Cultivos que matan

 

El monocultivo de soja está basado en el uso de semillas transgénicas tolerantes al glifosato y otros biopesticidas. La fumigación a gran escala de glifosato en los monocultivos de soja no solo es tóxica para los suelos, las aguas, la biodiversidad y las comunidades campesinas, sino que ha favorecido la aparición de malas hierbas resistentes que se combaten con productos cada vez más contaminantes y nocivos.

En Argentina, la superficie agraria destinada a soja tolerante a herbicidas supera el 60 % de la tierra cultivable del país.

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Uso de agrotóxicos en el cultivo de la soja: el caso del glifosato

Más del 90 % de la soja producida en Brasil, Estados Unidos y Argentina (principales exportadores a España y la UE) es transgénica, es decir, al material genético de las semillas de soja se le han añadido mediante ingeniería genética genes procedentes de otros organismos, pudiendo provocar efectos imprevistos no deseados, acompañados de graves riesgos para la salud, el medio ambiente y la seguridad alimentaria. La soja transgénica tiene como principal propiedad la resistencia a herbicidas que, aplicados de manera masiva sobre los cultivos, matan las plantas que competirían con la soja por agua o nutrientes.

El glifosato es el herbicida más usado en la soja transgénica, si bien se han desarrollado en la última década variedades transgénicas resistentes a otros herbicidas aún más tóxicos, como el glufosinato, 2,4-dicloro-fenoxiacético (agente naranja), isoxaflutole, mesotrione, etc., autorizadas en los tres países mencionados (y en muchos casos, una misma variedad combina tolerancia a más de un herbicida).

Y es que la utilización a gran escala de un mismo herbicida en los monocultivos de soja transgénica constituye la receta perfecta para que aparezcan malas hierbas resistentes al producto biocida. La primera maleza resistente al glifosato fue descubierta en EEUU en 1998, y a finales de 2020 se había confirmado la existencia de 53 en todo el mundo (algunas de ellas resistentes hasta a 5 herbicidas), 19 de ellas en Brasil. La respuesta a esta situación ha consistido en desarrollar variedades de soja resistente a varios herbicidas, y promover una utilización creciente de un cóctel de herbicidas cada más tóxico y dañino.

El modelo productivo de la soja transgénica solo es posible gracias al uso de agrotóxicos: unos 500 millones de litros al año, en el caso de Argentina. El abuso de agrotóxicos es tan fuerte que, según la organización Naturaleza de Derechos, puede decirse que en Argentina llueve glifosato. De hecho, este biocida, junto con la atrazina —los dos herbicidas más usados en el cultivo de la soja argentina—, se detectan en el 80 % de las muestras de agua de lluvia analizadas.

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Uso de agrotóxicos en Argentina. Fuente: Biodiversidadla.org

La fallida inocuidad del glifosato

Un compuesto biocida es una sustancia de origen natural o producto de la síntesis química fabricado por sus propiedades tóxicas contra determinados seres vivos que se pretenden combatir, pero que tiene consecuencias sobre el medio ambiente, otros organismos no objetivo y la salud humana.

El glifosato es un herbicida que inhibe la enzima EPSPS, responsable de la síntesis de tres aminoácidos en las plantas y las bacterias, pero no en animales, por lo que en principio resulta inocuo para esta clase de seres vivos, lo que ha resultado determinante para su aceptación global.

No obstante, prácticamente desde el comienzo de la comercialización del glifosato su supuesta inocuidad ha sido cuestionada. Entre 1984 y 1991, la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos recomendó que el glifosato se clasificase como posible carcinógeno en humanos. Y, en 2015, un informe de la Agencia de Investigación del Cáncer (IARC) concluyó que existían suficientes datos en estudios para establecer un relación entre la exposición al glifosato y el cáncer en animales.

Lamentablemente, el glifosato aún disfruta del dictamen de casi inocuidad por parte de los principales organismos evaluadores, lo que permite su uso masivo a escala global.

Efectos medioambientales del glifosato

El uso del glifosato tiene efectos directos e indirectos en la fauna y flora. Entre los efectos indirectos destacamos los relativos a la eliminación de las injustamente denominadas “malas hierbas” y otras plantas no objetivo, dado que este agrotóxico carece de especificidad y es perjudicial para cualquier vegetal.

La pérdida de masa vegetal viene acompañada de una reducción de los artrópodos, entre ellos las abejas. A esto se une el declive de la fauna (pájaros y otros vertebrados), en las explotaciones agrarias industriales.

Los efectos directos sobre los ecosistemas se valoran en términos de ecotoxicidad al medio acuático y al medio terrestre. Diversos estudios científicos relacionan al glifosato con una pérdida de cerca del 22 % de la riqueza en especies de las comunidades acuáticas. El daño a la fauna es extenso y diversas investigaciones han demostrado su toxicidad para microorganismos, invertebrados acuáticos, crustáceos, moluscos, anfibios, reptiles y peces. Los anfibios son probablemente el grupo animal más sensible a esta sustancia, puesto que suelen preferir para reproducirse charcas efímeras profundas, las cuales suelen presentar altas concentraciones de agrotóxicos.

Impactos del glifosato sobre la salud humana

El Programa Internacional de Seguridad Química dictaminó en 1994 que el glifosato tiene una muy baja toxicidad aguda en estudios realizados en animales. Sin embargo, este tipo de toxicidad puede ser más elevada si se considera no solo el glifosato puro, sino el plaguicida comercial que contiene esta sustancia (a menudo asociada a otros ingredientes de mayor toxicidad como el surfactante tallowina polietoxilada).

En lo referente a la toxicidad del glifosato a largo plazo, también conocida como toxicidad crónica, diversos estudios muestran que los herbicidas basados en esta sustancia pueden afectar a numerosos órganos de mamíferos, incluyendo la inhibición de determinadas enzimas, estrés oxidativo, genotoxicidad y alteraciones endocrinas que producen problemas crónicos en la salud y el medio ambiente.

En 2015, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer concluyó que existen evidencias limitadas que prueban la carcinogenicidad del glifosato en humanos y suficiente en animales de experimentación.

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Signos y síntomas causados por las intoxicaciones agudas por plaguicidas, recalcando los síntomas registrados en Argentina y Paraguay (Arizpe , N., Locatelli , F. 2009).

La lucha contra la soja transgénica en Argentina: las Madres de Ituzaingó

El monocultivo de la soja también tiene consecuencias sociales, puesto que el abuso de agrotóxicos impacta con especial crudeza en las poblaciones expuestas a las fumigaciones aéreas de estos.

La resistencia contra este tipo de contaminación tiene nombre de mujer: luchadoras como las Madres de Ituzaingó que en 2002 iniciaron la lucha en el corazón de la producción de la soja argentina, en la provincia de Córdoba, contra los biocidas.

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Madres de Ituzaingó. Fuente: Causa Madres de Ituzaingó: 19 años de lucha contra la impunidad (2020). La Tinta.

Los hijos de estas mujeres morían de leucemia o nacían con malformaciones; los abortos espontáneos en el barrio de Itazaingó crecían exponencialmente. La conclusión de los estudios y actividades de las Madres de Ituzaingó fue “que las enfermedades de sus hijos y vecinos las habían provocado las fumigaciones con agrotóxicos que caían, literalmente, sobre sus cabezas”.

La lucha de estas madres logró que se prohibiese las fumigaciones en las proximidades de sus viviendas.

¿Quieres saber más?

  • Watts, M.; Clausing, P.; Lyssimachou, A.; Schütte, G.; Guadagnini, R.; Márquez, E. (2016).Monográfico “Gliphosate”. PAN (Pesticide Action Network International). WATTS, M., CLAUSING, P., LYSSIMACHOU A., SCHÜTTE G., GUADAGNINI. R., MARQUEZ, E. (2016).
  • Blog Libre de Contaminantes Hormonales (2020). Glifosato, cáncer y ¿fraude?

Bibliografía

  • Arciro, A. (2018). «Glyphosate», en J. Hohmann y D. Joyce (ed), International Law’s Objects, Oxford University Press, pp. 234-246.
  • Hawes, C.; Squire, G. R.; Hallett, P. D.; Watson, C. A.; Young, M. (2010).  «Arable plant communities as indicators of farming practice», Agriculture, Ecosysistems & Environments, 138(1-2): 17-26. Enlace
  • Chamberlain, D. E.; Fuller, R. J.; Bunce, R. G.; Duckworth, J. C.; Shrubb, M. (2000). «Changes in the abundance of farmland birds in relation to the timing of agricultural intensification in England and Wales», Journal of Applied Ecology, 37(5): 771-88. . Enlace
  • Relyea, R. A. (2005). «The impact of insecticides and herbicides on the biodiversity and productivity of aquatic communities», Ecological Applications, 15(2): 618-27. Enlace
  • (2005). «The lethal impact of Roundup on aquatic and terrestrial amphibians». Ecological Applications, 15(4): 1118-24. Enlace
  • Relyea, R. A., Jones, D. K. (2009). «The toxicity of Roundup Original Max to 13 species of larval amphibians», Environmental Toxicology and Chemistry, 28(9): 2004-8. Enlace
  • Binimelis, R., Pengue, W., Monterroso, I., 2009. Transgenic treadmill: responses to the emergence and spread of glyphosate-resistant Johnsongrass in Argentina. Geoforum, 40, 623-633.

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