Hay varias cuestiones que resultan evidentes respecto a la construcción de la denominada tubería manchega: la primera es que las dimensiones de esta obra no son en absoluto de la magnitud del trasvase Tajo-Segura; la segunda es que se trata, efectivamente, de un trasvase entre cuencas, ya que lleva el agua desde el Tajo a la cuenca del Guadiana; y la tercera es que resulta una obra absolutamente innecesaria para los usos que se pretenden justificar, como son el abastecimiento a varias poblaciones de la comarca de la Mancha, que cuentan con recursos más que suficientes en su propia cuenca para el consumo humano. Otra cosa es seguir dotando a los miles de hectáreas de regadío que en las últimas décadas han provocado el mayor desastre hídrico y ambiental de nuestra comunidad y uno de los mayores del país.

El origen del proyecto de la tubería manchega hay que situarlo en el contexto de finales del siglo pasado y los primeros años del presente, cuando las perspectivas urbanísticas para poner en marcha megaproyectos en diferentes lugares de la provincia de Ciudad Real, como Argamasilla de Alba y la propia capital (¿pretenden que olvidemos lo del Reino de Don Quijote, con sus casinos, hoteles y demás parafernalia?), necesitaban garantizar las dotaciones de agua que la sobreexplotación de los acuíferos habían hecho imposibles.

Por otro lado, varios años continuados de sequía habían hecho desaparecer ríos enteros como el Cigüela, Záncara, Azuer y el propio Guadiana, que se mantenían en parte por los aportes subterráneos que los regadíos extensivos promovidos desde la propia Junta habían esquilmado. Las abundantes lluvias de estos dos últimos años han venido a demostrar algo que desde Ecologistas en Acción llevamos todo este tiempo defendiendo: hay recursos suficientes en el Guadiana para el abastecimiento humano, pero no para seguir regando maizales, cebollas o viñedos de espaldera.

Si denunciamos que no se puede derrochar el agua en Murcia para regar los cultivos y los campos de golf, no podemos decir que hacer lo mismo aquí es desarrollo sostenible por el simple hecho geográfico de que el Tajo nace en nuestra comunidad. Eso se llama cinismo y los que lo promueven están favoreciendo una guerra del agua en la que todos saldremos perdiendo. El mismo énfasis que se puso en los años pasados para el desarrollo del regadío se debe aplicar ahora para hacer cumplir la ley y acabar con los usos ilegales de un recurso que ahora nos damos cuenta de su valor ambiental, social e incluso económico, si se utiliza con más sensatez que la que han demostrado los sucesivos gobiernos de nuestra comunidad.

Derrochar los recursos económicos en la construcción de esa obra tan innecesaria como injusta para los habitantes del Tajo es una prueba más de la ineptitud de unos gobernantes que recurren a los mismos hábitos que han denunciado de los que idearon el trasvase Tajo-Segura. Si finalmente se culmina, los ciudadanos abastecidos por esa obra, aunque no se use, verán en sus facturas cómo, una vez más, las ocurrencias de los políticos las tendrán que pagar ellos. Veremos entonces si se alegran tanto.

José Julio del Olmo – Ecologistas en Acción de Albacete