Actividades que contrastan con la imagen de respeto ambiental que la empresa intenta transmitir.

Elizabeth Bravo, OILWATCH. Revista El Ecologista nº 38.

En los últimos años la prospección y la extracción de petróleo ha aumentado de forma acelerada, asolando territorios vírgenes, destruyendo culturas y formas de vida y a menudo apropiándose de recursos comunes y expulsando de sus tierras a las poblaciones indígenas. Este afán de control y explotación del oro negro, está afectando mucho a los países tropicales, y en particular a Ecuador. El caso que aquí se narra, las actividades de Repsol, es sólo uno de los muchos posibles (Chevron, Texaco, CGC, etc.)

Un anuncio publicitario presentado en la televisión ecuatoriana muestra a un colibrí tomando néctar de una flor, casi sin tocarla. Así es la operación de Repsol en el Yasuní, es el mensaje subliminal que esta empresa quiere transmitirnos. Sin embargo, la actividad petrolera es una de las industrias que mayores impactos produce en el ambiente y en las comunidades locales asentadas en su área de influencia.

Las zonas tropicales son su nuevo campo de expansión, ya que la industria considera que ahí la explotación petrolera es más barata. Paradójicamente, los bosques tropicales son los lugares donde se concentra la mayor biodiversidad del Planeta. Es el hogar de cientos de pueblos indígenas tradicionales, que han protegido estos bosques porque de ellos dependen su supervivencia material y cultural. Éste es el caso del Parque Nacional Yasuní, que es también el territorio tradicional del pueblo Huaorani.

El área actual del Parque es de 982.000 hectáreas, que lo hace la mayor área protegida del Ecuador continental, y uno de los mayores de América Latina. Por desgracia en su subsuelo hay petróleo.

Con la apertura petrolera, se licitaron una serie de bloques en la Amazonia, algunos de ellos en el Parque Nacional Yasuní, incluyendo el Bloque 16 que fue adjudicado a la empresa Conoco. En 1990, después de una gran campaña de Conoco, el Gobierno nacional cambió los límites de la reserva, dejando al bloque petrolero fuera de los límites del Parque, y legalizó el territorio del Pueblo Huaorani, con la condición de no dificultar los trabajos de explotación petrolera. En 1991 Conoco salió del Ecuador, quedando como operador y socio mayoritario del consorcio la empresa Maxus, la misma que fue comprada por YPF a mediados de los noventa. Como es sabido, Repsol adquirió YPF, transformándose en la operadora del Bloque.

Impactos ambientales

Repsol extrae crudo pesado (de 16 grados API, que tiene menor valor comercial y entraña más riesgos ambientales que el crudo liviano) en uno de los llamados refugio del Pleistoceno, un lugar con una tasa de endemismos y biodiversidad excepcional.

Durante todo el proceso de extracción de crudo se generan una serie de impactos de gran importancia sobre la biodiversidad y el medio ambiente en general. El impacto directo más obvio es la deforestación. Para la prospección sísmica se abren trochas en medio de la selva. Cada línea sísmica posee alrededor de 1 km de largo por 3-10 metros de ancho, si se aplican las mejores normas. En el Bloque 16 se abrieron 2.634 líneas sísmicas. También la construcción de infraestructura como plataformas de perforación, campamentos, pozos, así como la apertura de carreteras de acceso, helipuertos, oleoductos y líneas secundarias, genera deforestación.

Los bosques tropicales son importantes reservas de agua dulce. La mayor parte de las poblaciones humanas que habitan estos bosques dependen de esta agua. Ellos toman el agua directamente de los ríos, construyen pozos o recogen agua de lluvia. La actividad petrolera contamina, con los desechos que genera, estas tres fuentes de agua.

Cuando uno camina por zonas petroleras, se encuentra con unas piscinas rellenas de un material viscoso y negro. En ellas se coloca toda una gama de tóxicos producidos durante la perforación, la exploración o el reacondicionamiento de un pozo. Por cada pozo abierto, se construyen 1 o 2 piscinas. Estas piscinas están expuestas a la intemperie, y cuando llueve, rebosan, contaminando esteros, ríos, lagunas, bosques y cultivos aledaños. Los contaminantes migran también hacia abajo, alcanzando el agua subterránea.

Junto con el crudo sale una mezcla de sedimentos y agua (aguas de formación), que tiene niveles muy altos de salinidad. Las empresas vierten estas aguas al medio ambiente, llegando eventualmente a los ríos. Los organismos de agua dulce no toleran estos niveles de salinidad. Se ha encontrado que el agua de pozos domésticos también tiene altos niveles de salinidad. En el campo explotado por Repsol se calcula que por cada barril de crudo se extraen 5 barriles de aguas de formación.

Adicionalmente, el agua es contaminada por derrames accidentales o rutinarios de crudo. Además, durante la perforación de los pozos, la construcción de carreteras y otra infraestructura petrolera, se interrumpe el flujo del agua y se altera sus patrones de drenaje.

El gas que viene asociado con el crudo se quema. El paisaje amazónico se ha transformado por la presencia de mecheros que arden día y noche. Su luminosidad atrae a miles de insectos que mueren quemados. Las zonas aledañas alcanzan temperaturas muy altas y sus pobladores están expuestos a una serie de contaminantes, algunos de los cuales son tóxicos o cancerígenos incluso en concentraciones muy pequeñas.

En la época seca estos contaminantes se concentran en la atmósfera, y caen como lluvia ácida, afectando a los cultivos. El agua de la lluvia que es recogida por la gente para suplir sus necesidades vitales, también se contamina.

Daños al pueblo Huaorani

Pero los impactos más graves son los culturales, en este caso, del Pueblo Huaorani, una minoría étnica de aproximadamente 1.300 personas. Su primer contacto con Occidente ocurrió en 1956. Desde entonces han experimentado varios cambios sociales y culturales, influidos sobre todo por la intervención de instituciones religiosas que han actuado para el beneficio de las empresas petroleras.

Los Huaorani Tagaeri y Taromenane permanecen en aislamiento voluntario, pero son objeto de constantes incursiones hostiles, que han puesto a estos dos grupos, en peligro de extinción. Texaco fue la primera petrolera que explotó su territorio en la década de 1960. Conocidos como guerreros, el Instituto Lingüístico de Verano, organización estadounidense, los evangelizó y los redujo a un protectorado, dejando el campo libre para la petrolera.

En los noventa intervinieron las sucesivas empresas que han operado el Bloque 16, creando un Estado dentro de otro Estado: controlan todas las actividades dentro de su bloque. Usando el argumento de que quieren evitar la colonización, han establecido controles en la entrada de la gran carretera que abrieron en el corazón de la Amazonia.

La organización del pueblo Huaorani ONAHE inició una campaña en contra de la incursión de la empresa en su territorio a principios de los noventa, pero debido a su limitada experiencia con el mundo exterior, y con la hábil ayuda de antropólogos expertos, la entonces operadora del Bloque 16, Maxus, logró firmar con la ONAHE un acuerdo de amistad y respeto por 20 años. Durante la firma, una representante del Gobierno de EE UU intercambió unos aretes de oro por una corona Huaorani, afirmando que “así ganamos Manhattan, con bambalinas y espejos”. Repsol trabaja amparada en este acuerdo. A pesar de lo favorable que es este convenio para la empresa, ésta lo incumple, lo que ha producido constantes protestas de líderes Huaorani.

Las comunidades Huaorani se han hecho completamente dependientes de la empresa. Por encontrarse en un área protegida, son privados de cazar, y Repsol les provee de alimentos, extraños a su cultura. Además, hoy un alto porcentaje de la población Huaorani es portadora de hepatitis B, enfermedad introducida por trabajadores petroleros.

Sin embargo, no todo el Pueblo Huaorani aprobó la firma de este acuerdo y las relaciones con la empresa. Las comunidades más aisladas, que nunca estuvieron influidas por el Instituto Lingüístico de Verano y sus misioneros, rechazan a las petroleras. Pero el daño ya está hecho, y una vez que la organización y las bases fundamentales de la cultura Huaorani han sido tan resquebrajadas, ha sido muy fácil la incursión de nuevas petroleras en su territorio. Pero Repsol y sus antecesoras son las más nefastas por los precedentes que sentaron.

Cinco siglos después de la conquista española en América Latina, empresas como Repsol están reconquistando espacios, hasta ahora no contaminados por el mundo occidental. El caso de los Huaorani es sólo uno. Repsol también opera en el territorio sagrado del pueblo U´wa; tiene intereses en el gas de Camisea, donde se encuentra el pueblo Nahua en aislamiento voluntario; en el Chapare boliviano (también Parque Nacional Isoboro Sécure). Con la compra de YPF, Repsol heredó todo el descalabro ambiental producido dentro del territorio del pueblo Mapuche en Argentina.

El Oleoducto de Crudos Pesados, OCP
Repsol es dueña de la cuarta parte del consorcio de empresas privadas que construye este oleoducto, que a lo largo de más de 500 km unirá las concesiones petroleras de la Amazonia ecuatoriana con Esmeraldas, en el litoral Pacífico. En septiembre de 2003 ya se realizó el primer embarque de crudo de este oleoducto, que permitirá ampliar la capacidad de Repsol de 20.000 barriles diarios a más de 100.000.

El OCP atraviesa por áreas protegidas y sus obras acumulan un gran número de denuncias de violación de los Derechos Humanos. El 85% de sus beneficios irá a parar a manos privadas, mientras que el resto se empleará en aliviar la deuda externa de Ecuador. BBVA y CajaMadrid son dos de los bancos que financian el OCP.