El Plan Especial Recoletos-Prado, promovido por el Ayuntamiento de Madrid, tiene como supuesto objetivo devolver este espacio al peatón al tiempo que reduce el tráfico de coches y sus impactos ambientales. Sin embargo, el proyecto de actuación no sólo no cumple con estos objetivos sino que destruye el histórico bulevar del Paseo del Prado.

Gabriela Galíndez, arquitecta y miembro de Ecologistas en Acción

El esquema viario propuesto unifica los dos sentidos de carriles de tráfico rodado hacia el oeste y crea un paseo peatonal hacia el este en el tramo Cibeles-Atocha. Este planteamiento destruye el histórico bulevar del siglo XVIII para dar paso a una alternativa donde el único efecto real es la reducción de un carril por sentido a lo largo de todo el eje Recoletos-Prado con respecto a la situación actual. Sin embargo, lejos de perseguir una auténtica reducción de tráfico, se buscan y potencian caminos alternativos en otras calles próximas.

Se deshace así la estructura formal tradicional del paseo, la de bulevar, sin conseguir una reducción significativa del tráfico rodado y, por tanto, sin minimizar sus problemas de contaminación, ruido y ocupación de espacio. Además, se crearán importantes problemas por el aumento de tránsito en otras zonas, sin que se haya realizado ningún estudio de movilidad.

A pesar del enorme valor y del significado para la memoria de los madrileños de esta arboleda urbana, van a someterse a “tratamientos” (eufemismo utilizado para ocultar la desaparición de estos ejemplares) unos 700 árboles en todo el ámbito del Plan. Resulta llamativa la ignorancia del equipo redactor del proyecto, dirigido por el renombrado arquitecto portugués Siza, del papel vital que juegan estos árboles dentro de la configuración espacial, histórica y ambiental del Paseo. Dejémoslo claro: no son admisibles los tratamientos, los árboles actuales son irremplazables.

Paradójicamente, el Ayuntamiento no ha querido contemplar, a pesar de que así fue expuesto en numerosas alegaciones al proyecto, la ampliación de las aceras a ambos lados del Paseo, a costa de los numerosos carriles para coches. Esta sencilla actuación permitiría mantener el bulevar y reducir el tráfico, al tiempo que se da más espacio a los viandantes, se habilitan carriles-bici y se economizan cuantiosos recursos.

La irrupción de la baronesa

Ecologistas en Acción y otros colectivos viene denunciando desde hace tiempo la sinrazón de este proyecto, con numerosos actos informativos. Sin embargo, no ha sido hasta que la baronesa Thyssen ha hecho suyas buena parte de las reivindicaciones ecologistas que el asunto ha saltado a los medios de comunicación –lo que dice mucho sobre la calidad de los mismos: importa más la fama o el glamour de quien defiende las ideas, que las ideas en sí–.

En un primer momento el Ayuntamiento ha tratado de desvirtuar la protesta ecologista divulgando datos falsos sobre el número de árboles afectados. En cuanto a las críticas de la baronesa, el Alcalde se defendía diciendo que se trataba de una lucha entre “inteligencia y aristocracia”. Pero la realidad es que se trata de una confrontación entre ciudadanos que reclaman su derecho a participar en este tipo de proyectos y un alcalde obsesionado por llevar a cabo sus megalómanas obras. Es una lucha entre dos talantes para intervenir en este espacio: una operación dura –propuesta por el Ayuntamiento– que implica la destrucción de patrimonio histórico, talas, costes millonarios y arquitectos de renombre internacional; frente a una operación más respetuosa con el patrimonio existente, donde conviven la puesta en valor del espacio con la conservación y mejora del patrimonio, la participación ciudadana, la disminución del tráfico de automóviles y de sus problemas asociados, para devolver a madrileñas y madrileños la posibilidad de disfrutar de este espacio urbano cargado de significado y de historia.

Finalmente, tras una nutrida manifestación convocada por Ecologistas en Acción y otros colectivos a primeros de mayo frente al Museo Thyssen, el Ayuntamiento anunció que iba a modificar el proyecto y abrir otro periodo de información pública. Escépticos tras la experiencia del anterior periodo de participación –sin que ni siquiera nos hayan respondido a las alegaciones– no nos contentaremos hasta que no se retire el plan actual y se diseñe otro nuevo partiendo de una verdadera participación ciudadana y del respeto al patrimonio existente.