Desde noviembre del año pasado el tramo del Guadalquivir comprendido entre
la presa de Alcalá del Río y la desembocadura sufre una prolongada y
alarmante turbidez en sus aguas como consecuencia del incremento de los
sedimentos finos arrastrados por el río, situándose 20 veces por encima de
los valores normales. A pesar de los reiterados anuncios oficiales de la
publicación de informes, ni siquiera el Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda tiene a
estas alturas los análisis prometidos por la Junta de Andalucía a través
de su delegado en Cádiz, José Antonio Gómez Periñán, según reconoció el
representante del Gobierno Municipal en una reunión de la Junta de
Portavoces del Ayuntamiento de esta ciudad.

Esa contaminación física produce importantes alteraciones en el ecosistema
del río: disminución de la luz, de la tasa de fotosíntesis y del oxígeno;
mortandad del fitoplancton, alteración de las cadenas alimentarias,
deposición de sedimentos en las branquias de los animales, etc. Por
ejemplo, los niveles medios de oxígeno del río, a la altura de Sevilla,
durante el mes de febrero eran 3 veces menores que el mínimo de calidad
marcado por el Plan Hidrológico del Guadalquivir (PHG).

A ello se le suma la escasa agua desembalsada desde la presa de Alcalá
entre los meses de septiembre y abril (con anterioridad a las últimas
lluvias), incumpliendo de forma sistemática el caudal ecológico fijado en
el PHG.

Inexplicablemente, tras 5 meses de contaminación, siguen sin aclararse las
causas de esta situación. Se han barajado como posibles causas del
fenómeno el desembalse de fondo desde la presa de Alcalá, o las obras de
la esclusa y dragados de mantenimiento del Puerto de Sevilla. En relación
a lo primero, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) anunció
hace casi dos meses la realización de un estudio, del cual nada se sabe.

Tampoco se está estudiando el impacto de esta contaminación, a pesar de
que esta zona del Guadalquivir es un espacio protegido de la Red Natura
2000, y la desembocadura fue declarada Reserva de Pesca debido a su gran
importancia como lugar de cría de alevines de numerosas especies de peces
y crustáceos.

La elevada turbidez de las aguas ya ha afectado de manera muy negativa a
las empresas de acuicultura que se dedican a la cría de langostinos en
Sanlúcar y de lubinas y doradas en Trebujena y Puebla del Río, y podría
tener consecuencias importantes sobre los recursos pesqueros en el Golfo
de Cádiz. Por no hablar de sus repercusiones negativas en la actividad
económica y turística de Sanlúcar del próximo verano, dado el lamentable
estado que presenta las aguas de sus playas.

Ecologistas en Acción y científicos como Javier Castroviejo han
denunciado públicamente estos hechos, una denuncia pública que en los
últimos días ha coincidido con el décimo aniversario del Desastre de
Alznalcóllar. Precisamente, el sábado pasado Ecologistas en Acción y otras
organizaciones conservacionistas, sendas rutas reivindicativas por las
instalaciones de la Mina Cobre Las Cruces y las antiguas minas de
Aznalcóllar para reclamar “vertidos cero” en el río Guadalquivir.

Una vez más, Ecologistas en Acción exige que se cumpla el derecho
ciudadano a una información clara, rápida y veraz. Por tanto,
solicitamos a la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y a la
Agencia Andaluza del Agua que se determinen y se den a conocer las causas
de la turbidez de las aguas del río, que se estudien sus
consecuencias y que se adopten las medidas oportunas para evitar que se
vuelva a repetir.