Chernobil planea otra vez sobre Europa. El incidente de la central nuclear de Krsko, en el sureste de Eslovenia, ha mostrado a las claras el descontrol nuclear que hay en aquél país, y el riesgo que seguimos corriendo en Europa al mantener las centrales nucleares más viejas en operación.

La central de Krsko tiene 696 MW de potencia y produce anualmente un 40 por ciento de la energía eléctrica que genera Eslovenia, la mitad de la cual se exporta a Croacia, copropietaria de la central, que se encuentra a 15 kilómetros de la frontera común. La planta, de tecnología occidental, fue construida por Westinghouse y entró en funcionamiento en 1977. Fue la primera central en entrar en funcionamiento en la antigua Yugoslavia.

Sus deficiencias han sido denunciadas repetidamente por las organizaciones ecologistas y expertos de la vecina Austria, que piden desde hace tiempo la paralización del reactor. Estos mismos expertos inspeccionaron el reactor en 1992 y pidieron la realización de algunas reparaciones, lo que no se atendió. Denuncian, además, que uno de los mayores problemas de Krsko es que está construida en una zona de alta actividad sísmica.

Como es sabido, esta central nuclear sufrió el miércoles día 4 lo que se conoce en el argot técnico como un LOCA (pérdida de acceso de refrigerante del circuito primario), que es uno de los sucesos más graves que pueden ocurrir en una nuclear, en tanto que afectan a la evacuación de calor del núcleo, y obligan a parar la central en el menor tiempo posible.

Cuando un LOCA ocurre, se reduce la seguridad fuertemente, de tal forma que sólo les queda una acción a los operadores de la central para evitar el accidente: la bajada de las barras de control. Si ésta también hubiera fallado, los cual no es muy improbable, se podrían haber producido daños en el núcleo. Sin ir más lejos, las centrales nucleares españolas de Trillo (Guadalajara) y Cofrentes (Valencia) han sufrido recientemente problemas con sus barras de control. El procedimiento de cierre de la central es tan lento que se tardó dos horas en reducir la potencia al 22% de su capacidad, y el proceso de apagado continuó durante unas horas más.

La cantidad de agua que se fugó a la contención fue la nada desdeñable de entre 10 y 15 metros cúbicos, aproximadamente la décima parte de toda el agua del circuito primario, que contiene unos 150 metros cúbicos. El Gobierno esloveno tenía previsto mantener la planta en funcionamiento hasta 2023, lo que, a la vista de los sucesos recientes, parece sencillamente temerario.

Para Ecologistas en Acción el incidente de Krsko muestra a las claras el riesgo que supone mantener las centrales viejas en funcionamiento. Las piezas del primario, como las válvulas, se van degradando y van sufriendo procesos de corrosión y pueden deparar sorpresas desagradables como el LOCA del miércoles. Lo más sensato, por tanto, es no prolongar la operación de las centrales más allá de lo sensato y proceder, más bien, a su cierre escalonado.