La superficie urbana dedicada al automóvil en nuestras ciudades es enorme: entre el 20 y el 30% del total, alcanzando en urbanizaciones de nueva construcción porcentajes del 40%. Este porcentaje de espacio urbano se reparte entre el dedicado al aparcamiento y el destinado a la circulación de los vehículos. Ecologistas en Acción considera necesario y urgente una redistribución de este espacio, devolviéndoselo en buena medida a sus dueños: los ciudadanos y ciudadanas.

Así, por ejemplo, el espacio que necesita un empleado para trabajar en su oficina es prácticamente el mismo que emplea para mantener aparcado su coche mientras está en el trabajo, unos 20 m2. En cuanto a la circulación, el espacio necesario para hacer un viaje medio en ciudad es 90 veces mayor si el desplazamiento se realiza en coche frente al mismo viaje efectuado en metro, y 20 veces superior que si se hace en autobús o tranvía.

Los problemas de esta ocupación del espacio urbano por el automóvil son de diversa índole. Hasta hace poco, la organización del espacio urbano ha consistido en ir cediendo más y más espacios públicos a favor del coche. Las calles se han ido adaptando para darle más espacio, reduciendo aceras, quitando bulevares, suprimiendo arbolado, llenando plazas y todos los huecos disponibles.

Las calles que hace tan solo unas décadas eran el lugar de encuentro y de intercambio de los ciudadanos, se han convertido en lugares casi exclusivos para el paso y estacionamiento de vehículos, que por la ocupación física del suelo y por el miedo de atropello que provocan han conseguido erradicar actividades anteriormente comunes: niños jugando en las calles o familias sentadas a la puerta de sus casas; y dificultan y a veces imposibilitan otras: pasear, charlar con un vecino, ir en bicicleta…

Esta ordenación del territorio que pivota sobre el vehículo privado ha ido ajustando todo la geografía urbana a sus caprichos y necesidades: que la calzada para coches no sufra ninguna interrupción sino que sea continua –a diferencia de las aceras que están interrumpidas en cada intersección con la calzada de coches–, es tan solo un ejemplo más de la jerarquía urbana que se ha impuesto.

Por suerte, esta dinámica empieza a cambiar en algunos lugares. Pero aún falta mucho por hacer para devolver las calles a sus verdaderos dueños, las personas. Y esta redistribución del espacio de nuestras ciudades no debe verse como una forma de complicar la vida a los conductores, sino como el mejor modo de mejorar las opciones de movilidad y la calidad de vida de todos.

Para Ecologistas en Acción, las políticas de movilidad más urgentes y necesarias deben ser simultáneamente de disuasión y estímulo. Disuasión del uso del coche mediante los múltiples mecanismos posibles (parquímetros, restricciones de acceso, peajes, no ampliación de carreteras, pacificación del tráfico). Y, a la vez, estímulo de los medios más favorables (mejoras en el transporte público, con carriles exclusivos, itinerarios peatonales y ciclistas seguros, ampliación de aceras). Todo ello, en el marco de Planes de Movilidad Sostenible, que son una de las grandes carencias de nuestras ciudades.