La caza es una actividad con graves impactos sobre la biodiversidad y los ecosistemas. La presión que se está ejerciendo sobre las especies es insostenible y está llevando al límite el equilibrio natural mientras los lobbies cinegéticos cuentan con la complicidad del Gobierno.

Theo Oberhuber. Área de Conservación de la Naturaleza de Ecologistas en Acción. Revista Ecologista nº 94.

La caza es incompatible con la biodiversidad. Esto es algo que denunciamos hace ya casi 30 años pero es preocupante ver que la situación no ha mejorado, los daños de esta actividad sobre la naturaleza incluso han empeorado.

El 6 y 7 de octubre de 1990, la Coordinadora de Organizaciones de Defensa Ambiental (CODA), preocupada por el impacto de la actividad cinegética en la biodiversidad, organizó una jornada titulada La caza y las asociaciones de Defensa de la Naturaleza, que se celebró en Madrid con la participación de unos 70 representantes de organizaciones ecologistas de diferentes territorios. Aquellas primeras jornadas culminaron con un documento de conclusiones de 29 puntos en los que se analizaban las modalidades y periodos de caza más dañinos.

Cazadores durante una jornada de caza. Foto Ecologistas en Acción de Toledo.

La primera de las conclusiones no podía ser más clara: “Consideramos que la caza tal y como se desarrolla actualmente en nuestro país es una actividad inaceptable, debido al grave deterioro ambiental que genera, y en ningún caso puede ser considerada como una actividad deportiva”. En las 28 conclusiones restantes se denunciaban los incumplimientos de la normativa, la ausencia de exámenes del cazador, el mal funcionamiento de los Consejos de Caza y las presiones del lobby cinegético. Pero también las nefastas repoblaciones cinegéticas, los peligrosos vallados, los incumplidos y poco transparentes planes cinegéticos, los derechos de los no cazadores, la necesidad de incrementar el número de agentes forestales, la preocupante situación de la tórtola, y otras especies, así como la necesaria prohibición de la media veda, el control de predadores y otras modalidades de caza insostenibles.

Aquellas conclusiones detalladas y contundentes causaron una importante reacción de los colectivos cinegéticos. Ejemplo de ello fue la portada que nos dedicó la revista cinegética Federcaza y su titular: “Los ecologistas desentierran el hacha de guerra”. En sus páginas interiores la Federación Española de Caza contestaba a nuestros argumentos en un amplio artículo en el que intercalaba diversas descalificaciones.

Quizás, el párrafo más llamativo y descabellado fue este: “Plantear sus opiniones con tanta ligereza hace entrever que detrás de dichos grupos hay siempre un oportunismo político y que en la mayoría de los casos se intenta desviar la opinión pública a temas sensibleros, para que se oculten verdaderas situaciones de atentados ecológicos, ya que grandes intereses empresariales están detrás, siendo estos los que sufragan los presupuestos de dichas sociedades seudoecologistas”.

Foto Ecologistas en Acción.

Seguramente la Federación Española de Caza y otras entidades se sorprenderían al saber que poco después, en una intervención pública con motivo de la entrega en Valladolid del Premio Carlos III, el ya fallecido escritor y reconocido cazador, Miguel Delibes, manifestó su apoyo a varios argumentos incorporados en nuestras conclusiones.

En diciembre de 2016, el Área de Conservación de la Naturaleza de Ecologistas en Acción asumió el reto de elaborar un estudio titulado El impacto de la caza en España en el que, a través de una revisión de 80 publicaciones científicas, técnicas y divulgativas, se analizó la actividad cinegética. Las conclusiones hablan del impacto negativo de la caza contra el equilibrio natural, la biodiversidad, el bienestar animal y el desarrollo rural.

Los años transcurridos han puesto en evidencia que aquellas conclusiones de 1990 hoy son plenamente validas aunque se han logrado algunos avances. Uno de, unonuestros mayores éxitos ha sido la sensibilización de la sociedad, lo que ha supuesto una reducción del número de cazadores

Impacto sobre la naturaleza

Pero esta actividad no ha reducido su impacto sobre la naturaleza.

En la actualidad es más frecuente cazar animales criados en granjas y liberados en los cotos para su captura inmediata. Son las modalidades denominadas intensivas que se desarrollan tanto sobre especies de caza menor como de mayor. Un ejemplo de los efectos de esta actividad es la perdiz.

La intensificación de la caza de esta ave en cotos es insostenible. Está asociada a consecuencias nocivas sobre la biodiversidad, como la introducción de híbridos de perdiz autóctona con la chukar, que contaminan genéticamente y desplazan a los ejemplares autóctonos.

Cada año se sueltan más de un millón de perdices rojas en los cotos de caza. En 2013 se lanzaron 1.350.000 ejemplares de perdiz roja procedentes de granjas, lo cual supone el 55,7 % de las perdices que se mataron ese año. También en estos cotos se produce un mayor uso y abuso de los métodos legales e ilegales de control de predadores, para poder hacer frente al desequilibrio que ellos mismos provocan al atraer con las sueltas a un mayor número de depredadores oportunistas.

Graves desequilibrios en los ecosistemas

La caza intensiva y comercial, tanto en las modalidades de mayor como en las de menor, supone graves desequilibrios en los ecosistemas, desplazando y dañando a las poblaciones autóctonas. Otro ejemplo de los impactos de la caza es la sobrepoblación de ungulados, de jabalí y ciervo, fomentadas también por sueltas y por prácticas como la alimentación suplementaria.

En las fincas de caza mayor, buena parte de ellas rodeadas por vallados perimetrales, el ramoneo simplifica la biodiversidad vegetal y la del resto de los niveles del ecosistema. Además, son una de las primeras causas de expansión de enfermedades como la tuberculosis, de impactos no deseados, como la regresión de las poblaciones de perdiz roja o de conejo, y del incremento de la accidentalidad derivada de colisiones de piezas de caza con vehículos.

Corzo. Foto José Ramón Martínez.

En estos años, el sector cinegético ha fortalecido un lobby con ramificaciones en el poder político y económico que busca desesperadamente la supervivencia de la caza. Para ello está intentando dar la imagen de que la caza es garante de la conservación, una herramienta para la gestión de poblaciones y una actividad económica esencial para el medio rural. El Partido Popular lidera el lobby político en las comunidades autónomas,el Gobierno y en el Congreso, aunque una parte importante del PSOE colabora activamente en el mismo.

Este lobby elabora dudosos informes sobre la gran cantidad de dinero que mueve la caza, organiza eventos sociales donde no falta la aristocracia e incluso crea entidades con la finalidad específica de comunicar, investigar y defender jurídicamente la actividad cinegética. Y dinero no les falta.

Un ejemplo de la fuerza de este grupo de presión es como un reducido número de propietarios de fincas de caza del Parque Nacional de Cabañeros logró que el Organismo Autónomo de Parques Nacionales (dependiente del MAPAMA) y el PP incluyeran en la modificación de la Ley de Parques Nacionales una disposición final para que se pudiera cazar en ellos hasta 2020, pese a ser una actividad declarada incompatible en la misma ley. Seguro que ahora ya están pensando cómo alargar dicho plazo.

Otro ejemplo, el PP ha planteado varias iniciativas en el Congreso instando al “reconocimiento del compromiso con la conservación del medio natural de quienes practican, conforme a la legislación vigente, la caza y la pesca”.

Precisamente, por la potencia de este grupo de presión, también ha aumentado la reacción de ciertas entidades ante las críticas ecologistas a la caza y nos hemos acostumbrado a recibir descalificaciones e insultos, en ocasiones de forma de anónima. Por supuesto, esto no ha logrado, ni logrará, que dejemos de denunciar y criticar los impactos ambientales y éticos de la caza.

En la sociedad que Ecologistas en Acción quiere, y por la que luchamos, no debe tener cabida una actividad basada en matar animales por diversión, que pone en riesgo las poblaciones de diversas especies de fauna y de flora, que degrada los ecosistemas y que cada día es más incompatible con el disfrute de la naturaleza por el resto de la sociedad.