Ecologistas en Acción ha elaborado un informe que muestra los principales problemas de seguridad de la central nuclear de Garoña (Burgos). El informe se ha enviado a los grupos parlamentarios, así como a los Gobiernos de Castilla y León, País Vasco, Aragón y La Rioja.

Las conclusiones principales del informe son que la central está aquejada de graves problemas de seguridad, entre los que destaca la corrosión, y que se puede prescindir de ella sin que peligre el suministro de electricidad.

En octubre de 2009 finaliza el permiso de explotación de la central de Santa María de Garoña que le fue otorgado por el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) en 1999 para que pudiera funcionar durante 10 años más. Ya en aquel momento Ecologistas en Acción consideró una temeridad que se le otorgara este permiso y el tiempo le ha dado la razón. Desde aquel momento los fenómenos de corrosión se han ido agravando paulatinamente hasta hacer que la situación sea insostenible y han aparecido otros problemas nuevos como el fallo, recientemente encontrado, en el venteo del edificio de a contención.

La corrosión afecta al barrilete, una pieza cilíndrica que hay en el interior de la vasija del reactor y que es calve para el funcionamiento normal de la central, puesto que sirve de soporte estructural del núcleo y, además, sirve para canalizar el flujo de refrigerante de forma apropiada. El barrilete se vio sometido a una serie de reparaciones que no son sino parches y que no pueden garantizar el estado de seguridad ni eliminar la necesidad de inspecciones que obligan a someter al personal de la central a dosis radiactivas innecesarias.

Además del barrilete, los manguitos de las penetraciones de las barras de control están severamente aquejados de corrosión. Los sucesivos informes del CSN muestran que el fenómeno está fuera de control y que avanza más deprisa de lo esperado, de tal forma que han aparecido fisuras en zonas donde no se contaba con ello.

En la situación actual Garoña ya tiene severos problemas, por lo que lo razonable es no agotar el permiso de que dispone en la actualidad y proceder al cierre inmediato. La central es total mente prescindible, puesto que sólo produce el 2,5% de la electricidad consumida en España. Su potencia es de 466 MW e, incluso en los momentos en que más demanda de potencia ha habido en un año seco como el presente, el parque de generación eléctrica español no ha tenido problema alguno. Es más, a mediados de marzo hubo, tres nucleares paradas simultáneamente, con casi 2.500 MW no operativos, a pesar de lo cual no hubo ningún problema.

La oposición al cierre por parte de Nuclenor, empresa propietaria de la central, es fácil de entender si tenemos en cuenta que Garoña tiene 34 años de vida y está ya amortizada por lo que el kWh producido es muy barato y se vende a un precio tres veces más alto en el actual mercado liberalizado. Pero muchos costes de la energía nuclear están siendo o han sido satisfechos por los consumidores y son las poblaciones circundantes y el medio ambiente quines sufren los efectos de la explotación de Garoña. El propio CSN debería tomar cartas en el asunto y emplazar a sus explotadores a un cierre temprano y a elaborar un plan de desmantelamiento.