La Unión Europea es sin discusión el líder de política contra el cambio climático de los países desarrollados. Sus objetivos iniciales en las negociaciones se han rebajado sistemáticamente pero ha sido innegable la persistencia en conseguir acuerdos para frenar el cambio climático. Y se puede decir sea cual sea la valoración que a cada cual le merezcan los resultados, que ha tenido éxito pues el Protocolo de Kioto está a punto de entrar en vigor.

Esta debería ser una Conferencia climática de celebración y renovación de fuerzas para poner en marcha Kioto y plantear la forma que tendrá el futuro más allá de 2012, cuando el Protocolo de Kioto entre en el segundo periodo de compromiso.

Pero la actitud de la Unión Europea aquí en Buenos Aires manifiesta más bien una prudencia exagerada o incluso aparente apatía para levantar la bandera del Protocolo de Kioto y reivindicarlo como el sendero abierto y referencia de todas las políticas futuras de cambio climático. Todo indica que se deja lastrar por el temor de alejarse aún más de EE UU, y que este temor podría estar creando incluso divisiones dentro de la Unión.

Algunos países en vías de desarrollo del G77 ven con gran preocupación una posible pérdida de fondos provenientes de EE UU para defenderse del cambio climático y abordar caminos de mejora económica que no contribuyan al efecto invernadero, aunque EE UU estaría obligado a proveerlos según la Convención Marco de Cambio Climático.

Las organizaciones ecologistas que asisten a la cumbre ven con claridad que reducir las expectativas con la esperanza de atraer a los americanos es un gran error. Y además que la esperanza es completamente infundada, porque la administración Bush no tienen la menor intención de cambiar el curso de su política en este aspecto, no aceptarán ningún objetivo obligatorio y se limitarán a una cierta mejora de eficiencia que terminará con un aumento de emisiones del 30% en 2012, en lugar de la reducción del 6% respecto a 1990 a que les comprometía Kioto.

Para avanzar en la puesta en marcha del Protocolo y sobre todo, de reducción efectiva de emisiones de CO2, la Unión Europea en este momento tiene que “olvidarse” de Bush para evitar que la atrape en sus permanentes intentos de obstaculizar el Protocolo. Tiene que convencer a China e India y otros países con perspectiva de ser grandes emisores en algunos años de que se tiene que hablar desde ahora de disminuir emisiones, y buscar una “coalición” con otros países ricos como Canadá para sustituir los fondos que EE UU se niegue a proveer.

Las organizaciones ecologistas presentes en Buenos Aires han dicho a la UE que “no hemos llegado hasta aquí después de un camino tan largo para ser rehenes nuevamente de EE UU”.