Urgen alternativas sociales que se opongan al modelo que provoca el cambio climático

Pablo Cotarelo, responsable de Cambio Climático de Ecologistas en Acción

El fracaso de Copenhague no es un fracaso más de una Cumbre del Clima sino que puede significar un punto de inflexión en la forma de entender el proceso internacional para afrontar el reto del cambio climático. Así, ahora es más patente el riesgo de que la lógica geopolítica domine la toma de decisiones sobre cambio climático, en lugar del espíritu democrático que sería el adecuado para un proceso internacional de negociación sobre bases científicas.

La conferencia de Copenhague era la esperanza para forzar el descenso de la curva de emisiones de gases de efecto invernadero durante la década entrante de forma que el aumento de la temperatura media global no supere los 2 ºC [1], evitándose así los impactos más peligrosos del cambio climático. En rigor, el objetivo de Copenhague era doble. Por una parte, el proceso de negociación de la Acción Cooperativa a Largo Plazo se enfrentaba a que entre todos los países se alcanzase de manera completa, eficaz y sostenida una solución coordinada para más allá de 2012. Así, respetando el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas entre países, y reconociendo el 4º informe del IPCC como referencia común, debía desarrollarse un acuerdo técnico y político que englobase los cuatro bloques acordados en la COP13 de Bali: mitigación, adaptación, transferencia de tecnología y financiación.

Paralelamente, transcurría el proceso de negociación del Protocolo de Kioto, donde se debían acordar las nuevas obligaciones legalmente vinculantes para que todos los países enriquecidos, recogidos en el Anexo I del Protocolo de Kioto, recortasen sus emisiones, más allá de los compromisos existentes para 2012 –según marca este protocolo– lo que supondría un segundo período de cumplimiento de Kioto.

Es ya historia que el resultado de Copenhague fue un reducido texto no adoptado formalmente por la Conferencia de las Partes (COP) debido a la falta de consenso para poder aprobarlo como decisión en firme de la propia Conferencia. La COP solamente tomó nota del texto presentado, lo que expresa que no es propiamente un acuerdo, ni política ni jurídicamente vinculante. De hecho, la COP tampoco fue capaz de acordar un mecanismo para adoptar un instrumento legalmente vinculante en el futuro. A pesar de ello las negociaciones deberán continuar durante 2010, hasta llegar a la próxima COP16 en México.

Los hechos

Ahora bien, lo anterior no es más que una parte de lo ocurrido, la más visible y difundida quizás, pero no la única.

El lugar de celebración de la COP, el Bella Center, no podía albergar a más de 15.000 personas en buenas condiciones, a pesar de que la importancia de la cita aconsejaba un lugar mucho más amplio. Esto no impidió que el Secretariado de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático registrara con anterioridad al inicio de la misma a más de 45.000 personas de todo el mundo.

Las organizaciones sociales en general, y más concretamente las organizaciones ecologistas, formaron parte de la fundación del proceso de negociación internacional sobre cambio climático en el seno de Naciones Unidas. El movimiento ecologista ha venido alertando desde su aparición hace décadas de la necesidad de actuar urgentemente ante el mayor y más amplio síntoma de una realidad, la incompatibilidad entre la sobreexplotación de los recursos y la sobrecarga de los sumideros que genera el modelo socioeconómico, y un planeta finito, limitado. Cientos de miles de personas salieron a la calle en todo el mundo el Día de Acción Global (12 de diciembre) para exigir un acuerdo legalmente vinculante, ambicioso en el recorte de emisiones de los países industrializados, y justo para todos los habitantes del planeta. La movilización reunía de forma significativa, por primera vez en la historia de la lucha social contra el cambio climático y sus causas, a colectivos sociales del movimiento altermundista junto al movimiento ecologista más amplio.

Estas organizaciones sociales, que acudieron a la capital danesa en número superior a 20.000 personas para trabajar en la consecución de un acuerdo adecuado, sufrieron restricciones para entrar al recinto oficial de manera continua, arbitraria y sin información adecuada. El método de cupos que estableció y anunció sobre la marcha la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC en adelante) para poder acceder al Bella Center fue reduciendo el número de personas de estos colectivos hasta llegar a solamente 90 el último día de las negociaciones oficiales.

Por otra parte, durante el último día de negociaciones oficiales un reducido grupo de países influyentes, entre los que no se encontraba ninguno de la UE, se reunió para discutir un documento de 3 páginas que pasaría a denominarse Acuerdo de Copenhague. Tras varias tentativas y borradores, con contenidos cada vez más vagos y menos ambiciosos, dicho grupo presentó el documento al resto de países (más de 100), a los que el presidente de la COP concedió una hora para analizarlo y aprobarlo.

La CMNUCC acordó en sus inicios unos principios básicos que rigen el funcionamiento de las negociaciones. Dos de estos principios son: la responsabilidad histórica sobre el cambio climático y la toma de decisiones por consenso (o ausencia de desacuerdo).

En Copenhague estos dos principios fueron ignorados. En primer lugar, la responsabilidad sobre la generación del cambio climático corresponde a los países llamados industrializados (EE UU, UE, Canadá, Australia, etc.), que reúne a un 25% aproximadamente de la población mundial, y que aún hoy siguen teniendo unas emisiones por habitante muy superiores a cualquiera de los países llamados emergentes, como China, India o Brasil. Sin embargo, muchas de las acusaciones surgidas en los países enriquecidos señalaban a China como responsable en igual medida que EE UU de no comprometerse.

En segundo lugar, la toma de decisiones en el plenario de la Convención por consenso fue criticada por el grupo de países promotor del texto Acuerdo de Copenhague ya que la oposición de los países del ALBA [2] (principalmente Bolivia y Venezuela), Sudán y algunos países de AOSIS [3], impedía su aprobación, a pesar de ser ésta una práctica habitual en este foro.

Los hechos anteriores se presentaron como piezas de puzzle que se van descubriendo casual y progresivamente y que, si se van uniendo, conforman un paisaje completo y coherente. Un paisaje que muestra: represión policial a la expresión de opiniones y declaraciones de intenciones, a las movilizaciones sociales y las acciones directas no violentas; restricción a la entrada y participación de las organizaciones sociales acreditadas; e intento de imposición de un acuerdo diseñado por un reducido grupo de países influyentes. Es muy probable que, sin darse la represión y las restricciones, la imposición del acuerdo no se hubiera producido. Parece razonable concluir, por tanto, que las decisiones tras los hechos seguían una lógica común en la que la presencia de la sociedad molestaba.

Punto de inflexión

Transcurridas unas semanas desde la finalización de la COP15 se puede mirar al futuro y empezar a extraer algunas conclusiones sobre la tendencia que puede empezar a marcar lo sucedido en Copenhague.

El razonamiento sería el siguiente: si se hace lo que establece la ciencia según la senda marcada por la CMNUCC, las condiciones socioeconómicas mundiales dan un vuelco. El nivel de reducciones que plantea el IPCC para los países industrializados y las necesidades de financiación de éstos a los países empobrecidos siguiendo los plazos que refleja su 4º Informe, supone la pérdida de privilegios para las empresas más influyentes del mundo, [4], cuya nacionalidad pesa, y mucho, en las decisiones de sus países de origen. Consecuencia: cuando el proceso de negociación se acerca a los momentos decisivos, los países hegemónicos pueden cambiar las reglas.

El esquema esbozado en los últimos años en el seno de la CMNUCC, y más concretamente a raíz del Plan de Bali (2007), muestra que la negociación es percibida como un juego de suma cero (unos ganan y otros pierden) donde los hegemónicos [5], al no conseguir la descarbonización [6] de sus sociedades en tiempo y forma adecuados, consideran que reducir sus emisiones un 40% respecto a 1990 en 2020 es, sencillamente, perder. Seguidamente, éstos comienzan a buscar soluciones fuera del marco de la CMNUCC, y entran en juego extrañas alianzas entre países, bajo la lógica de las relaciones y los intereses geopolíticos. Esto explicaría, por ejemplo, la reunión EE UU-China en Singapur en noviembre de 2009 [7] y su confluencia de decisiones en Copenhague, la participación posterior de India y Brasil, la exclusión de la UE del proceso de discusión de la propuesta de acuerdo, y su práctica humillación al aceptar, sin pestañear apenas, el mal llamado Acuerdo de Copenhague.

Una posible explicación al inicio de estas maniobras geopolíticas se halla en la deuda que EE UU tiene contraída con China [8] y en las relaciones económico-comerciales entre estas dos potencias. Tampoco se puede obviar que entre las dos controlan el 65% de la producción mundial de carbón, el 21% de la de gas y el 12% de la de petróleo [9], cuyo uso se encuentra detrás del cambio climático.

Si analizamos las alianzas producidas en Copenhague, veremos que las principales se realizaron entre el gran hegemónico en declive (EE UU) y los emergentes, es decir, en orden decreciente de influencia económica y militar, China, India y Brasil. En este contexto, la UE se quedó fuera del grupo de decisión porque, entre otras razones, políticamente tenía una posición débil por las fracturas y contradicciones internas y su escasa capacidad de reacción, y porque militarmente no supone un peligro sustancial.

Las consecuencias de un nuevo escenario en el que la lógica geopolítica domine la toma de decisiones incluyen la pérdida progresiva del espíritu democrático en el proceso internacional de negociación sobre cambio climático y una multiplicación de los conflictos, tanto en variedad como en cantidad. Conflictos relacionados con el acceso a recursos naturales y con los impactos del cambio climático y sus consecuencias, pero también con las resistencias del sistema establecido en su lucha por mantener indefinidamente los privilegios conseguidos a través de la explotación de los combustibles fósiles [10]. De la combinación del dominio cada vez mayor de la lógica geopolítica y el aumento de conflictos en el ámbito climático surgirá muy probablemente la manera de afrontar las relaciones internacionales en el futuro.

Sin embargo, de seguir la tendencia actual de comunicación social, dichos conflictos serán escamoteados, se harán inaudibles e invisibles, y la gran sociedad industrializada quedará rodeada de un cordón de lenguaje anestésico. Además, los conflictos presentados como problemas con solución numérica, implican la búsqueda de unas soluciones únicas y matemáticas para cada uno de ellos. En consecuencia, los conflictos, verdaderos “asuntos de la colectividad, se segmentan en una serie de problemas técnicos” [11], cuya búsqueda de soluciones se circunscribe, en el mejor de los casos, a espacios formales de control democrático, como los Parlamentos, quedando fuera del alcance real de la sociedad.

Todavía más lejos del alcance de la sociedad podría quedar el debate climático en el caso de que se extendiese y generalizara la represión a la que fueron sometidas las organizaciones sociales en Copenhague, ya de por sí rechazable. Sería inaceptable que así fuese, y que se utilizara la presencia del movimiento altermundista de excusa para ello.

Respuesta social

Un gran número de organizaciones sociales de todo el mundo, el mayor en la historia, dedicaron muchos de sus esfuerzos en 2009 a la lucha contra el cambio climático en el camino hacia Copenhague, e incluso en la misma ciudad danesa. El reto al que se enfrentaban estaba claro: empujar a los países enriquecidos a asumir sus responsabilidades, fundamentalmente en lo relativo a reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en el corto (2020) y medio plazo (2050) y a la financiación a los países del Sur global para saldar la deuda de carbono que aquéllos tienen contraída con éstos históricamente. La agenda de trabajo estaba definida por las reuniones intersesionales [12] de la propia CMNUCC a lo largo de todo 2009. La respuesta social se articuló mejor que nunca entre organizaciones de todo tipo, desde las ecologistas y de cooperación hasta las sindicales y altermundistas. Quedó probado también así que el cambio climático es un gran reto social, ni tecnológico ni científico, tanto para las sociedades de los países enriquecidos como para las del Sur, y que las respuestas requieren la acción coordinada de las organizaciones sociales.

El trabajo que se presenta en este 2010 es bastante más ambiguo e indefinido, y la agenda oficial no sirve porque se ha esfumado. Es ahora cuando comienza el verdadero reto social, con la negociación internacional en punto muerto y el camino repleto de riesgos y trampas del poder establecido, y sus negacionistas y demás intereses. Es el momento de identificar las prioridades de actuación, afianzar y extender las alianzas entre organizaciones sociales, y pasar a liderar un proceso que corre el serio peligro de abandonar el multilateralismo y el consenso en el seno de Naciones Unidas para convertirse en una serie de reuniones cerradas de grupos selectos de países al estilo del G8 o el G20.

Más que nunca es necesaria la creación y la multiplicación de alternativas sociales que contraponer al modelo socioeconómico que ha provocado el cambio climático. Creación de nuevos modos de convivencia y organización social glocales [13], de espacios alternativos de comunicación para hacer llegar a la sociedad la realidad multidimensional del cambio climático y su lucha, de movilización urgente de la sociedad en torno a objetivos concretos. En definitiva, las organizaciones sociales tienen la necesidad de confluir y ambicionar soluciones reales al cambio climático, porque la sociedad mundial así lo requiere.

Notas

[1] Los 2º C respecto a la época preindustrial. Hasta ahora la temperatura global ha aumentado 0,74º C según el informe de 2007 del IPCC (Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, en sus siglas en inglés) www.ipcc.ch/pdf/assessment-report/ar4/syr/ar4_syr_sp.pdf

[2] Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América.

[3] Asociación de Pequeñas Islas Estado, en sus siglas en inglés.

[4] Según la Revista Forbes, de las 10 empresas más poderosas del mundo, al menos 6 obtienen sus beneficios de actividades causantes del cambio climático, y dos más son bancos, que se benefician de las actividades de las anteriores en buena medida.

[5] Con este nombre se pretende denominar a los países enriquecidos o industrializados, una de cuyas características principales es la obtención y mantenimiento de privilegios políticos, sociales y económicos a nivel mundial.

[6] Desligar la calidad de vida de la sociedad de las emisiones de dióxido de carbono, y el resto de gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático.

[7] “EE UU y China desactivan Copenhague”, El País, 16/11/09

[8] “El gigante asiático es el principal tenedor de bonos estadounidenses y acapara el 33% de las reservas de dólares mundiales”. En Ramón Fernández Durán, Luis González Reyes y Luis Rico Gª-Amado (2008) “Crisis global”, Ecologista nº 59.

[9] Internacional Energy Agency: Key World Energy Statistics 2009.

[10] Pablo Cotarelo (2008) “Los conflictos del cambio climático”. Boletín ECOS nº5, Centro de Investigaciones para la Paz (CIP-Ecosocial).

[11] Eric Hazan (2007): LQR, La propaganda de cada día. La oveja roja.

[12] Reuniones celebradas entre dos Conferencias de las Partes (COP).

[13] Glocal es un término que integra las palabras global y local y que expresa precisamente la articulación entre estos dos niveles, es decir, la localización de lo global.