La globalización de los mercados favorece la formación de nuevas cepas de virus de origen animal.

Esther Blanco y Juan Bárcena, investigadores del Centro de Investigación en Sanidad Animal del INIA y miembros de Ecologistas en Acción. Revista El Ecologista nº 63

El aspecto más previsible del virus de la gripe es su imprevisibilidad. Cuando la atención estaba centrada en la amenaza del surgimiento de un virus pandémico de origen aviar (H5N1) en Asia, un nuevo virus de origen porcino ha emergido en Norte América, y se expande sin control por todo el planeta. Por otro lado, muchas voces critican los recursos (y el gran negocio para algunos) que supone la canalización de fondos hacia esta pandemia, en comparación con otras enfermedades que afectan a sectores enormes de la población.

El virus de la gripe tiene dos proteínas de membrana: la hemaglutinina (H) y la neuraminidasa (N) frente a las que se dirige la respuesta inmune del organismo infectado. Actualmente se conocen 16 subtipos de la proteína H y 9 de la proteína N (la respuesta inmune frente a un subtipo no protege frente a los demás). En aves acuáticas, los hospedadores naturales del virus, circulan todos los subtipos sin causar enfermedad (Fig. 1). Ocasionalmente algunos virus saltan la barrera de especie y se establecen en mamíferos y aves de corral causando enfermedades de distinta severidad. Los virus de la gripe circulantes en humanos durante el último siglo se encuadran en los subtipos H1, H2 y H3. En cerdos circulan cepas estrechamente emparentadas con las humanas clasificadas en los mismos subtipos, y se sabe que los virus pueden saltar entre una y otra especie con relativa facilidad.

Figura 1. Ecología del virus de la gripe. Las aves acuáticas son el reservorio natural del virus de la gripe. Ocasionalmente algunos virus se transmiten a otras especies.

Como se describió con más detalle en un artículo anterior [1], el virus de la gripe cuenta con dos mecanismos para generar variabilidad. Por un lado, la deriva antigénica, que consiste en la acumulación gradual de mutaciones en las proteínas H y N. Este fenómeno es el responsable de las epidemias anuales (la gripe normal). Las cepas de cada temporada son algo distintas de las de la anterior (aunque del mismo subtipo), permitiendo a los virus evadir, al menos en parte, la inmunidad existente en la población. Esta es la razón por la que sufrimos la gripe una y otra vez, y lo que hace necesaria la reformulación anual de las vacunas.

Por otro lado, un cambio más drástico ocurre cuando se introduce en la población humana un virus perteneciente a un subtipo nuevo a partir de un reservorio animal. Dichos virus se propagan sin control en una población inmunológicamente virgen, y si presentan elevada virulencia provocan pandemias de gran impacto. Debe tenerse en cuenta que el virus de la gripe es capaz de infectar en pocos meses al 30% de la población mundial, por lo que aun a una tasa de mortalidad global baja (como el 2% que se estima que causó la gripe española de 1918), podría provocar unas 135 millones de muertes sólo en el primer año (cuatro veces más que la mortalidad total atribuida al SIDA en los últimos 30 años). Por comparación, la gripe normal mata “sólo” a medio millón de personas anualmente (normalmente enfermos crónicos y ancianos con otros problemas de salud). No es de extrañar por tanto la alarma que genera el surgimiento de un nuevo virus de la gripe pandémico.

El virus H1N1 de origen porcino

En abril de 2009 se detectó un nuevo virus de la gripe en California, que fue posteriormente reconocido como el causante de brotes respiratorios severos ocurridos semanas antes en Méjico. El virus se clasificó como H1N1, pero era apreciablemente distinto de los virus H1N1 estacionales habituales. Los estudios genéticos concluyeron que el nuevo virus era de origen porcino. La proteína H1 porcina tiene en última instancia el mismo origen que la humana: el virus de la gripe pandémico de 1918 (que afectó también a los cerdos). Pero en cerdos el virus evoluciona más despacio ya que la presión inmune selectiva es menor (los cerdos viven menos y apenas se vacunan). Por ello, la proteína H1 porcina se parece más a la H1 humana que circuló hacia 1950 que a la actual. Esta puede ser la razón por la que el nuevo virus apenas afecta a personas mayores de 60 años. Como es sabido, en los primeros momentos se intentó contener el virus con medidas de aislamiento de las personas infectadas procedentes de Norte América, pero en plena era de la globalización esto resultó imposible. En pocas semanas el virus se propagaba por 30 países y la Organización Mundial de la Salud (OMS) elevó la alerta pandémica al nivel 6.

No se sabe de dónde ha surgido este virus que hasta la fecha sólo se ha detectado en humanos (o en cerdos contagiados por humanos). El análisis de la secuencia del genoma del nuevo virus indica que seis de sus ocho segmentos genéticos (incluido el de la proteína H) provienen de virus porcinos H1N2 o H1N1 circulantes por EE UU entre los años 1999 y 2001, que a su vez surgieron a partir de eventos de reorganización genética anteriores, que involucraron virus de origen humano aviar y porcino (Fig. 2). Los dos restantes segmentos genéticos (incluido el de la proteína N) provienen de virus porcinos H1N1 de origen euroasiático, circulantes entre los años 1985-98. Queda por esclarecer cuándo, dónde y cómo, virus porcinos circulantes en EE UU hace 8 años se recombinaron con virus euroasiáticos de hace 11 años y evolucionaron para dar lugar al nuevo virus humano H1N1. Misterios de la globalización.

Figura 2. Origen del nuevo virus de la gripe H1N1. A finales de los 90 surgieron en Norte América virus porcinos H1N2 y H1N1 a partir de una recombinación triple que implicó virus porcinos, aviares y humanos, que desde entonces circulan por la población porcina norteamericana. Alguno de estos virus ha recombinado en un lugar y momento indeterminados con un virus de la gripe porcino de linaje eurasiático, dando lugar al nuevo virus H1N1 de origen porcino, que actualmente se propaga por la población humana.

Batalla terminológica

Por todo lo anterior, el virus fue conocido inicialmente como causante de la “gripe porcina”. Sin embargo, el 27 de abril una declaración de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) resaltaba que “el virus no ha sido aislado de animales por lo que no se justifica que la enfermedad sea llamada gripe porcina”. En su lugar, la OIE recomendaba llamarla gripe de América del Norte, siguiendo la tradición de denominar a las gripes pandémicas por su (presunto) origen geográfico (ahora sabemos que la llamada gripe española no se originó aquí sino en Asia [1]). La protesta surtió efecto y desde el 30 de abril la palabra “porcina” desapareció de los comunicados de la OMS. Ante las protestas del Gobierno mejicano, también se eludió vincular el nuevo virus con ese país, para evitar estigmatizarlo y porque ciertamente no se ha demostrado que el virus se originara allí. Son evidentes las connotaciones económicas de uno u otro nombre. Así pues, desde entonces se conoce como “gripe A” o “virus H1N1”, nombres políticamente correctos pero poco claros, pues llevan a confusión con los virus H1N1 normales que causan la gripe estacional.

Disquisiciones semánticas aparte, en los últimos meses algunos expertos han señalado que el hecho de que el nuevo virus no haya sido detectado en cerdos se debe a una deficiente o nula vigilancia de la gripe en cerdos [2, 3, 4]. La propia OIE ha reconocido que “la ausencia de evidencia de la presencia del virus en cerdos no es igual a la evidencia de su ausencia”. A este respecto es ilustrativo que el número de secuencias de genomas de virus de la gripe porcinos en las bases de datos internacionales (GenBank), es alrededor de una décima parte del correspondiente a virus de la gripe aviares. Un pormenorizado estudio sobre el origen del nuevo virus basado en análisis filogenéticos, publicado recientemente en Nature, concluyó que la recombinación entre virus porcinos de linajes norteamericano y euroasiático, facilitada por el movimiento de cerdos vivos entre ambos continentes, pudo haber ocurrido hace una década [4]. Según el estudio, los virus resultantes habrían pues circulado en cerdos inadvertidamente hasta ahora, y el paso a la población humana habría ocurrido algunos meses antes de la detección de los primeros brotes de la enfermedad (entre agosto de 2008 y enero de 2009).


De gripe en gripe, y vacunando al que no toca.

Verónica Pérez Jiménez y Edith Pérez Alonso (enfermera y médica, respectivamente, de Atención Primaria)

Vivimos en una cultura con baja tolerancia a la incertidumbre. Nos aterra no saber con exactitud qué va a pasar. Pensar que en pleno siglo XXI, en el mundo occidental, pueda surgir una enfermedad, más aún si es infecciosa, que cause una importante mortalidad en la población, nos parece algo increíble. La cultura capitalista, igual que convierte el crecimiento continuo por encima de los límites planetarios en dogma de fe, nos hace creer que tenemos la posibilidad de ser jóvenes e invulnerables a la enfermedad eternamente. El aislamiento a que nos aboca el individualismo nos hace percibir a los otros como posibles fuentes de peligro, en este caso de infección. Y por lo tanto, gastar el dinero que sea necesario para defendernos de ese peligro general se convierte en una prioridad absoluta que no se ajusta a la realidad, pero sí a las leyes de la sociedad de consumo. Se venden soluciones inmediatas y dirigidas al individuo sin analizar de forma integral el problema ni su impacto real, buscando aplacar rápidamente esa inquietud generada también de modo artificial.

Desde la declaración de la pandemia por la OMS en abril hasta comienzos del mes de octubre en el mundo entero se han registrado al menos 4.108 fallecimientos. La malaria produce 1.300.000 muertes al año en el mundo incluidas las de 3.000 menores de cinco años por día y afecta a unos 250 millones de personas. Se calcula que 1,6 millones de personas mueren por tuberculosis al año, siendo la Región africana donde se registra el mayor número de muertes y de mortalidad por número de habitantes. La mortalidad mundial por diarrea entre la población menor de cinco años se estima en 1,87 millones. En España se atribuyen cada año 16.000 muertes a la contaminación atmosférica.

El ingente gasto destinado a la gripe A debe cuestionarse y ajustarse al impacto real que pueda tener en la población, y no olvidar que existen otros problemas de salud mucho más acuciantes en otros lugares del mundo y también en el Estado español.


Referencias

1. Juan Bárcena. “La gripe aviar”. Ecologista 46 (invierno 2005/06), pág 36-38.

2. Butler D. 2009. Patchy pig monitoring may hide flu threat. Nature 459(7249):894-895.

3. 2009. Animal farm: pig in the middle. Nature 459(7249):889.

4. Smith GJ y cols. 2009. Origins and evolutionary genomics of the 2009 swine-origin H1N1 influenza A epidemic. Nature 459(7250):1122-1125.

Más información

Sitios web con información sobre el virus de la gripe A (H1N1).
- OMS: http://www.who.int/csr/disease/swineflu/es/index.html
- FAO: http://www.fao.org/AG/AGAInfo/programmes/en/empres/AH1N1/Background.html
- Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Atlanta (EE UU): http://espanol.cdc.gov/enes/h1n1flu/
- Ministerio de Sanidad y Política Social: http://www.msps.es/servCiudadanos/alertas/gripeAH1N1.htm
- Libro de la Colección Divulgación, del CSIC, sobre la gripe: http://www.csic.es/documentos/colecciones/divulgacion/gripeAviar.pdf