Los movimientos sísmicos que se registran estos días en la costa de Levante, asociados a las operaciones de inyección de gas en antiguos pozos petrolíferos del Delta del Río Ebro, ponen en evidencia el grave riesgo de las actuaciones en el subsuelo. Ecologistas en Acción reclama desde hace años que se paralice definitivamente el Proyecto Castor en esa zona, pero también exige que se aplique, como mínimo, el principio de precaución en proyectos de igual o mayor peligrosidad como las prospecciones petrolíferas o la fractura hidráulica.

Ya en el año 2008, Ecologistas en Acción presentó alegaciones para exigir la paralización del Proyecto Castor. Se argumentó entonces que el Estudio de Impacto Ambiental del proyecto minimizaba los riesgos derivados del mismo, que no se garantizó la participación ciudadana en el periodo de exposición del proyecto y que se registraba una carencia de seguridad en su ejecución. Los argumentos cobran aun mayor vigencia con el alarmante incremento de actividad sísmica en la zona. Los intereses económicos no justifican la temeridad con la que se ha actuado, ni pueden servir como argumento de futuros proyectos.

A pesar de los conocimientos sobre la naturaleza del subsuelo logrados en los últimos decenios, gracias a la geología del petróleo, todavía existen importantes lagunas científicas acerca de la física de sólidos y el comportamiento tectónico de los materiales confinados del subsuelo. Aún estamos totalmente desarmados en nuestra capacidad para controlar los posibles efectos, a corto y medio plazo (ej. activación de fallas ocultas o dormidas, por el efecto dominó de los microseísmos, etc).

Como muestra de este desconocimiento están los movimientos sísmicos asociados a las operaciones de inyección de agua para fraccionar la roca del subsuelo y obtener gas, operaciones conocidas como fracking (fractura hidráulica). Estas operaciones han revelado que el comportamiento de las rocas en el subsuelo está lejos de ser comprendido y menos aún que pueda controlarse los efectos derivados de los cambios que provocamos en las características físicoquímicas del subsuelo.

Se ha actuado con demasiada ligereza en repetidas ocasiones. Cada vez se tiene más certeza que las extracciones masivas de agua en el acuífero de Lorca estuvieron entre las causas principales del terremoto que arrasó esa ciudad en el año 2011. Del mismo modo, en las últimas alegaciones al proyecto de prospecciones de gas en el Mar de Alborán, se ha señalado la posible creación de movimientos de sedimentos en cañones submarinos, que según estudios del Instituto Español de Oceanografía, podrían incluso llegar a provocar un tsunami en el litoral.

“Sabemos cómo iniciar terremotos, pero aún estamos lejos de saber cómo controlarlos”, decía el geólogo francés Philippe Avouac. Por esta razón evitende, es necesario evitarlos y dejar de actuar a ciegas en el subsuelo.

En los proyectos de prospecciones petrolíferas, como los de Canarias y la Costa Brava, en los planes de fractura hidráulica, como los que podrían afectar de nuevo a Cataluña y la Comunidad Valenciana, se debe aplicar, como mínimo, el principio de precaución. Un principio que llevaría a prescribir una paralización cautelar de todas las operaciones que supongan cambios en la física de sólidos del subsuelo, como las inyecciones de agua o de gas, como es el caso que nos ocupa, en el Delta del Ebro.

Ecologistas en Acción recuerda que se deberían centrar los esfuerzos en el desarrollo de las energías renovables, en el incremento de su eficiencia y en la progresiva disminución de las energías sucias y peligrosas, de las que tenemos una alta dependencia del exterior. El riesgo de movimientos sísmicos es uno más de los argumentos para apostar por las renovables.