Cediendo a las presiones de Estados Unidos, y a pesar de que la Unión Europea (UE) no dispone todavía de medidas para evitar la contaminación genética, ni de legislación que regule la responsabilidad en caso de daños, es posible que Europa dé luz verde en las próximas semanas a la importación de los primeros alimentos manipulados genéticamente autorizados desde la moratoria de 1999. Para Ecologistas en Acción, la entrada de nuevas variedades de maíz transgénico en la Unión Europea, a la que se oponen varios gobiernos, demostraría una vez más que las presiones de Estados Unidos y los intereses de las grandes empresas que controlan la biotecnología y el comercio mundial de alimentos pueden más que la necesidad de precaución ante una tecnología cuyos riesgos para la salud y para el medio ambiente son cada vez más evidentes.

La moratoria europea ha supuesto que los grandes exportadores estadounidenses, donde desde hace años se cultivan variedades de maíz y de soja transgénicas no autorizadas en Europa, se han visto privados de uno de sus mejores clientes, algo que Estados Unidos no parece estar dispuesto a consentir. En efecto, la moratoria y el rechazo de los consumidores europeos a los alimentos manipulados genéticamente han provocado una caída en picado de las importaciones de maíz y de soja de Estados Unidos en los últimos años. En el caso del maíz, las 1.750.000 toneladas importadas por la UE en 1997 han bajado a 59.182 toneladas en 2002, pasando Estados Unidos de ser el principal proveedor europeo de maíz (con un 64% de la cuota de importación) a ocupar un lugar marginal (con tan solo un 2,1%) . Washington afirma que la pérdida del mercado europeo ha supuesto para Estados Unidos unas pérdidas de más de 300 millones de dólares -sólo en maíz-, y el año pasado denunció a la Unión Europea ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). Y el gobierno Bush presiona actualmente a la Unión Europea para autorizar la entrada de organismos manipulados genéticamente, amenazando no sólo con denunciar ante la OMC la moratoria, sino también la legislación europea sobre etiquetado.

Por ello, la Comisión Europea pretende agilizar la importación de nuevas variedades transgénicas y ha presentado en las últimas semanas sendas propuestas para autorizar la comercialización en Europa de una línea de maíz de Syngenta (Bt 11) y otra de Monsanto (NK 603) cultivadas en Estados Unidos desde hace varios años.

En el caso del Bt 11 de Syngenta, la Comisión deberá decidir en las próximas semanas si se autoriza la comercialización de este maíz transgénico, a la que se opusieron varios países europeos en el último Consejo de Ministros de Agricultura, el 26 de abril. La importación del Bt 11, un maíz insecticida y resistente a un herbicida destinado al consumo humano, preocupa de forma especial a varios gobiernos europeos, que han cuestionado su seguridad. Bélgica ha señalado que el análisis molecular revelaba datos inquietantes, como la presencia de fragmentos de ADN inesperados; el gobierno de Austria no está conforme con los informes aportados por Syngenta, objetando la carencia de análisis toxicológicos, de pruebas sobre los efectos a largo plazo del consumo de la proteína transgénica y de pruebas alergénicas adecuadas; y los informes del propio Comité Científico para los Alimentos Europeo afirman que la compañía ha aportado una evidencia escasa sobre la seguridad del producto . La solicitud de importación de este maíz no prevé su cultivo, por lo que su impacto ambiental en Europa no es tan preocupante como en otros casos.

El 30 de Abril los representantes de los países de la UE denegaron también la solicitud de comercialización de un maíz de Monsanto manipulado genéticamente y destinado a consumo humano. Se trataba en este caso de una línea de maíz con la modificación genética NK603, resistente al herbicida “Roundup” de la misma compañía, destinado a la elaboración de productos alimentarios para consumo humano. A falta de acuerdo, la propuesta pasará ahora al Consejo Europeo, que deberá decidir si autoriza la importación de este maíz en un plazo de tres meses.

Al igual que el Bt 11, en el proceso de evaluación de esta línea de maíz se ha aplicado la antigua normativa, menos rigurosa en cuanto a requerimientos para evaluar los riesgos sobre la salud y el medio ambiente a largo plazo. En sus informes sobre el maíz NK603 la Agencia de Seguridad Alimentaria Europea (European Food Security Agency, EFSA) señala la presencia accidental de fragmentos de ADN funcionales, incorporados al genoma de la planta en el proceso de manipulación genética. Sin embargo, y a pesar de que la expresión de estos fragmentos en las células del maíz puede dar lugar a la aparición de proteínas alergénicas o a la alteración de otras funciones de la planta, la EFSA no ha solicitado más estudios que permitan descartar posibles efectos negativos, limitándose a quitar importancia a la presencia del ADN indeseado. En el análisis molecular realizado se detectaron asimismo reordenaciones del ADN insertado, cuyas posibles consecuencias tampoco se han investigado. La EFSA ha despreciado también la necesidad de pruebas para demostrar la inocuidad de diferencias significativas entre el maíz transgénico y el normal reveladas en los análisis toxicológicos y de composición, a pesar de que estas diferencias pueden tener efectos biológicos muy graves . Por si fuera poco, en la evaluación de riesgos alergénicos del maíz NK 603 no ha seguido las directrices establecidas a nivel europeo en marzo 2003, que requieren la realización de pruebas con suero humano, a pesar de que la OCDE afirma que el consumo de maíz puede dar lugar a reacciones alérgicas . Ni que decir tiene, por otra parte, que la principal característica de la línea NK 603, su resistencia al Roundup de Monsanto, supone un aumento del uso de este herbicida en los cultivos, con la consiguiente acumulación en los alimentos y riesgos para la salud.

En definitiva, la evaluación del maíz Bt 11 y del maíz NK 603 se ha basado en la presunción de que puesto que no se han demostrado riesgos, no existen. El problema es que difícilmente puede demostrarse la existencia de riesgos cuando no se buscan, y cuando se rehuye una investigación a fondo de los indicios que apuntarían a posibles riesgos. En opinión de Ecologistas en Acción, la imposición de los transgénicos en Europa y en todo el mundo obedece a grandes intereses comerciales a los que poco importa la salud de los consumidores y el futuro de la alimentación y del planeta, y que en absoluto garantizan un suministro de alimentos sanos y seguros para toda la población.

La abstención española en las votaciones europeas de las últimas semanas suponen un notable cambio en la postura del gobierno español, tras largos años de incomprensible defensa a ultranza de los transgénicos. Ecologistas en Acción ha valorado positivamente este cambio, aunque lamentando que no se diera un paso más, votando decididadamente en contra de la autorización europea del maíz Bt 11 y del NK 603, cuyos nulos beneficios para el conjunto de la sociedad en ningún caso justifican sus riesgos ambientales y para la salud.