El informe anual de la Red de Control de Sustancias Peligrosas de la Confederación Hidrográfica del Ebro, publicado en diciembre de 2015, muestra un río gravemente contaminado por alteradores hormonales: un río estrogenizado. Y datos semejantes se repiten en otros ríos de la Península.

Los tóxicos analizados superaron los límites de referencia legales en el 14,7% de las 4.421 muestras tomadas en 2014. Hasta aquí, son datos preocupantes, pero lo son más si recordamos que para los alteradores hormonales, no existen valores de exposición segura. Estas sustancias son peligrosas a cualquier concentración y la única solución es eliminarlos del medio.

El informe desvela que en el Ebro hay una mezcla compleja de varias decenas de contaminantes hormonales, en un agua que abastece a tres millones de personas y que se utiliza en el regadío de 906.000 hectáreas, así como en ganadería y piscifactoría.

Así que, tanto la población como los ecosistemas están expuestos a tóxicos que interfieren en el funcionamiento normal de las hormonas a dosis extremadamente bajas, precisamente, a las dosis a las que actúan las hormonas a las que “imitan”, y que pueden producir efectos crónicos que aparecen meses o incluso años después de la exposición.

Para los contaminantes hormonales, no existe nivel de exposición segura: pueden causar daño a cualquier concentración, como muestran numerosos informes internacionales, entre ellos el de PNUMA y OMS (ver informe). Además, al tratarse de una mezcla compleja, su toxicidad puede verse potenciada.

Lindano y otros pesticidas clorados

Uno de los contaminantes hormonales que ha superado los límites legales en el agua, en los sedimentos y en la biota (peces) tanto en el río Gállego, como en los puntos de muestreo de Zadorra, Presa de Pina y Ascó, es el lindano o hexaclorociclohexano (HCH). Esta contaminación expone a los ecosistemas y a la población a daños en el sistema endocrino, con efectos adversos en el desarrollo fetal y el crecimiento, reducción en el número de espermatozoides y de los niveles de testosterona. A estos daños debemos sumar los daños al hígado, al sistema inmunológico y al ADN. Sin olvidar que la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) ha clasificado el alfa, beta y el gamma HCH como posibles cancerígenos para los seres humanos.

Pero el lindano no es el único pesticida organoclorado presente en el Ebro. El informe muestra la presencia de otros pesticidas, como el DDT. Estudios recientes relacionan la exposición a plaguicidas organoclorados con hipotiroidismo, cáncer de mama, malformaciones del tracto urogenital de niños expuestos en el útero materno y también con problemas de fertilidad masculinos.

Un cóctel de disruptores endocrinos: pesticidas, COVs, PAHs y metales pesados

Además de sustancias organocloradas, como hexaclorobenceno, pentaclorobenceno, en las muestras analizadas se encontraron hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), por encima de los límites en la mayoría de las muestras. Algunos, como el naftaleno o como el antraceno son sustancias cancerígenas y neurotóxicas. También se han encontrado contaminantes orgánicos volátiles (COV) cancerígenos como el benceno y tóxicos para la reproducción como el tolueno, el etilbenceno y los xilenos.

Y por último, es importante la presencia de metales pesados, algunos con efectos cancerígenos (arsénico, cadmio, cromo, plomo, níquel), otros neurotóxicos (mercurio, plomo), y otros tóxicos para la reproducción (plomo, cadmio, mercurio).

Las sustancias organocloradas, los HAP y los metales pesados se caracterizan, además de por su toxicidad, por su persistencia en el medio, esto es su tardanza en degradarse y por ser bioacumulables: Se almacenan en los tejidos grasos de los seres vivos, donde pueden permanecer también decenas de años. Así, los peces que viven en un río contaminado con estas sustancias presentan concentraciones mucho más elevadas que las presentes en el agua, los animales que se alimentan de estos peces, a su vez, acumulan una mayor concentración. Y las personas, que estamos en la cima de la cadena alimentaria, vamos acumulando estos contaminantes en nuestras grasas.

Muchas de estas sustancias son también muy tóxicas para los organismos acuáticos y para la fauna silvestre.

Imprescindible reducir la exposición

Es urgente exigir a las autoridades medidas para reducir la exposición de la población y el medio ambiente a estos tóxicos. Se deben limpiar las zonas en las que se han vertido residuos, tanto de pesticidas como de químicos industriales.

Sería adecuado, dado el nivel de contaminación, desarrollar programas de biomonitorización que hicieran un seguimiento en el tiempo de las concentraciones corporales de estos tóxicos en un grupo representativo de la población expuesta. Los resultados nos indicarían también si las labores de descontaminación están siendo efectivas.