Relato.

Gabriela Vázquez. Revista Ecologista nº 94.

- Pues si se le ha roto a Antonia, tendrá que ir Antonia, digo yo.
- Bueno a Antonia no, se le ha roto a su hijo….¿Y cómo va a ir Antonia hasta El Corte Inglés?
- ¡Pues que vaya su hijo!
- Bueno, ya voy yo, que tengo la tarde libre —interrumpo, antes de que Charo y Andrés se enzarcen en una de sus legendarias peleas y la reunión se alargue insoportablemente—.
- ¿Y no lo pueden venir a recoger? Cuando lo de la lavadora, mandaron una furgoneta… – interviene tímidamente Antonia.
- Mujer, ¡no me compare una lavadora con un taladro! ¿Qué le han dicho en la oficina del gremio?
- Sí, claro, que allí no tenían la pieza y que fuese al Corte Inglés…
- ¡Si es que con estos del gremio todo son trabas! —Charo parece haber visto que no va a poder pelearse con Andrés hoy y busca un nuevo objetivo—.
- Claro, te empeñaste en coger el plan C3 en vez del C4, como decía yo…
- Hombre, lo del C3 no lo digo yo, ¡lo dice el Ayuntamiento! Con los que somos no podemos optar al C4…
- ¡No pasa nada, voy dando un paseo! —antes de que sigan meto el taladro en la mochila y salgo—.

Taladro. Andres Espinosa.

Llevan una semana anunciando que va a llover, pero en todo marzo aún no ha caído ni una gota. Me llevará unos veinte minutos en bici por el corredor verde, y yo calculo que en menos de una hora y media estaré de vuelta. Menos de lo que me habría llevado quedarme a ver discutir a mis vecinos.

En realidad, El Corte Inglés hace tiempo que no se llama El Corte Inglés, pero todo el mundo lo sigue llamando así. Ahora es Coordinadora Santanderina Intergremial-Centro Logístico; pero igual que en su día el Pryca seguía siendo el Pryca, veinte años después de que lo comprara Carrefour, a esto todo el mundo lo sigue llamando El Corte Inglés. Además, como nombre es bastante más corto,se ve que el nombre no entraba en el trato que cerró la Intergremial con los acreedores, y de todas formas los nombres pegadizos ya no se llevan tanto.

En bici

Dejo la bici en la explanada de delante. Lo que antes era el parking exterior ahora está lleno de baterías y colectores solares, y la gran fachada principal que antes era ocupada por una modelo de largas piernas o por las luces horteras de Navidad, está ahora descubierta para que pueda entrar más luz. Rodeo por un lateral hasta la asociación Gremial de Electrodomésticos, Hogar, Bricolaje. Un hombre con una barba espesa, de unos cuarenta años, observa sobre una mesa las piezas desmontadas de una batidora de mano. En otro tiempo habría ido trajeado y engominado, y me habría dedicado una sonrisa perfecta mientras calibraba cuántas cosas iba a poder venderme y cómo. Ahora lleva una camiseta vieja en la que que pone: “2017 Año lebaniego” y, aunque quiere parecer cordial, se nota que le molesta que le haya interrumpido.

- Hola. buenas tardes, cuéntame —sigue mirando la batidora de reojo, sin duda aún pensando en el problema que le ocupaba hace unos segundos—.
- Buenas, vengo de la comunidad de vecinos Sejos 43, se nos ha estropeado el taladro —le tiendo la mochila—.
- ¿Sabes qué plan tenéis?
- El C3 —le doy la identificación de la comunidad. La coge y se acerca a un ordenador, en el que la pantalla parece mucho más vieja que la torre y la propia torre está hecha de partes de muchos otros ordenadores—.
- ¿Qué le ha pasado? ¿Habéis probado a arreglarlo en casa? mientras me habla enchufa el taladro y comprueba que efectivamente no funciona—.
- Creo que se recalentó, han intentado arreglarlo y lo llevaron a la oficina, y allí dijeron que lo trajéramos aquí. Asiente con aprobación mientras empieza a desmontarlo.
- Este es de una casa nueva, así que seguro que se repara fácil.

Entiendo a qué se refiere. Antes los fabricantes ganaban más, cuanto menos se usaban y reparaban sus máquinas, así que no se molestaban en que pudieran repararse. Si el taladro hubiese sido de una marca vieja igual lo tendría que haber tirado y haberme dado uno nuevo, o igual habría tenido una reparación mucho más larga. Desde que se empezó a funcionar por planes, las casas y los gremios se cuidan muy mucho de que todo se repare lo más fácilmente posible, aunque a veces eso significa que las cosas son más grandes, o más pesadas o más ruidosas… Una parte de mí desearía volver a casa con un taladro nuevo.
- ¿Por qué no vas a dar una vuelta y vuelves en un rato?

Cuando salgo me cruzo con una señora que lleva en un carrito una olla a presión enorme. Seguramente viene de una cocina comunitaria. “Mariiiiii” —grita el hombre de la barba sin levantar la vista del taladro—, y del almacén sale una sonriente chica de unos treinta años con un frontal en la cabeza.

Paso un rato dando vueltas aburrida por los distintos departamentos,los talleres no son ni de lejos tan entretenidos como eran las tiendas. Cuando vuelvo al departamento de bricolaje, mi mochila está colocada encima de un estante, con el taladro encima y una nota que pone: “Sejos 43”. El hombre de la barba está entre las estanterías llenas de objetos, escogiendo el siguiente a reparar. La chica del frontal me despide con una sonrisa, mientras pasa por mi lado llevando un transportín que utiliza para subir un frigorífico a una furgoneta blanca.

Me recuerda a mi amiga Paula, que terminó trabajando en algo parecido después de tantos años de estudiar publicidad. Me pregunto si en su gremio diseñará ella los carteles de las paredes, que aquí dicen: “Tú puedes,repara en casa” o “El fraude nos perjudica a todos” (en este sale un señor rompiendo una radio con un martillo). También me pregunto cuántos carteles y cuánta gente más habría aquí si tuviesen que convencerme de que me llevase cuantos más taladros mejor (en vez de cuantos menos).

Mientras me alejo en la bicicleta, visualizo a Charo, pensando en cuál va a ser su queja cuando vuelva con el taladro. En el corredor verde los cerezos parecen estar echando brotes. El cielo se nubla y empieza a llover. A veces creo que, al menos en parte, sí que hemos arreglado las cosas.