes de la explosión de población ocurrida en el siglo XX, Madrid se parecía mucho a las ciudades castellanas con pasado hispano-romano-musulmán como Toledo. Como aquéllas, también Madrid estaba situada en una loma dominante sobre la vega de un río, de tal modo que a su situación defensiva se añadía la existencia de una fértil vega, que compensaría en parte la pobreza de sus tierras, formada mayoritariamente de yesos de difícil cultivo. De ahí topónimos como la Cuesta de la Vega.

Muy poco queda de este Madrid rural, ese paisaje de huertas y sotos. Esas huertas estaban formadas, además de por las tierras de cultivo de hortalizas, por árboles de sombra, frutales, una alberca y un pozo con su correspondiente noria movida por un burro.

En el plano de Texeira (1654) se distinguen, además de las huertas de la Vega, “la huerta de Marqués de Palacios”, la “huerta de las Minillas”, las “huertas de Leganitos”, la “huerta de la Buitrera”, “la huerta de la Florida” la tela y la “huerta del Puente” y el Molino quemado.

Esta tradición hortelana se mantuvo hasta finales del siglo XIX y mediados del XX, cuando Madrid no había perdido un cierto carácter de ciudad tradicional, lo que le hizo decir al geógrafo Manuel de Terán: “un mundo de formas orgánicas y orgánicamente trabada con el paisaje natural viene a batir a las puertas de las murallas y penetra en su interior en forma de huertas y jardines”.

La ciudad fue transformándose y creciendo lo largo del siglo XX y muchas de aquellas huertas desaparecieron o pasaron a ser viveros o jardines. Más tarde el urbanismo salvaje posterior a la guerra civil y la tecnocracia de los años sesenta y setenta fueron deformando estos entornos huertanos hasta el extremo en el que han llegado hasta nosotros.

En los años ochenta del siglo XX hubo algunas iniciativas positivas intentado recuperar estas huertas urbanas y la formación hortelana y jardinera, pero desde la perspectiva de la Educación Ambiental. Así nacieron varios Talleres-Escuela en la Quinta de los Molinos, en la Quinta de los Osuna “el Capricho”, en los Huertos Urbanos de Vallecas de la calle Miguel Hernández, en los Huertos Urbanos de San Fermín… Estas experiencias tuvieron desigual futuro y pocas todavía continúan, como los Huertos Urbanos de San Fernando de Henares.

Desde los diferentes grupos que forman esta iniciativa para promover los Huertos Urbanos en Madrid lamentamos que esta fuerte carencia en la capital. Efectivamente, Madrid es una de las pocas ciudades europeas que no cuenta con zonas de cultivo ecológico para que los ciudadanos puedan criar directamente sus verduras y frutales.

Además, Madrid es una ciudad que necesita repensar sus parques públicos, llenos de insostenibles praderas de césped, y cambiarlos por otro tipo de jardinería en la que los huertos tendrían cabida y jugarían un papel importante, más aun en estos momentos en que la crisis requiere de nuevo la implicación crítica de los ciudadanos en el cuidado de los parques pues estan amenazadas los puestos de trabajo de muchos jardineros y por tanto el mantenimiento de la actual red de parques públicos.

Pero la línea del actual Gobierno Municipal va en dirección contraria. Por ejemplo, se está ajardinando la zona situada encima de la M-30 subterránea (proyecto Madrid-Río) con más de lo mismo. Una jardinería insostenible que no contempla ni un solo metro cuadrado de huertas urbanas. Se llena así la ribera del Manzanares de pinos, praderas e infraestructuras de ocio pasivo, sin permitir que jubilados, parados, niños y jóvenes puedan disfrutar del contacto con la tierra y del goce de cultivar sus hortalizas.


Antecedentes de las huertas madrileñas

Antes de la explosión de población ocurrida en el siglo XX, Madrid se parecía mucho, seguramente, a las ciudades castellanas de Al-Andaluz, con pasado hispano-romano-musulmán como Toledo.

Como aquéllas, también Madrid estaba situada en una loma dominante sobre la vega de un río, de tal modo que a su situación defensiva se añadía la existencia de una fértil vega, que compensaría en parte la pobreza de sus tierras, formada mayoritariamente de yesos de difícil cultivo, de hay topónimos como la Cuesta de la Vega.

Muy poco queda de este Madrid rural, ese paisaje de huertas y sotos que se puede reconstruir a través de las fuentes bibliográficas y documentales.

Una carta del rey Alfonso X fechada en 1277 se refiere a unas casas, unas huertas, unos olivares y viñas en la Puerta de Guadalajara, la cual estaba situada en la actual calle Mayor, a la altura del actual mercado de San Miguel.

En 1380 el Consejo de la Villa redactó unas ordenanzas para poner remedio a los daños en los “panes” sembrados, las viñas, los huertos, los frutales y otros árboles “Sy ganado mayor o menor entrare o finiere daño en las huertas de Madrid o de su termino, e lo finiere en lo sembrado, que peche el dueño del ganado de la caloña… e sy estos ganados sobre dichos finieren daño en los árboles de las huertas royendolos o quebrandolos, que peche su dueño del ganado diez maraveds por cada cabeça…”

Documentos del siglo XIV nos hablan de más de treinta plantas cultivadas en las huertas madrileñas: azafran, arvejas, garbanzos, habas, coles, nabos, melones, pepinos, cohombros, lechugas, puerros, zanahorias…

Entre los árboles frutales se citan: albaricoques, almendros, cerezos, duraznos, granados, higueras, membrillos, nogales, olivos, manzanos, perales, vides…

En 1566 Jerónimo de Algora, jardinero real, cita: piruétanos, ciruelos, duraznos, melocotones, guindos, membrillos y manzanos.

Ya en el siglo XVI, los parajes de la vega del Manzanares conocidos tradicionalmente como la Xagra y el Alvega sufrieron cambios importantes debido a las compras de las mismas por parte del rey Felipe II. Las huertas que se extendían alrededor de la ciudad de Madrid sobre todo en la vega del río Manzanares, ocupaban todavía algunos solares dentro de las murallas. Cerca de la calle Segovia aparecen en el plano de Antón Van Den Wyngaerde hacía 1560 unas huertas, seguramente las “huertas del Pozacho”, las cuales aparecen citadas a menudo en la documentación medieval.

Estas huertas estaban formadas además de por las tierras de cultivo de hortalizas, por árboles de sombra, frutales, una alberca y un pozo con su correspondiente noria movida por un burro. Este es el caso de una huerta situada entre la Casa de Campo y la Ribera del Manzanares comprada por Felipe II en 1560, tenía esta huerta álamos blancos y negros (olmos), un pozo de noria empedrado de cal y canto con su pozo y cincuenta árboles frutales. Es interesante señalar que el Rey pagó por la noria 18.750 maravedíes, casi la tercera parte del valor de la huerta, 65.000 maravedíes; la huerta tenía una superficie de seis fanegas y media, aproximadamente dos hectáreas.

En su Historia de la villa de Madrid, Jerónimo de la Quintana (1570-1644) afirma que en Madrid había quintas, huertas y jardines particulares “sin número”, además de “grande frescura y amenidad de sotos”. Del Manzanares dice Quintana “que si bien no es caudaloso, es apacible, sin perjuycio, y agradable”.

En el plano de Texeira (1654) se distinguen además de las huertas de la Vega “la huerta de Marqués de Palacios”, la “huerta de las Minillas”, las “huertas de Leganitos”, la “huerta de la Buitrera”, “la huerta de la Florida” la tela y la “huerta del Puente” y el Molino quemado.

Esta tradición hortelana se mantuvo según recoge José Quer y Cosme Martín de Fuentidueñas en su Agricultura de hortaliza entre otros a lo largo del siglo XVII y XVIII, citando José Quer en su Flora Española, la gran diversidad de árboles y arbustos cultivados en los alrededores de Madrid y en sus huertas.

A mediados del siglo XIX y según Pascual Madoz existían aún fuera de la cerca de la ciudad “70 casas de huerta y recreo”. Esas huertas se repartían en 506 fanegas correspondientes a 79 huertas particulares y 444 fanegas a ocho huertas pertenecientes al Patrimonio Real lo que traducido a unidades actuales significa un total de 325 hectáreas.

La conclusión es que por lo menos hasta finales del siglo XIX y mediados del XX Madrid no perdió un cierto carácter de ciudad tradicional lo que le hizo decir al geógrafo Manuel de Terán lo siguiente “un mundo de formas orgánicas y orgánicamente trabada con el paisaje natural viene a batir a las puertas de las murallas y penetra en su interior en forma de huertas y jardines”.

La ciudad fue transformándose y creciendo lo largo del siglo XX y muchas de aquellas huertas desaparecieron o pasaron a ser viveros o jardines, más tarde el urbanismo salvaje posterior a la guerra civil y la tecnocracia de los años sesenta y setenta fueron deformando estos entornos huertanos hasta el extremo en el que han llegado hasta nosotros.

En los años ochenta del siglo XX hubo algunas iniciativas positivas intentado recuperar estas huertas urbanas y la formación hortelana y jardinera, pero desde la perspectiva de la Educación Ambiental, así nacieron varios Talleres-Escuela en la Quinta de los Molinos, en la Quinta de los Osuna “el Capricho”, en los Huertos Urbanos de Vallecas de la calle Miguel Hernández, en los Huertos Urbanos de San Fermín…. estas experiencias tuvieron desigual futuro y aún continúan algunas de las pioneras como los Huertos Urbanos de San Fernando de Henares que siguen funcionando.

Desde los diferentes grupos que forman esta iniciativa lamentamos que la ciudad de Madrid no tenga Huertos Urbanos. Efectivamente Madrid es una de las pocas ciudades europeas que no cuenta con zonas de cultivo ecológico para que los ciudadanos puedan criar directamente sus verduras y frutales.

Además Madrid es una ciudad que necesita repensar sus parques públicos, llenos de insostenibles praderas de césped, y cambiarlos por otro tipo de jardinería en la que los huertos tendrían cabida y jugarían un papel importante, más aun en estos momentos en que la crisis requiere de nuevo la implicación crítica de los ciudadanos en el cuidado de los parques pues estan amenazadas los puestos de trabajo de muchos jardineros y por tanto el mantenimiento de la actual red de parques públicos.

La línea del actual Gobierno Municipal va en dirección contraria, ya que se está ajardinando la zona situada encima de la M-30 subterránea (proyecto Madrid-Río) con más de lo mismo. Una jardinería insostenible que no contempla ni un solo metro cuadrado de huertas urbanas. Llenaran la ribera del Manzanares de pinos praderas e infraestructuras de ocio pasivo, sin permitir que jubilados, parados, niños y jóvenes puedan disfrutar del contacto con la tierra y del goce de cultivar sus hortalizas.

Luciano Labajos Sánchez, Ecologistas en Acción