Entre 2008 y 2017, desde el área de Consumo de Ecologistas en Acción, se organizaron, con distintos formatos, diez ediciones de los Premios Sombra a la peor publicidad. Concebidos como unos “contra-premios” de los premios del festival iberoamericano de comunicación publicitaria El Sol, sirvieron como herramienta de crítica al papel que tiene la publicidad en la sociedad de consumo.

Desde entonces hemos trabajado en comunicar nuestra visión crítica de la publicidad de otras maneras. Y es que la publicidad no es solo un instrumento de persuasión masiva para la compra de productos y servicios, es, además, una forma de transmitir y hacernos interiorizar ideas, valores y conductas que sustentan la sociedad de consumo, enmascarando el deterioro social y ambiental que ésta provoca.

La publicidad da un valor trascendental al consumo, apelando en muchos casos al mensaje de que éste es el que nos aportará la ansiada felicidad. Sin embargo, el efímero momento de satisfacción que puede generarnos una compra, con su correspondiente chute de dopamina, se convierte en posterior insatisfacción al no ver cubiertas las expectativas vitales que el mensaje publicitario prometía, con lo que se contribuye a crear una espiral compra-insatisfacción, que sirve para alimentar las adicciones a las compras.

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