Sembrando otras formas de habitar la ciudad.

José Luis Fernández Casadevante, responsable de la Comisión de Huertos Urbanos de la FRAVM, y Nerea Morán, del colectivo Surcos Urbanos y del Huerto Comunitario de Adelfas. Revista El Ecologista nº 70.

Un futuro socialmente justo y sostenible implica una urgente regeneración urbana ecológica, y en este proceso la agricultura urbana debe jugar un papel estratégico. En el artículo se repasan las principales iniciativas de huertos comunitarios urbanos en el Estado español. Además, se realiza un recorrido histórico en otros lugares donde se iniciaron estas experiencias, muy útil para extraer conclusiones.

La relación entre asentamientos humanos y terrenos agrícolas circundantes es uno de los principales factores que definen a las sociedades humanas. Históricamente hablar de ciudades era hablar de agricultura, hasta el acelerado proceso de industrialización que, con el acceso a la energía abundante y barata, posibilitó un aumento de los procesos de urbanización, el transporte a larga distancia y la expansión de mercados globales.

El surgimiento de la ciudad industrial alimentó una ficticia independencia del suministro de alimentos de producción local y de la disponibilidad estacional, fomentando la progresiva degradación y distanciamiento de los espacios agrícolas. Un espejismo que la crisis económica y energética y la superación de la capacidad de carga del planeta están empezando a poner en cuestión. Un futuro socialmente justo y sostenible implica una urgente regeneración urbana ecológica, y en este proceso la agricultura urbana debe jugar un papel estratégico.

Agricultura urbana y tiempos de crisis [1]

El fantasma de la dependencia agrícola de las ciudades, conjurado en tiempos de bonanza económica, reaparece cíclicamente en los tiempos de crisis. Resulta revelador rastrear las circunstancias en las que se ha recurrido a la agricultura urbana y las funciones que ha cumplido en sus momentos de auge, de cara a reflexionar sobre su aplicación en el contexto actual.

- Huertos para pobres (poor gardens): En la ciudad industrial del XIX y principios del XX, los huertos urbanos cumplen básicamente funciones de subsistencia, salud y estabilidad social, y se conciben como elementos que alivien las condiciones de hacinamiento, insalubridad y falta de recursos en los barrios obreros.

La que se considera primera asociación de hortelanos surge en 1864 en Leipzig, creada para reclamar espacios de juego dentro de la ciudad. En el primer terreno que consigue la asociación se delimita un espacio destinado al cultivo de un huerto que será mantenido por los niños; sin embargo, pronto se hace patente que el trabajo es demasiado duro y serán las familias las que se hagan cargo del huerto. La iniciativa se extiende por otras ciudades y posteriormente se reconocerá legalmente regulando la obligatoriedad de destinar terrenos a este uso dentro de las ciudades.

En Gran Bretaña las primeras leyes (Allotments Act, 1887 y 1908) que regulan los huertos obligan a Iglesia y autoridades locales a proporcionar a los obreros terrenos para el cultivo. Sin embargo se establecen distintas medidas para evitar que los huertos se conviertan en una alternativa al trabajo asalariado, controlando el tamaño, el tiempo de dedicación y prohibiendo la venta de la producción, que sólo podrá destinarse al autoconsumo.

La misma coyuntura de precariedad social sirve de contexto a la aparición de los huertos para pobres en Estados Unidos. A raíz de la depresión económica de 1893, el alcalde de Detroit ofrece terrenos vacantes a los desempleados, para que puedan cultivar sus alimentos, estos terrenos fueron conocidos como potato patchs (parcelas de patatas), y la iniciativa fue replicada en otras ciudades. Se recurrió nuevamente a esta medida en la Gran Depresión (1929-1935), periodo en el que se denominaron relief gardens (huertos de emergencia).

- Huertos de guerra (war gardens): En la primera mitad del siglo XX la historia de los huertos urbanos está ligada a las grandes guerras, durante las cuales las ciudades tuvieron que adaptarse a la falta de medios e introducir en su seno procesos productivos para abastecerse de bienes de primera necesidad. En estos momentos la agricultura urbana es un medio de subsistencia y a la vez cumple una función patriótica, fomentando la colaboración de toda la sociedad en el mantenimiento de la economía de guerra.

La dificultad de importar alimentos debido a la inseguridad en el transporte a larga distancia hace que el cultivo dentro de las ciudades y en los entornos próximos sea imprescindible para la subsistencia urbana. Contando con los alimentos producidos localmente se pueden destinar los barcos y el ferrocarril al envío de alimentos, armas y municiones a las tropas.

En la I Guerra Mundial se comienzan a ensayar estas experiencias de agricultura urbana en los distintos países en conflicto, destacando por su innovación programas como los huertos escolares o las milicias de mujeres hortelanas. Aunque es en la II Guerra Mundial cuando se da un inmenso esfuerzo en el cultivo urbano, los gobiernos crean comités específicos que desarrollan campañas de fomento de la agricultura urbana, como Dig for Victory (Cavad por la victoria) en Gran Bretaña y Victory Gardens (Huertos de la victoria) en Estados Unidos. Con el fin de concienciar y educar a los ciudadanos en el cultivo de huertos de guerra se realizan boletines educativos, programas de radio y películas formativas, en los que se explica como preparar los terrenos y cultivar, como alimentar a cerdos o gallinas con restos de la cocina, o las mejores recetas para aprovechar al máximo los alimentos.

- Huertos comunitarios (community gardens): Durante la década de los setenta resurgen los huertos urbanos en las grandes ciudades de Estados Unidos, nuevamente en un contexto de aguda crisis. Son los años de la Guerra de Vietnam y la crisis económica, expresada en un proceso de desindustrialización y de huida de la gente con recursos de los barrios céntricos, abandonados y llenos de solares, con fuertes recortes en gastos sociales y elevadas tasas de criminalidad.

El surgimiento de los huertos comunitarios nos remite al cruce entre las luchas urbanas por la justicia social, emprendidas por las organizaciones comunitarias durante la década anterior, con las movilizaciones y la labor de sensibilización del movimiento ecologista sobre estilos de vida más sostenibles. Muchas de estas experiencias arrancan con la ocupación de solares y espacios abandonados reconvertidos en huertos que son utilizados como herramienta de apoyo comunitario que relaciona la calidad ambiental, la cohesión social y la educación.

Una de las iniciativas de referencia nace en estos años en Nueva York. Se conocería como Green Guerrillas, sus primeras acciones fueron el bombardeo de solares abandonados con bombas de semillas para llamar la atención sobre estos espacios y embellecerlos. El siguiente paso fue ocupar solares para cultivarlos. El éxito de este movimiento fue tal que el Ayuntamiento llegó a crear una agencia municipal que gestionaba la cesión de terrenos públicos para jardines y huertos comunitarios. En la actualidad existen 700 jardines comunitarios en los diferentes distritos de la ciudad, y por todo el país numerosos grupos trabajan en una red a escala nacional.

También en Europa se desarrollan iniciativas similares en los años setenta, en Países Bajos y Gran Bretaña el referente sería el movimiento de Granjas Urbanas y Jardines Comunitarios (City Farms and Community Gardens), surgido en estos años y que desarrolla proyectos no solo de huertos sino también de cría de animales de granja y caballos en entornos urbanos.

Huertos comunitarios y acupuntura urbana

Las comunidades locales que dinamizan huertos comunitarios se organizan para regenerar a pequeña escala espacios urbanos degradados, conjugando una modesta reconstrucción del lugar, que enfatiza el valor de uso del espacio urbano, con una rehabilitación relacional que busca reestablecer la calidad de los espacios mediante la intensificación de las relaciones sociales (desarrollando actividades como fiestas populares, comidas o iniciativas culturales).

Estos ejercicios de microurbanismo expresan una disconformidad con el modelo dominante de ciudad y los estilos de vida que induce. Los huertos comunitarios articulan localmente una pluralidad de sensibilidades, demandas y reivindicaciones (ambientales, vecinales, políticas, relacionales…), a la vez que simultáneamente ponen en marcha procesos de autogestión a nivel barrial, que enfatizan la participación directa, la apropiación espacial, la reconstrucción de identidades y la corresponsabilidad colectiva de las comunidades en distintos asuntos que les afectan.

En definitiva, los huertos muestran como pequeñas y sutiles iniciativas pueden tener una amplia capacidad de transformación e incidencia, y son excelentes experiencias de lo que el arquitecto brasileño Jaime Lerner, ex alcalde de Curitiba, ha defendido como Acupuntura Urbana:

“Siempre tuve la ilusión y la esperanza de que con un pinchazo de aguja sería posible curar las enfermedades. El principio de recuperar la energía de un punto enfermo o cansado por medio de un simple pinchazo tiene que ver con la revitalización de ese punto y del área que hay a su alrededor.

“Creo que podemos y debemos aplicar algunas ‘magias» de la medicina a las ciudades, pues muchas están enfermas, algunas casi en estado terminal. Del mismo modo en que la medicina necesita la interacción entre el médico y el paciente, en el urbanismo también es necesario hacer que la ciudad reaccione. Tocar un área de tal modo que pueda ayudar a curar, mejorar, crear reacciones positivas y en cadena. Es necesario intervenir para revitalizar, hacer que el organismo trabaje de otro modo” [2].

Una realidad emergente en el Estado español

Nuestras ciudades debido a sus particularidades históricas (industrialización tardía, crecimientos urbanos que desbordan la planificación, dictadura prolongada…) no han tenido una vinculación reciente con la agricultura urbana. Las primeras políticas públicas surgen a mediados de los 80 en un contexto de crisis socioeconómica, en el que confluyen la proliferación de huertos en precario en riberas y zonas baldías de las grandes ciudades con la puesta en marcha de innovadores programas municipales de huertos de ocio, como fórmula de empezar a regular estas situaciones. Estas políticas van acompañadas de la puesta en marcha de las primeras experiencias de huertos escolares como herramientas educativas.

A mediados de los 90 asistimos a la consolidación de estas iniciativas municipales por toda la geografía, para que durante el último lustro veamos emerger una nueva oleada de huertos urbanos vinculados a movimientos estudiantiles, vecinales o ecologistas. Por un lado surgen los huertos universitarios como espacios donde experimentar en la práctica cuestiones agrícolas y acercar los conocimientos de la agroecología al ámbito académico. Y por otro lado han ido proliferando los huertos comunitarios que han pasado de una situación de poca visibilidad de proyectos aislados y en precario a la concreción de redes de huertos comunitarios y al surgimiento de un movimiento que reclama vacíos urbanos para su mantenimiento y gestión ciudadana.

Realizando una panorámica del estado de la cuestión podríamos destacar las siguientes iniciativas:

  • Uno de los primeros huertos comunitarios del Estado se creó en Sevilla a mediados de los años 80, es el huerto de las Moreras, localizado en el parque de Miraflores. Actualmente forma parte de la Plataforma de Huertos Urbanos y Sociales, constituida por 8 asociaciones vecinales y ecologistas, que desarrolla 5 proyectos de huertos urbanos en Sevilla, en los que participan unos 500 vecinos, más de 4.000 escolares y 15 centros educativos. Los proyectos dan empleo a 20 personas, entre técnicos, coordinadores y educadores. En la actualidad estas iniciativas se encuentran en una situación crítica, ya que están sufriendo de manera intensa los recortes de fondos y subvenciones municipales, por lo que han realizado distintas movilizaciones para presionar al Ayuntamiento y se plantean la paralización de los proyectos.
  • En Barcelona la tradición de huertos comunitarios se puede remontar al año 86, cuando un grupo de vecinas y vecinos montan el Hort de l'Avi, al lado del Parc Güell, en un terreno que actualmente forma parte de la Red Municipal de Huertos Urbanos. Desde noviembre de 2009 existe una Red de Huertos Comunitarios, que ha realizado tres encuentros en los que han participado los huertos existentes en áreas urbanas y periurbanas de la ciudad, así como los proyectos en gestación. Desde la creación de la red han desaparecido algunos huertos, como el de Gracia (octubre 2008, desalojado en julio 2010), y se han creado otros nuevos, todos ellos (excepto el Hortet del Forat, que tiene una cesión municipal) se localizan en terrenos ocupados. En general estos proyectos no buscan la negociación con el Ayuntamiento ni la regularización de su situación, definiéndose como un movimiento político que pretende llamar la atención sobre los procesos especulativos en el suelo urbano y la capacidad de autogestión de los proyectos autónomos [3].
  • También en 2009 se creó en Las Palmas de Gran Canaria la Red de Huertos Urbanos, formada por colectivos, asociaciones vecinales, socioculturales y ecologistas. Han creado en colaboración con la Concejalía de Participación Ciudadana la figura del HUCA (Huerto Urbano Comunitario Autogestionado), que permite la cesión de solares municipales en desuso para la creación de huertos urbanos. También han elaborado un protocolo que guía a los grupos que quieran solicitar un solar y desarrollar un proyecto de agricultura ecológica. Han sido legalizados de esta manera dos de los proyectos [4].
  • En Madrid [5], los primeros proyectos surgen en 2004 (Casa de Campo) y 2006 (huerto plaza del Corcubión, barrio del Pilar). “Esta es una plaza”, en el barrio de Lavapies ha sido el primer proyecto en lograr la cesión municipal en diciembre de 2009, después de haber sido desalojado en mayo del mismo año. La Federación Regional de Asociaciones Vecinales, FRAVM, ha creado en febrero de 2010 una comisión de trabajo específica para promover grupos de consumo y huertos comunitarios. En ella participan 10 asociaciones que gestionan 6 huertos. Además junto a la reciente Red de Huertos de Madrid están llevando a cabo la labor de asesoramiento a los grupos que quieren iniciar huertos, documentando iniciativas, e iniciando la intermediación con la administración en la búsqueda de modelos de regularización y cesión de espacios.
  • Otra iniciativa interesante es la que se está desarrollando en Elche desde mayo de 2009, liderada por la Asociación de Vecinos Barrio Obrero de Altabix, que en 2006 propuso al Ayuntamiento el proyecto, consiguiendo la cesión gratuita durante un periodo máximo de 10 años de 1.300 m2 dentro del Huerto de la Cuerna, en un palmeral histórico que es Patrimonio de la Humanidad. El proyecto ha involucrado a distintos sectores, incorporando dimensiones educativas, experimentales y sociales. Por una parte se han destinado 20 parcelas para personas de la tercera edad; en segundo lugar se han delimitado huertos escolares y finalmente la asociación de vecinos y la Universidad Miguel Hernández cultivan un huerto comunitario y un bancal experimental, en el que se prueban distintos modos de cultivo y se busca obtener semillas propias.

Una temática emergente que está movilizando a redes e iniciativas que tienen como objetivo el intercambio de conocimientos y recursos, la difusión de la agricultura urbana, la construcción de tejido social y la apertura de puertas de entrada flexibles para trabajar cuestiones socioambientales.

Aportaciones de los huertos comunitarios
Los huertos comunitarios son una herramienta que puede satisfacer de manera simultánea múltiples necesidades, demandas y problemas. Algunos de sus principales aportes en el entorno urbano serían:

  • Recuperación de espacios degradados o con una percepción social negativa.
  • Aumentar el interés y la responsabilidad por el buen uso y mantenimiento de las zonas verdes del barrio.
  • Experiencias de participación ciudadana novedosas e inclusivas, ya que atraen perfiles sociales diversos y heterogéneos.
  • Generación de nuevos espacios de encuentro y convivencia, que promueven la identidad barrial y el sentido de pertenencia.
  • Una alternativa de ocio. Los huertos urbanos se pueden convertir en una alternativa intergeneracional de ocio, que resulte atractiva a personas de todas las franjas de edad y procedencias.
  • Espacios privilegiados para una educación ambiental significativa, fomentando la reflexión y la implicación ciudadana hacia la sostenibilidad.
  • Promover hábitos de vida saludables y servir de puente con cuestiones como la alimentación y la producción agroecológica.

[1] Para profundizar en la historia de la agricultura urbana ver: Morán, N. “Agricultura urbana: un aporte a la rehabilitación integral”. Papeles de relaciones ecosociales y cambio global. nº 111 Icaria, 2010.

[2] Lerner, J. (2003) Acupuntura Urbana. IACC. Barcelona