Hemos urbanizado a un ritmo de 3 hectáreas por hora entre 2000 y 2005.

Fernando Prieto, Mónica Campillos Llanos, Xavier Fontcuberta. Revista El Ecologista nº 65

El análisis de los datos de cambio de uso del suelo en España en los periodos 1987-2000 y 2000-2005 arroja resultados estremecedores. Uno de ellos es el enorme incremento de las zonas urbanizadas, superior al 50% en esos 19 años. La urbanización dispersa, la ocupación del litoral y la construcción de infraestructuras son las principales responsables de esta artificialización del territorio. También destaca el gran aumento del regadío, a pesar del escenario de creciente escasez de recursos hídricos por el cambio climático.

Acaban de publicarse los datos de los cambios de uso del suelo entre los años 2000 y 2005 en España. Han sido elaborados por el Instituto Geográfico Nacional, del Ministerio de Fomento, que ha tardado unos 25 años en diseñar, planificar y realizar el Corine Land Cover (CLC) 1990, el CLC-2000 y finalmente el CLC-2006, publicado en abril de 2010. Este proyecto describe, analiza y cuantifica los principales cambios habidos en España entre los años 1987, 2000 y 2005. Aunque el proyecto Corine Land Cover no tiene un gran detalle, es la mejor y única herramienta que permite saber de dónde venimos y en qué situación estamos.

En un primer análisis, se puede afirmar que el periodo analizado ha sido en el que más se ha transformado el país, un periodo que coincide con la entrada de España en la UE y acaba con la gran crisis en la que nos encontramos en la actualidad. Para darse cuenta de la rápida evolución del proceso sirva decir que si en toda la historia del país se había urbanizado hasta 2005 un 100%, lo urbano hasta 1987 equivalía a un 66% y entre 2000 y 2005 a un 15% del total [1] (ver figura 1). Algo especialmente grave por la irreversibilidad del proceso.

En lo que sigue, aunque en ocasiones aludiremos a las transformaciones durante 1987-2000 y a lo largo de 2000-2005, normalmente se hará referencia a los cambios ocurridos en el último de los periodos.

Fortísimo aumento de la urbanización y las infraestructuras

El cambio más relevante ha sido el gran incremento de zonas artificiales (aumento de urbanización e infraestructuras) superiores a un 50% en todo el periodo (es más que probable que creciera todavía más hasta 2007, cuando se inició la crisis) tanto en el interior como en la franja litoral.

Entre los años 2000 y 2005 se transformaron 27.666 hectáreas anuales en superficie artificial, lo que implica un cambio de unas 3 hectáreas a la hora. Ésta es la tasa más rápida de transformación que nunca ha habido en España.

Dentro de la superficie artificial ha aumentado de una forma espectacular la dedicada a infraestructuras y a la creación de superficies urbanizadas de baja densidad o urbanizaciones difusas. El crecimiento fue del 15,4% de las superficies artificiales entre 2000 y 2005, mientras entre 1987-2000 fue de un 25%. La tasa anual pasó de 13.000 ha entre 1987-2000 a más del doble, las 27.666 ha mencionadas, en 2000-2005 (ver figura 2).

Es destacable durante 2000-2005 el aumento detectado en urbanizaciones dispersas (9%), zonas industriales y comerciales (19%) e infraestructuras –redes viarias, ferroviarias y terrenos asociados (166%)–. Este elevado porcentaje tiene que ver con la implementación del PIT, Plan de Infraestructuras de Transporte del anterior gobierno del partido popular, los planes de carreteras autonómicos y otros similares. Las zonas en construcción también han aumentado de una forma sustancial (173%).

La ciudad compacta solo ha aumentado un 3%, indicando que la gran transformación ha correspondido a la ciudad difusa o dispersa. Este proceso ya se había iniciado hace unas décadas y se ha seguido detectando en este periodo. Son evidentes las mayores necesidades del urbanismo disperso en cuanto a infraestructuras y necesidad de transporte motorizado, además de los mayores consumos de agua, necesidades de calefacción, consumo energético, producción de residuos, ocupación de suelo, banalización de paisajes, etc. Pero también está demostrada la dificultad de dotar de servicios (sanitarios, educativos, instalaciones deportivas, centros sociales) a esta ocupación de suelo. Del mismo modo, la cohesión social u otras variables como la integración, son complicadas de gestionar en estas urbanizaciones difusas.

La superficie ocupada por aeropuertos también ha aumentado, probablemente por las ampliaciones de El Prat o Barajas, pero también por la construcción de otros nuevos. Y como único mensaje positivo en estos cambios entre 2000 y 2005 se puede señalar la reducción de las escombreras y vertederos (un 22%).

Estos resultados coinciden en lo sustancial con otros trabajos publicados en estos últimos años. Por ejemplo, el informe coordinado por José Manuel Naredo, realizado en la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid siguiendo otra metodología, revela también los increíbles incrementos de superficie artificial en la Comunidad de Madrid, que se multiplica por 6 en entre 1956 y 2005. En el caso del municipio de Madrid la superficie de usos urbano-industriales se habría multiplicado por casi 2,5 en el mismo periodo.

TABLA 1: Evolución de la ocupación de suelo por usos urbano-industriales directos e indirectos en la Comunidad de Madrid.

Año Municipio de Madrid (ha) Comunidad de Madrid (ha) índice 1956=100
1956 14.815 25.969 100 100
1980 26.349 94.236 178 363
2005 36.411 156.580 246 603

Fuente: Naredo, J.M [2].

Probablemente los cambios de ocupación del suelo en la Comunidad de Madrid son los mayores que se han producido en toda España y suponen un buen ejemplo de los bucles de retroalimentación positiva que generan la creación de nuevas infraestructuras –M-30, M-40, M-50, radiales ya realizadas (R-2, R-3, R-4, R-5) y en ejecución (R-1)– con el aumento de ocupación del suelo por superficies, centros comerciales, aeropuertos, superficies logísticas, etc. La superficie de la Comunidad de Madrid es de unas 800.000 hectáreas y lo artificial supone ya casi un 20%, es decir 1 de cada 5 hectáreas.

Los análisis realizados en la cuenca hidrográfica del Segura y del Júcar por el Ministerio de Medio Ambiente (2007) también revelan las fuertes tasas de artificialización experimentadas en estas zonas. Alicante ya tendría un 12% de la superficie de la provincia urbanizado, Valencia un 6% y Castellón y Murcia un 5%. Se producen unos fuertes crecimientos entre 2000 y 2005 tanto en las provincias del litoral como en las del interior.

El aumento de la urbanización en las provincias costeras se ha producido alrededor de zonas ya urbanizadas, lo que implica una ocupación, en general, sobre zonas agrícolas de regadío. Esto coincide con el aumento observado en la altitud de las zonas de regadío, en áreas como Murcia y el Levante, donde al urbanizarse las zonas de la costa –mas bajas– los regadíos suben de altitud ocupando espacios menos aptos para la agricultura y en muchas ocasiones de mayor valor ecológico.

El caso de la costa quizás sea el más claro en cuanto a pérdida de bienes y servicios ambientales y de recursos escasos gastados en tan sólo una o dos generaciones. Según estimaciones financiadas por el Observatorio de la Sostenibilidad de España, el incremento de superficie artificial en los dos primeros kilómetros de la franja litoral entre 2000 y 2005 puede ser de un 25%.

Del mismo modo, es patente el fuerte aumento de la población censada en los municipios litorales (que lindan con el mar), un proceso acelerado en el último periodo de tiempo especialmente en el Mediterráneo (ver figura 3).

Estas elevadas tasas de artificialización coinciden con lo observado en otros indicadores tales como el consumo de cemento. Se comprueba el fuerte incremento desde el año 1987 hasta su punto máximo en 2007 y el fuerte desplome hasta la actualidad (ver figura 4). A partir de esta figura es fácil colegir que el ritmo de transformación de suelo, muy probablemente aumentó hasta el año 2007, reduciéndose bruscamente a partir de ese momento.

Aumento de regadíos en un escenario de cambio climático

También es notorio el fuerte intercambio dentro de clases en la superficie agrícola entre los años 2000 y 2005 con el aumento de regadíos en 41.459 hectáreas –arrozales (6%), transformación de secano en regadío (5%)–, la plantación de olivares en zonas agrícolas (6%) y el abandono de otras zonas, lo que implica una intensificación en la ocupación agrícola y una disminución en general de zonas de secano.

El aumento detectado de viñedos, en general de regadíos, y el aumento de superficie de olivares –de unas 50.000 hectáreas– y de frutales implica un aumento de leñosos que necesitan un escaso volumen de agua pero de una elevada garantía, por oposición a los cultivos herbáceos que necesitan mayores caudales pero de carácter anual. Esto implica que los nuevos cultivos leñosos necesitan una mayor estabilidad en los aportes de agua.

También se aprecia el incremento de la altitud en las zonas de regadíos, ya mencionado. Parte de estos regadíos se han desarrollado en zonas con escasos recursos hídricos, por lo que en un escenario de cambio climático pueden ser insostenibles. Lo mismo ocurre con desarrollos urbanísticos realizados en zonas con escasez de agua.

Menos bosques, más matorrales

En los sistemas forestales destacan importantes transformaciones internas: por una parte aumenta por regeneración en zonas incendiadas, colonización o por nuevas reforestaciones y por otra parte disminuye la superficie forestal por incendios (3,2 millones de hectáreas entre 1987-2005 o 860.000 ha entre 2000-2005 según las estadísticas del MARM), talas o por urbanizaciones. En resumen la superficie forestal ha experimentado una ligera disminución, confirmando lo ya detectado entre 1987-2000 y en clara contradicción con lo que dicen otras fuentes de información como los inventarios forestales nacionales [3]. El proyecto CLC-2006 ha detectado importantes cambios por “talas/degeneración de bosques”, del orden de un 10%.

En todo caso, el tema clave no es el aumento o disminución de la superficie, sino la calidad de los ecosistemas forestales. Hay que tener en cuenta que los que se queman suelen ser ecosistemas con cierto grado de complejidad, estructura, tamaño, resiliencia o diversidad, características de las que carecen inicialmente los que se regeneran.

La disminución de pastizales naturales seguramente esta relacionada con el aumento de matorrales y la matorralización general por la falta de pastoreo extensivo, confirmándose la tendencia observada en el periodo anterior, en buena medida ocasionada por el abandono de los usos del monte, relacionado con el envejecimiento y el despoblamiento rural.

La explotación sostenible de estos recursos del monte tendría una repercusión económica positiva y supondría una disminución de la magnitud y de la frecuencia e intensidad de los incendios forestales. Además de disminuir la biomasa y necromasa inestable, los incendios forestales serían más fáciles de apagar. Más prevención implicaría menores gastos en extinción y generación de trabajo estable en el medio rural.

Por su parte, las zonas húmedas naturales han disminuido un 0,24% y las marismas un 0,76%. Las salinas sin embargo aumentaron un 0,5%. En el anterior periodo las zonas húmedas naturales se redujeron un 3%, es decir que se ha ralentizado la pérdida de superficies húmedas naturales. El aumento de láminas de agua se cifra en casi un 3%.

Menos ricos, más inseguros: perdemos bienes y servicios ambientales

Las dinámicas entre los procesos socioeconómicos y de ocupación del suelo han provocado una destrucción o degradación de importantes activos naturales y sociales, a la vez que originan fuertes presiones a corto y, sobre todo, a largo plazo, sobre el medio ambiente y sus recursos. Un ejemplo de este proceso es la destrucción de la base física por exceso de construcción en el litoral, que hace que el sector turístico, clave en la economía española, se esté viendo afectado por la ineficiencia, la pérdida de calidad ambiental y falta de competitividad. Las elevadas tasas de paro actuales en algunas comunidades autónomas tienen mucho que ver con el monocultivo de cemento y construcción desarrollado y que ocasionó las importantes transformaciones en el suelo que hemos repasado.

El crecimiento económico de España se ha producido en este periodo a costa, entre otros elementos, de la destrucción del territorio, observándose un fuerte acoplamiento o asociación entre el aumento del PIB y la destrucción de una parte del territorio. Por ejemplo y siguiendo a J. Rodríguez, “el fuerte retroceso del empleo ha afectado de forma negativa a la demanda de vivienda. Entre el cuarto trimestre de 2007 y el mismo periodo de 2009 el empleo EPA total descendió en España en 1.831.000 ocupados, casi el 9% del total. El sector de la construcción explico el 53% de ese retroceso” [4].

En 2010 algunas de estas tendencias, como la construcción en la costa o la realización de grandes urbanizaciones, se han parado radicalmente, pero las grandes bolsas de suelo recalificadas en muchos municipios suponen un grave riesgo para el futuro y para una economía sostenible. Ahora es evidente que el mantenimiento de estas tendencias en el tiempo ha derivado en un escenario de creciente insostenibilidad desde el punto de vista económico, ineficiente desde el punto de vista productivo y con graves impactos ambientales.

Además, aunque no se cuantifique en este artículo, se constata una disminución de la calidad de los ecosistemas por pérdida de sus funciones y servicios vitales. Algo que se traduce en una pérdida de capital natural que afecta ya a las generaciones actuales y afectará a las futuras.

Necesidad de un cambio de rumbo radical

La falta de información, unida a la falta de visión a medio y largo plazo, han permitido estos cambios insostenibles. Es evidente la necesidad de cambiar de rumbo radicalmente si se pretende tender hacia un escenario más seguro y sostenible para todos. Un cambio en el modelo productivo y un cambio hacia una economía sostenible implican que nunca más vuelvan a suceder cambios tan rápidos y tan insostenibles como los reflejados en este artículo. Más cemento y regadíos indican una ocupación del suelo más intensiva y, por oposición, menos bosques y zonas húmedas implican una menor sostenibilidad, especialmente en un escenario de cambio climático.

A partir de ahora, y para no incurrir en los errores cometidos en el pasado reciente, debemos valorar el suelo como un recurso valioso e insustituible, que hay que gestionar sin despilfarro y con mucha prudencia e inteligencia.

Cambios que son pérdidas
Los notables cambios en el uso del suelo han tenido importantes y negativas implicaciones sobre la sostenibilidad [5].
- Sobre el medio ambiente: mayores emisiones de gases de efecto invernadero por aumento de urbanizaciones difusas, incremento de los cultivos de regadío en zonas con escasas potencialidades naturales, pérdida de madurez de los ecosistemas forestales por la gran superficie quemada, disminución de superficies de zonas húmedas naturales, pérdida de calidad ambiental y valor de los ecosistemas por construcciones en los primeros kilómetros de costa con significativos impactos paisajísticos, crecimiento de los requerimientos hídricos actuales, mayor generación de residuos, fragmentación del territorio, degradación del paisaje.
- Sobre sectores productivos: el sector de la construcción por su enorme contribución al PIB y su impacto sobre zonas frágiles y escasas ha colapsado otros sectores a largo plazo como el del turismo que prefiere zonas de mayor calidad. También lo ha hecho la construcción de infraestructuras y el desarrollo de urbanizaciones sobre zonas agrícolas productivas de huerta.
- Sobre la calidad de vida de las generaciones actuales y futuras: congestión, contaminación, problemas de salud asociados a la calidad del aire por el transporte privado, falta de cohesión social, falta de equipamientos en nuevas zonas urbanizadas, uso de un recurso en una o dos generaciones como la construcción en la costa…

Figura 1: Media anual de hectáreas transformadas en los dos periodos

Datos en hectáreas. Fuente: elaboración propia partir de datos de IGN CLC-2006. Subdirección General de Observación del Territorio. Servicio de Ocupación del Suelo.

Figura 2: Tasas de cambios de ocupación del suelo, comparación 1987-2000 y 2000-2005

Fuente: elaboración propia a partir de datos CLC-1990, CLC-2000, CLC-2006. Subdirección General de Observación del Territorio. Servicio de Ocupación del Suelo. IGN, Ministerio de Fomento.

Figura 3: Cambios de población en los municipios litorales que lindan con el mar

Fuente: Mónica G. Campillo, datos no publicados, elaboración propia.

Figura 4: Consumo aparente de cemento en España

Fuente: OFICEMEN. Datos de 2009 provisionales. Datos en toneladas

Notas

[1] Los datos reales de superficie artificial son probablemente mayores que los aquí registrados por dos razones: la propia metodología del CLC, con una resolución de 25 hectáreas; y que son datos del año 2005, antes del inicio de la crisis en 2007. El nuevo proyecto SIOSE proporcionará datos más reales de la actualidad y seguro que mucho más elevados que los aquí presentados.

[2] Presentados en la jornada sobre “La evolución de los usos del suelo en Madrid”, Sesión de Clausura del COTma, 27-6-2008. Cambios y tendencias de la ocupación del suelo en la Comunidad de Madrid (1956-1980-2005).

[3] Los inventarios forestales sostienen que han aumentado los volúmenes de madera de las especies forestales y que han aumentado las superficies. Los Inventarios II y III se realizaron con diferente metodología y no son comparables en cuanto a superficies ocupadas. Será necesario investigar la relación entre estas dos fuentes de información y en cualquier caso establecer una pasarela entre los dos sistemas de recogida de datos.

[4] J. RODRÍGUEZ “La recesión del mercado de la vivienda”. El País 14-2-2010.

[5] ZHAO, B, et al. (2004) “An ecosystem service value assessment of land use change on Chongming Island China”. Land use Policy 21, 139-148.