Cuando se plantea la necesidad de fomentar el uso de la bicicleta en la ciudad de Logroño aparece en primer lugar la figura del carril-bici como la actuación más importante y emblemática, relegando en muchos casos la realización de otro tipo de medidas que potencian con eficacia y rapidez este medio de transporte urbano y alternativo a los vehículos a motor.

Aunque nadie puede negar que la presencia de carriles- bici es crucial para el desenvolvimiento de las bicicletas, especialmente si tienen un trazado estratégico y un buen diseño, es decir, son útiles y seguros, centrar de forma casi exclusiva las políticas en favor de la bici en la construcción de carriles- bici puede ser un error que acabe desviando la atención del verdadero meollo de la cuestión: la de cambiar radicalmente la cultura del transporte en las ciudades. Además, en muchos casos y al margen de su coste y la lentitud de su construcción, las características urbanísticas de las ciudades, especialmente en sus zonas céntricas, impiden su ejecución por falta de espacio físico, cuestión ésta que sin embargo no sucede en las nuevas urbanizaciones.

Una verdadera política de fomento de la bicicleta debe intentar que cada día más gente se atreva a introducirse en el tráfico rodado montado en su bicicleta, de tal modo que ésta pase a formar parte de la circulación ordinaria para acabar convenciendo al resto de los vehículos, particularmente cuando el elevado número de ciclistas alcance la denominada “masa crítica”, a que acepten su presencia y a no verla como un obstáculo. No se trata de relegar a los ciclistas a unos pocos carriles- bici dificultando o impidiendo, de hecho, su circulación por el resto de la ciudad, para acabar empujándolos a usar las aceras de forma semilegal ante las dificultades para desplazarse junto al resto de los automóviles.

Para facilitar este uso habitual de los viales por parte de los ciclistas lo que se necesita en la mayor parte de los casos es que tan sólo se respeten las normas de circulación. Estamos hablando de respetar la velocidad máxima, 30 o 40 Km. por hora, en los cascos urbanos, o de acabar con los habituales aparcamientos en doble fila, el más temido enemigo de los ciclistas por cuanto les obliga a abandonar la seguridad del carril derecho y a jugársela saliendo al carril izquierdo en donde circulan los coches a mayor velocidad. O pequeñas actuaciones como reservar un espacio delantero en los semáforos para permitirles salir unos segundos antes que los vehículos, o pasos especiales en los cruces, o, sencillamente, una señalización horizontal –es decir, pintura- en el carril derecho resaltando la presencia y preferencia de las bicis en esta banda del vial.

O trabajar en otras vías complementarias como favorecer que en las viviendas se habiliten espacios comunitarios para guardar las bicis, o la redacción de ordenanzas municipales sobre el uso de las bicis como han hecho otras ciudades, o la realización de campañas de divulgación sobre este medio de transporte y de cursos de aprendizaje y seguridad vial. Y, por supuesto, aparcamientos para bicis, muchos aparcamientos repartidos por toda la ciudad.

El futuro pasa, aunque vistas las enrevesadas actuaciones municipales parece ser de difícil aplicación en la ciudad de Logroño, por ocupar y usar con todos los derechos ciudadanos el espacio público de los viales reservado hasta ahora exclusivamente para los coches, verdaderos dueños de la ciudad, en lugar de intentar meterlos con calzador en el ya de por sí reducido espacio destinado a los peatones. Por eso, los últimos carriles- bici realizados en Logroño, véase el realizado por el anterior gobierno municipal ocupando la práctica totalidad de las aceras de la zona de Alcampo/Tejerías, o el reciente de la actual corporación entre el Ayuntamiento y la Estación de Ferrocarril, lo que parecen reflejar es la incapacidad o el miedo a detraer espacio a los automóviles para acabar quitándoselo a los ciudadanos de a pie, mezclando bicis y viandantes en medio de las aceras que, seguramente, dará lugar a roces innecesarios. Puestos a diseñar carriles- bici parece más lógico hacerlo en el espacio que separa los viales rodados de las aceras aprovechando la existencia de dos carriles ocupados habitualmente por la doble fila y siempre en detrimento de los coches, no de los peatones, y en lugar de trazarlos por medio de la acera.

Es necesario cambiar la cultura urbana abriendo espacios a un medio de transporte que en otras ciudades (San Sebastián, Barcelona, Vitoria,…) está demostrando grandes ventajas y haciéndolas más saludables, pero para ello es necesario definir cual es el principal problema del tráfico que no es otro que la “dictadura” de los coches sobre el resto de los viandantes en el uso de los espacios públicos. Y cuando cada día más gente se atreva a usar la bici como forma de moverse por la ciudad, a buen seguro que ésta será más amable, menos ruidosa, menos contaminada, más segura y, aunque no lo parezca, la movilidad acabará siendo más fácil y fluida.

Rafael Fernández Aldana, Ecologistas en Acción de La Rioja