Lecciones de Kioto: no vale cualquier acuerdo.

Pablo Cotarelo, Ecologistas en Acción. Revista El Ecologista nº 61

A finales de año, en Copenhague, se tiene que llegar a un acuerdo útil para paliar el cambio climático, que sustituirá al Protocolo de Kioto desde principios de 2013. Este nuevo acuerdo debe contemplar una manera diferente de hacer las cosas: justa y sostenible.

Desde el primer momento del recorrido de las negociaciones internacionales sobre cambio climático han existido demasiados puntos negros que han impedido valorar el proceso positivamente. Las organizaciones sociales más comprometidas con la lucha contra el cambio climático y la justicia global llevan advirtiendo desde hace años de la necesidad de generar unos procesos diferentes a los actuales para el próximo acuerdo, posterior al Protocolo de Kioto, que se tomará en Copenhague a finales de 2009.

Reducción de emisiones

El Protocolo de Kioto es el único acuerdo internacional que aborda alguna medida sobre cambio climático, incluso con sanciones para los países incumplidores. Por ello, es considerado un primer paso necesario en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, si se realiza una comparación entre la propuesta inicial hecha por los científicos de reducción de emisiones para los países industrializados, que era de un 20% en 2005, con la que se recogió finalmente en el Protocolo, un 5,2% para el periodo 2008-2012, la conclusión a la que se llega es que la integridad de la negociación resulta dudosa. Parece, por tanto, extremadamente razonable calificar al acuerdo de Kioto como un primer paso necesario, pero muy insuficiente, en esta lucha.

Desarrollo

Además de la reducción doméstica de emisiones (en su territorio), Kioto permite a los países con compromisos (39 países) acudir a los Mecanismos de Flexibilidad. Uno de ellos es el llamado Mecanismo de Desarrollo Limpio, que consiste en la realización de proyectos promovidos por los países con obligaciones de reducción en países sin obligaciones, para descontar emisiones realizadas por los primeros y promover un desarrollo adecuado en los segundos [1]. Ahora bien, la ausencia de limitación en la utilización de este método (de momento hasta 2012) y el escaso estímulo que supone a las reducciones domésticas, pues resulta más barato que éstas, permite continuar con el status quo que ha provocado el cambio climático. Asimismo, la existencia del Mecanismo de Desarrollo Limpio retrasa el imprescindible cambio de modelo socioeconómico en los responsables del problema, los países del Norte enriquecido.

Veamos algunos ejemplos. El conjunto de gobiernos de la UE (es decir, la mayoría de los países con compromisos) recurrirá a reducir emisiones fuera de su territorio hasta 3 puntos porcentuales de los 8 de su objetivo de Kioto. Como representante destacado de esta práctica nos encontramos a España, que para alcanzar su objetivo debe pasar de su actual +52,7% respecto a las emisiones de 1990 a un +15% [2] en 2008-2012, es decir, deberá reducir en un 37,7% sus emisiones. De esta reducción al menos un 20% será mediante estos Mecanismos [3]. Así pues, la mayor parte del esfuerzo de reducción será, en realidad, esfuerzo de compensación de emisiones fuera de nuestro territorio.

En relación con esto también se generan algunas incompatibilidades o paradojas. Mientras que por un lado las negociaciones internacionales establecen que los países empobrecidos deben recibir tecnología de los países industrializados para poder acceder a un desarrollo futuro libre de carbono, sin embargo en la inmensa mayoría de los casos esa tecnología pertenece a empresas privadas, cuyo objetivo último es conseguir beneficios económicos, y de manera creciente cada año. Es decir, que dicha transferencia sólo se hará (y ya se hace) si existen condiciones económicas y socio-políticas favorables a las empresas, condiciones que, en el caso de las poblaciones más necesitadas de esa tecnología, no se dan [4].

Las reglas

Una de las reglas de oro en el seno del proceso de negociación internacional es que los acuerdos se alcanzan mediante el consenso. De esta forma se promueve la participación y la implicación en igualdad de condiciones de todos los países en la resolución de un problema global de semejante magnitud y complejidad como el cambio climático. La necesidad de consenso, sin embargo, favorece las maniobras de bloqueo y entorpecimiento por parte de los países que se benefician de la situación actual.

El actor más conocido en este papel es Estados Unidos, pero la lista de ejemplos en los que éste u otros han utilizado esta táctica es casi interminable. De hecho, el texto del Protocolo de Kioto es el resultado de la mezcla entre los objetivos imprescindibles para frenar el cambio climático y las rebajas provocadas por este tipo de maniobras. Debido a ello, éste incluye una reducción de emisiones tan poco ambiciosa (sólo un 5,2%) y los Mecanismos de Flexibilidad permiten compensar emisiones (sin límites a su uso) en vez de reducirlas.

Actores

La necesidad de transmitir un escenario simplificado a la opinión pública ha llevado a los medios de comunicación a establecer valoraciones comparativas de los diferentes actores de las negociaciones internacionales. Así, la Unión Europea es presentada como líder por diferentes motivos, como defender las reducciones de emisiones más amplias, haber puesto en marcha un comercio de emisiones, o firmar un Paquete de medidas internas sobre Cambio climático y Energía para 2020. En el otro extremo tendríamos a Estados Unidos, como el malo de la película por no haber ratificado el Protocolo, entre otras cosas.

Ahora bien, si se acude a los hechos, las actuaciones de ninguno de los actores pasan el examen riguroso de los resultados ambientales y sociales. Así, las emisiones por habitante de la Unión Europea continúan siendo más del doble de la media mundial, sus sociedades mantienen como uno de sus cimientos el crecimiento del consumo de materiales y de energía en sus diferentes tipos, y el compromiso voluntario de reducir sus emisiones un 20% en 2020 [5] se encuentra por debajo del mínimo marcado por el IPCC [6] para los países industrializados (reducciones de 25-40% en 2020) [7].

Especialmente grave es el caso de España en este punto, ya que el reparto interno europeo establece que en 2020 pueda emitir un 30% más que en 1990 (378 millones de toneladas), cuando Kioto sólo permitía un 15% (333 millones de toneladas) en 2008-2012. En otras palabras, a España se le permite emitir más en 2020 que en 2012. Así pues, en vez de ir reduciendo emisiones progresivamente para liberar totalmente el modelo socioeconómico de la pesada carga del carbono a corto (2020) y medio plazo (2050), el paradigma español se separa de la senda decreciente, al menos, en la primera fase. De esta forma se hace más complicado el esfuerzo de reducción a mitad de siglo (emisiones cercanas a cero) [8] pues se parte de una posición peor que la actual (emisiones mayores) y con menos tiempo para actuar (30 años desde 2020, por 38 si es desde 2012).

Acuerdo

Desde hace tiempo, el grado de conocimiento sobre lo que es necesario hacer para paliar lo máximo posible el cambio climático y sus efectos es más que suficiente. A partir de este conocimiento se pueden elaborar estrategias, planes o paquetes de medidas con el apellido “Cambio climático”, con más o menos acierto, o con mejor o peor intención. Por el contrario, en todos los casos la idea que se ha transmitido siempre ha sido la de optimismo por el simple hecho de haber alcanzado un acuerdo o elaborado un documento, cuando en la mayoría de los casos el contenido de los mismos aconsejaba intensamente lo contrario. Y sin embargo, a pesar de esos esfuerzos, la repetición no ha convertido lo mediocre en óptimo.

No es casualidad que desde diferentes redes de organizaciones sociales de diversa naturaleza, y a todos los niveles, desde el local hasta el internacional, se venga exigiendo lo mismo para el acuerdo de Copenhague a finales de año: No vale cualquier acuerdo. No vale utilizar para solucionar el cambio climático las mismas reglas que lo han generado.

No es inteligente pensar que seguir haciendo las cosas tal y como se han hecho hasta ahora vaya a solucionar algún problema. Los hechos descritos apuntan a la necesidad de aumentar la ambición y variar la manera de hacer las cosas. Es necesario rebajar las emisiones de gases de efecto invernadero drásticamente sentando las bases, esta vez sí, de sociedades sostenibles y justas.

Notas

[1] Para más información ver: Comisión de Energía de Ecologistas en Acción de Madrid: Mecanismos de Desarrollo Limpio. El Ecologista 60, primavera 2009.

[2] Ver Inventario de Emisiones a la atmósfera de España. Edición 2009 (Serie 1990-2007)

[3] Plan Nacional de Asignación 2008-2012.

[4] Ver mapa de distribución de los Mecanismos de Desarrollo Limpio en http://unfccc.int

[5] Según se recoge en el Paquete de Energía y Cambio climático 2020 de la UE.

[6] Panel Intergubernamental de Cambio Climático, según sus siglas en inglés.

[7] Ver 4º Informe del IPCC.

[8] El IPCC establece que son necesarias reducciones de los países industrializados de alrededor del 80% en 2050.