[Documento] ¿Nunca más?

La tragedia del Prestige es una dolorosa muestra de las servidumbres del uso de las energías fósiles. Es preciso reconocer que aunque no se escatimaran medidas de seguridad en la obtención y el procesado de estos productos energéticos, siempre estaríamos expuestos a accidentes porque el volumen de combustibles que constantemente se acarrea a través de tierra y, sobre todo del mar, es enorme.

El pasado año 2011 nada menos que 2.700 millones de toneladas de crudo y derivados viajaron como preciada carga entre los continentes, cruzando el Atlántico y el Indico, de Oriente Medio a Norteamérica, a Europa y Asia. También de Rusia, Sudamérica y Nigeria al resto del mundo.

La esquina de Finisterre es una de las zonas que soporta más tráfico: 38.946 buques pasaron por el corredor el último año, entre 40 km y 73 km de la costa gallega. Buena parte de ellos fueron petroleros.

Uno de los principales destinos del crudo es EE UU. Sigue siendo el principal importador, pero en los últimos años Asia se destaca en la lista, con China como segundo importador y la India el cuarto.

El petróleo sigue siendo, ya bien entrado el siglo 21, la principal fuente de energía del mundo, por delante del carbón y del gas. Supone el 41,2 % de la energía que se utiliza, y tiene una aplicación predominante, el transporte. Hasta el 61,5 % de todo el petróleo utilizado en 2010 se dedicó a ese fin, sobre todo para desplazamientos por carretera.

Una cuarta parte del petróleo mundial es para EE UU, el siguiente gran consumidor es la Unión Europea, con un 18 %, y otro tanto el resto de países de la OCDE.

Nuestro país fue hace dos años el noveno importador mundial de derivados petrolíferos, un puesto que revela una preocupante dependencia. Más de la mitad (el 58 %) de la energía final en España es petróleo, y más de la mitad de este petróleo (64,8 %) es para transporte. Tal mareo de cifras deja claro que tenemos una responsabilidad como país en los dramas asociados al petróleo, tanto en las costas arrasadas por chapapote, como en la contaminación de la atmósfera que causa el cambio climático.

Con el consumo creciente de energías fósiles en la última década, las emisiones mundiales de CO2 procedentes del carbón ya superan a las del petróleo, que a principios de siglo era la fuente energética más causante del cambio climático. Ahora el carbón encabeza la lista negra (43 % de las emisiones mundiales de CO2 en 2010), debido en gran medida a la generación de electricidad en China (y quemarlo genera más dióxido de carbono por unidad de masa que un fuel).

Pero la combustión del petróleo no queda muy lejos (supuso el 36 %) y su relación, todavía indisoluble, con el transporte hace prever que sea muy difícil reducir ese porcentaje sin políticas decididas y urgentes. En España casi la cuarta parte de las emisiones se deben al transporte por carretera.

La humanidad está en una difícil coyuntura, devoramos cada vez más petróleo (aunque con desigualdades gigantescas) y su disponibilidad se ha convertido en una necesidad central de la sociedad. Sabemos sin embargo que acarrea daños irreversibles de los que no podemos escapar. Son dos caras de la misma moneda y no podemos ignorar ninguna de ellas.

Hay que liberarse del petróleo haciendo un cambio acelerado hacia fuentes energéticas renovables, aún sabiendo que es un reto tecnológico difícil para el transporte. Y hay que liberarse reduciendo la dependencia de la energía, construyendo sociedades más eficientes y menos consumistas. Y esto indudablemente pasar más por un cambio de las reglas del juego y de la sociedad.

Cristina Rois y Pablo Cotarelo, Área de Energía de Ecologistas en Acción