Ante el conflicto en torno a la recuperación de la laguna del Cañizar, Ecologistas en Acción de Teruel hace algunas consideraciones previas al manifiesto que esta redactando.

Hace ya 271 años de la Promulgación de las “Reales Ordenanzas y Providencias (…) del rio Cella (…) ” [1] otorgadas por el Rey Fernando VI (1713-1759), por las que se establecían las normas de riego y uso de las aguas que afloraban en Cella para los siete municipios del «Alto Jiloca» (Cella, Santa Eulalia, Villarquemado, Torremocha, Torrelacárcel, Alba y Villafranca del Campo), unos pueblos que andaban enfrentados entre sí por el tema del agua, hecho del que tenemos constancia a través de diferentes pleitos y litigios documentados en los años 1750 o 1753, entre otros [2].

Estas normas tenían el fin por una parte, de producir más alimento (en aquellos años de hambrunas), pacificando los ánimos de enfrentamiento entre municipios, y por otra la de desecar la Laguna del Cañizar, para evitar lo descrito en las Reales Ordenanzas como «corrupción del Ayre que tanto daña la salud de los habitantes circunvezinos» y que a la sazón resulta ser un sinónimo del vocablo italiano «mal ayre» o malaria (paludismo). Una enfermedad cuya vía de transmisión a través de mosquitos no fue descubierta hasta 1898, y que en la época de las citadas Ordenanzas se atribuía a los malos aires u olores provenientes de zonas pantanosas.

A pesar de aquel gran avance científico, todavía queda actualmente en la mente de muchos vecinos de municipios ribereños de humedales mediterráneos, la falsa creencia (transmitida generación tras generación) de lo perjudicial de esos malos aires. En nuestra zona, incluso hay quien define despectivamente los humedales como charcas o «cenagos”, fuentes de enfermedad y focos de mosquitos, infecciones y enfermedades, tanto para el ganado como para las personas.

A consecuencia del paludismo y por diversos proyectos agrícolas, durante todo el siglo XIX y hasta mitad del XX, muchos humedales de toda España fueron desecados, incluso la cercana laguna de Gallocanta sufrió la amenaza de su posible drenaje hasta hace solamente 40 años. La intervención de los primeros «naturalistas» españoles, encabezados por Félix Rodríguez de la Fuente y Adolfo Aragüés, evitaron la desecación de la misma, siendo en la actualidad uno de los espacios naturales más conocidos y visitados de todo Aragón.

En 1964 se declaró España «libre de paludismo» y con el país industrializado e integrado en 1986 en la Unión Europea, muchos antiguos planteamientos agrícola-ganaderos son modificados por la Política Agraria Comunitaria (PAC) y se apuesta por nuevos modelos más respetuosos con el medio ambiente y sus recursos. Estos modelos son reclamados por la ciudadanía europea, que es quien pone los fondos, exigiendo la recuperación de espacios naturales perdidos para su ocio, disfrute y mejora de la calidad de vida. Para ello, se crearon diferentes tipos de ayudas y subvenciones que compensan las posibles pérdidas económicas a la población local, para poder competir en igualdad con aquellos que no tienen limitaciones, y para desarrollar una agricultura y una ganadería comprometidas con el medio ambiente. Estas ayudas siempre son proporcionales al respeto ambiental: debe cobrar más, quien más cuida, y así lo debemos exigir la ciudadanía.

La recuperación del Cañizar ha permitido rescatar un tesoro natural que teníamos perdido, con más de doscientas especies de aves distintas descritas en tan solo cinco años, muchas de ellas con la categoría de especies amenazadas e incluso dos de ellas en peligro de extinción, con una flora y fauna diversa que sorprende no solo a científicos y universidades, sino también al visitante no especializado. No se puede permitir que se vuelva a desecar la laguna como está ocurriendo en la actualidad, ya que, aunque se pudiese volver a recuperar este tesoro, quizás en una futura nueva recuperación nos falten ya muchos elementos de su biodiversidad.

Los diversos factores (algunos de ellos con causas de origen natural) que han conllevado su progresiva desecación, así como la irresponsabilidad de los que la han permitido, vulnerando directivas y normas europeas de conservación de especies así como leyes estatales y decretos autonómicos, no pueden continuar. Hay que buscar soluciones urgentes. Y una de ellas pasa precisamente por tratar de formar un equipo multidisciplinar para investigar y conocer cómo debe gestionarse el agua y los ciclos naturales de esta laguna, teniendo una garantía de que la regulación del agua y el funcionamiento de la laguna del Cañizar, se ajustará a los ciclos naturales lo máximo posible.

Nos encontramos en una situación similar a la de 1742 con pleitos y demandas, pero por motivos completamente diferentes, porque el paludismo ya se erradicó y la agricultura y la ganadería han evolucionado mucho desde entonces, permitiendo obtener beneficios no solo por parámetros productivos, sino también compensatorios, que deben ser utilizados para que no existan perjudicados. Nadie debería preocuparse por un posible «cambio de vida», más bien al contrario habría que pensar que se abren nuevas posibilidades para quien sí que apuesta por el cambio.

Continuar por el camino de pleitos y juzgados, bien por parte de la «Plataforma Antilaguna», las Juntas de regantes, la administración o las organizaciones que nos sentimos afectadas por la pérdida de valores naturales, perjudicará a todos, siendo la naturaleza y el legado que dejaremos a nuestros hijos los que más perderán. No podemos permitirlo.

Sólo queda un camino y es el consenso, un consenso que permita la recuperación definitiva del Cañizar. Hay que escuchar a la población local que se siente afectada, que exponga sus intereses genuinos, y estimular a quien administra y gestiona, a quien “puede hacer”, para que dé solución a los posibles problemas de esa sociedad demandante que, en último término, debe sentirse orgullosa de su recuperación, siendo siempre partícipe de la misma y del futuro de la laguna.

Al rey de las Reales Ordenanzas, Fernando VI, se le conoció como Fernando «El justo» y también «El prudente”. Desde Otus – Ecologistas en Acción de Teruel, esperamos que todas las partes implicadas también lo seamos, y tomemos conciencia de la importancia que los recursos naturales tienen para nuestro desarrollo social y económico, y para nuestro bienestar y el de las generaciones venideras. Porque lo importante, siempre, es el interés y el bien general, el de todos. Nuestra asociación, Otus Ecologistas en Acción de Teruel, va a trabajar en este sentido, y para ello estamos redactando un manifiesto en apoyo de la conservación de la laguna del Cañizar, que esperamos hacer público en las próximas semanas.

Notas

[1] Las “Reales ordenanzas y providencias dadas por Su Magestad y su Real Consejo a los siete pueblos del río Cella, para el buen govierno, distribución de sus aguas, limpias y conservación de sus obras, etc.,” fueron aprobadas el 3 de agosto de 1742. Por si alguien quiere consultarlas, existe una edición publicada en Zaragoza, en 1787, por Juan Ibáñez y una reedición de 1925 (publicada a instancias de la Junta Local de Aguas de Cella), a la que se añadieron los textos de una sentencia del Tribunal Contencioso Administrativo de Teruel, de 16 de mayo de 1879, y un Real Decreto de Alfonso XII, de 1880, refrendado por el Consejo de Ministros de 2 de junio de 1880, publicado por la imprenta turolense de Arsenio Perruca, en 1925.

[2] José Ignacio Gómez Zorraquino (2001), “Aportación al estudio del regadío en los siete pueblos del río Cella (S. XVIII)”, Revista Xiloca, nº 27. Centro de Estudios del Jiloca.