Uno de los mayores ríos de la Península agoniza. El Tajo está exhausto. El trasvase y las presiones urbanas e industriales están acabando no sólo con sus aguas, sino también con la diversidad natural que atesora. Organizaciones ecologistas y ciudadanas dan la voz de alarma.

Raúl Urquiaga. Portavoz de Jarama Vivo y miembro del Área de Aguas de Ecologistas en Acción. Revista Ecologista nº 94.

El Tajo está en una situación extrema. La falta de aportaciones por la sequía en sus presas de cabecera y la derivación de caudales al Trasvase Tajo-Segura han hecho que los embalses de Entrepeñas y Buendía, Guadalajara, estén a menos del 10 % de su capacidad.

Pero no todos los problemas del Tajo son el trasvase. El río es víctima de un cúmulo de intereses en distintos puntos de su trascurrir hacia el Mar Atlántico. Es el río más castigado, abandonado y despreciado de los grandes ríos ibéricos. Aunque las presiones que soporta no son muy distintas a las de otras cuencas hidrográficas (desnaturalización de riberas, regulaciones, ausencia de caudales ecológicos, captaciones, vertidos, etc.), las suyas son de tal gravedad que lo convierten en un río amenazado de muerte.

Fue en los 50 cuando la cuenca del Tajo fue gestionada para dar servicio a grandes intereses que lo han convertido en el río que es hoy. Para María Soledad Gallego, abogada e integrante de la Fundación Nueva Cultura del Agua, los que condicionan esta cuenca hidrográfica y el río son “los señores del Tajo”, es decir, los usuarios del trasvase Tajo-Segura, los vertidos residuales procedentes de Madrid y la presión de las eléctricas (hidroeléctricas y nucleares).

Según Gallego, “antes el río Tajo era un río». Y «no era de nadie y era de todos. Convivían los usos privativos con el común al que tienen derecho todos los ciudadanos y «eso es posible cuando un río está en buen estado ecológico», explica. Pero «fue en la segunda década del siglo XX, cuando los señores del Tajo pusieron los ojos en él y se lo apropiaron», dice Gallego. Una gestión productivista que «obvia los valores ecológicos, paisajísticos, culturales, y sociales» afirma.

El expolio del agua trasvasada

En 1980 entra en funcionamiento el acueducto del Tajo-Segura. Entonces se derivan las dos terceras partes de las aportaciones de los embalses de cabecera a Murcia, Alicante y Almería. Esta obra de ingeniería se diseñó en la dictadura pensando que a la cabecera del Tajo, una vez satisfechas todas sus demandas internas, le sobraban hasta 1.000 hectómetros cúbicos (Hm3). Que el río tenía una cuenca excedentaria y, por solidaridad regional, esa agua podía llevarse a Levante para contribuir a su desarrollo. Hoy, la realidad pone en evidencia el escaso rigor de esos cálculos, que se hicieron teniendo en cuenta las aportaciones en la cabecera del Tajo en un período muy húmedo.

Nuria Hernández Mora, de la Fundación Nueva Cultura del Agua, responde a las preguntas de esta revista junto al pantano de Entrepeñas, Guadalajara. Allí señala un paisaje desolador. Tierra seca lodo y un enorme espacio vacío donde antes había agua. Agua que se ha trasvasado durante los últimos años. Hernández Mora afirma que las aportaciones medias al Tajo han disminuido un 50 % en su cabecera, si comparamos el período pretrasvase (1958-1980) con los últimos 37 años (1980-2017).

Contaminación del río Tajo a su paso por Toledo.

Regadíos y abastecimiento

Al mismo tiempo, las demandas de abastecimiento y regadío en la cuenca han aumentado. Hernández Mora es tajante: “La gestión de la cabecera del Tajo ha estado siempre sometida a las exigencias del Segura”. Con las aportaciones naturales en la cabecera (761 hectómetros cúbicos de media anual) y la presión del trasvase “es imposible cumplir las demandas: caudales ambientales, abastecimientos, riegos, usos industriales, recreativos, etc. Es el expolio del mayor río peninsular,”, asegura.

Por su parte, Santiago Martín Barajas, excoordinador del Área de Aguas de Ecologistas en Acción explica que el Gobierno, en 2013, blindó por ley la explotación del trasvase a través del llamado Memorándum. «Se trata de un documento que viola la Directiva Marco del Agua». Explica que ese texto está hecho “con opacidad, sin participación y fue aprobado como anexo a la nueva Ley de Evaluación Ambiental, acordado por regantes, Gobierno y cargos autonómicos del PP”. El Memorándum establece como obligatorio trasvasar todo el agua que esté por encima de la línea de los 400 Hm3 en los pantanos de cabecera e impone desembalses máximos a Entrepeñas y Buendía.

En la imagen, Alejandro Cano, de la Plataforma en Defensa del Tajo de Toledo.

Aranjuez está declarada Paisaje Universal para la Humanidad. Sus sotos, paseos, palacios y jardines han sido catalogados por la relación inseparable con el agua del Tajo. Melquiades Molinero, de la Asamblea para la Defensa del Tajo de Aranjuez señala «la falta de corriente del río, el color verdoso y el lecho cubierto de fango», más parecido a un estanque que a un curso fluvial. Las causas: «El descenso del nivel freático del acuífero aluvial asociado a la desaparición de casi todas las especies piscícolas autóctonas, vertidos…El colapso ambiental del Tajo”, concluye.

Los vertidos de Madrid

A pocos kilómetros del casco urbano de Aranjuez, el río Tajo junta sus aguas con el río Jarama, principal curso fluvial de la Comunidad de Madrid. En este punto, cuesta saber cuál es el río principal y cuál el tributario. Y es que las aguas del Jarama triplican en volumen a las de nuestro Tajo.

Para Antonio Martínez, portavoz de Jarama Vivo, existe un mal funcionamiento de las depuradoras que gestiona el Canal de Isabel II: “La propia Confederación del Tajo reconoce que el foco de contaminación de los ríos Manzanares, Jarama y Guadarrama son estas instalaciones”. El 90 % de los vertidos al río que se generan en la Comunidad de Madrid son debidos a esas depuradoras «que convierten al Jarama y el Tajo en cloacas a cielo abierto”, explica

En Toledo el Tajo no está mejor: aguas mermadas y contaminadas convierten los antiguos azudes de la ciudad en un espectáculo de espumas y malos olores. Alejandro Cano, de la Plataforma en Defensa del Tajo de Toledo, no se cansa de denunciar la injusta situación que sufren desde los 70. Recuerda que hasta principios de esa década todavía la ciudadanía de Toledo chapoteaba en las riberas y disfrutaba de tardes domingueras de baño. “Hoy eso es imposible. El Tajo es un río robado. Nos lo quitó Murcia y después nos lo han llenado de las inmundicias que llegan sin depurar desde Madrid”. Todos los 29 de cada mes, Cano y decenas de activistas de la plataforma se manifiestan delante del Tajo para pedir «un río vivo, un río con agua limpia».

Pero esa contaminación es un grave problema sanitario. Martínez señala que “esas aguas cargadas de metales pesados y otros contaminantes riegan cientos de hectáreas de cultivos desde Rivas Vaciamadrid hasta casi Toledo y, después, hasta Talavera”. La actividad agrícola es culpable en buena medida de la falta de calidad del agua, de la reducción de caudales y de la alteración de la morfología del río.

El Tajo eléctrico

Aguas abajo de Talavera de la Reina, Toledo, desde donde es posible vadear el río, en algún punto, sin mojarse las rodillas, el sector hidroeléctrico ha convertido en un rosario de presas todo el tramo extremeño hasta la frontera con Portugal. Allí, el Tajo es un continuo de 200 kilómetros de embalses para generar beneficios a las eléctricas. Producir energía es lo importante. Nidos de cigüeña negra anegados por la presa de Torrejón Tajo, Cáceres, lo atestiguan.

Trasvase Tajo-Segura. Foto Fran

Además, el Gobierno español incumple el Convenio de Albufeira, que establece el mantenimiento de caudales mínimos en cuencas transfronterizas hispano-lusas: Tajo, Guadiana, Duero y Miño. Es habitual ver desde la presa de Cedillo, Cáceres, frontera con Portugal, soltar los caudales establecidos ‘de golpe’, en los meses de mayor pluviosidad, en lugar de en periodos secos, cuando el agua es necesaria para mantener las funciones ecológicas del río y las demandas de Portugal.

Pero el Tajo no sólo pertenece al sector hidroeléctrico, también el nuclear cuenta con su trozo de pastel. Según Paca Blanco, incansable activista antinuclear de Ecologistas en Acción, el 40 % de toda la potencia nuclear instalada en el territorio español se sitúa en torno al río Tajo, en la central de Trillo, Guadalajara, y en las dos centrales de Almaraz, Cáceres. “Las nucleares suponen un riesgo inasumible en el Tajo”, agrega Blanco.

El Tejo exhausto

Pero el Tajo que encontramos por debajo de la presa de Cedillo, al entrar en Portugal, no es más que una caricatura de lo que fue. Es un río exhausto y demacrado. El Tajo se convierte en Tejo, y sus problemas continúan. En el país vecino colectivos como ProTejo no cejan en su denuncia por los caudales insuficientes que les llegan, aguas eutrofizadas en la actividad agraria del tramo medio o los procesos de contaminación generados desde industrias locales.

En octubre pasado murieron una gran cantidad de peces entre Vila Velha de Rodao y el Embalse de Fratel. Empresas papeleras, como Celtejo, se cree son las culpables de estos episodio. La Agencia Portuguesa do Ambiente autorizó que esa empresa papelera pudiera verter aguas contaminadas sin tener aún estación depuradora. El tramo final del Tejo es víctima también de la ocupación masiva de plantaciones hortícolas industriales.

Decenas de organizaciones ciudadanas y ecologistas, a uno y otro lado de la frontera de toda la cuenca, desde Guadalajara a Portugal, hace 10 años que se unieron para proteger el Tajo en la Red Ciudadana por una Nueva Cultura del Agua en el Tajo/Tejo. Consideran inaceptable que se someta al mayor río peninsular a esta agonía. Se mueren los ecosistemas acuáticos y de ribera, pero también el Tajo son sus gentes, sus pueblos, su historia, el disfrute y la economía, bien llevada. ¡Queremos ríos vivos, con agua para la vida!, se lee en la pancarta de la plataforma. «Ya está bien de expolios, engaños y de un río moribundo», claman.