La familia García, aquella que invadió la televisión de los hogares de todos contándonos las bonanzas del euro, ha decidido votar no a la constitución europea. Argumentan que ya les han engañado con lo del euro, que ahora ya no llegan a fin de mes, que todo parecía bonito, pero a ellos les va peor. Cuentan que se han informado de qué quieren ahora desde Europa, y que no, que ya no les venden la moto. Los García, aquellos personajes tan moldeables al ser de plastilina, se han hecho de hierro Estas son sus razones.

Construcción Europea

Desde su gestación, el proyecto de Constitución Europea ha carecido de legitimidad democrática: no ha habido debate entre los europeos ni con los interlocutores sociales, ha habido un secretismo total donde lo único importante era el reparto del poder de decisión, se olvidó intencionadamente el concepto de pueblo (corso, vasco, escocés, etc) subordinándolo al de Estado y para más inri el encargo fue hecho a un grupo de elegidos (no se sabe por quién) que la confeccionó desde un Bruselas repleto de grupos de presión (lobbies) amigos del gran capital. De hecho, este texto supone la consagración de una Europa del Capital y de la Guerra. La cita inicial de Tucídides: “Nuestra Constitución… se llama Democracia porque el poder no está en manos de unos pocos, sino de la mayoría”, se convierte en pura retórica si nos cuestionamos cómo ha nacido este proyecto.

Los juristas dicen que no existe una Constitución sin Estado (¿qué es Europa?), sin división de poderes, y que sus artículos exhiben obligaciones que no son propias de una carta magna. La ratificación también parece una burla: primero la firman los presidentes y luego se pregunta al pueblo (¿no era al revés?) y por último el mecanismo de modificación de la misma permite el bloqueo por un solo país en vez de la búsqueda de consensos.

Valores

Se ha perdido la oportunidad de construir un modelo de convivencia en Europa que pueda servir de referencia al mundo donde los derechos sociales y la solidaridad sean los auténticos protagonistas. Se le dice adiós al ciudadano y un elocuente hola al consumidor (que tiene dinero, claro). En el texto no aparece referencia alguna a la solidaridad (eliminada de textos previos), a la igualdad de géneros, a la noción de ciudadanía o a los servicios públicos, eliminando compromisos con el ciudadano y trazando alianzas con el mercado.

Economía

El artículo 3-69 lo establece claramente: será una “economía de mercado abierta y de libre competencia”. Nunca hasta ahora una Constitución dictamina el sistema económico a desarrollar en un territorio. Este hecho pone de manifiesto que el Neoliberalismo que tanto daño está haciendo en el mundo, cobra en Europa rango constitucional. Este compromiso permite la libre circulación de capitales (con la consecuente subordinación de los estados que han de hacerse atractivos a éste mediante rebajas en sus normativas laborales, sociales y ambientales), o el lockuot (o cierre patronal) entre otros, y obliga a que las políticas económicas estén subordinadas a las monetarias (art. 3-80, 3-69 y 3-71). Por cierto, estas últimas las dicta el Banco Central Europeo, que no está sujeto a ningún tipo de control democrático por parte de los europeos.

Militarismo

La Europa de la Guerra se prepara. La Constitución establece que “los estados miembros se comprometen a mejorar progresivamente sus capacidades militares”» (art 40). Esa es la mejor forma que a los padres de esta carta se les ha ocurrido para trabajar por la paz y estaremos obligados a armarnos si este texto se aprueba. Por otro lado se afianza el vínculo con la OTAN mediante “..el respeto a las obligaciones del Tratado” (art 40), y se apela a un sentido de la solidaridad entre países (ahora sí) en temas de seguridad y política exterior (art 5-15) ante posibles amenazas. La experiencia reciente nos hace dudar de la referencia, no muy precisa al término “prevención de conflictos” (art 40-1) y de las “misiones de paz” (bajo órdenes exclusivas del Consejo de Ministros)

Si unimos todo esto a que el Parlamento (único órgano elegido por sufragio) sólo tiene que ser informado de las acciones emprendidas y no tiene competencias en estos asuntos, el cóctel nos lleva a preguntarnos ¿en manos de quién estamos?, ¿qué puede hacerse con respaldo de esta Constitución? Las posibles respuestas no nos permiten estar demasiado tranquilos. Lo que sí está claro es que el control por miedo (a costa de la pérdida de libertades), como hemos visto en las últimas elecciones norteamericanas, es una fórmula que funciona. Nuestros líderes pensarán, ¿por qué no aquí?

Derechos sociales y laborales

Es de agradecer que se nos otorgue el “derecho a trabajar” (art 3-15). Pero no al trabajo. Esto último supondría que los estados deberían preocuparse por la creación de empleo. Así no lo son, ya lo hará el magnánimo Capital. Pero eso sí, entre las obligaciones de los estados estará el “potenciar la mano de obra adaptable y mercados laborales con capacidad de respuesta al cambio económico” (art 3-97). Es decir, trabajo no daré pero las condiciones laborales a las que estarás sometido serán las que dicte la cacareada “flexibilidad laboral”. Un adiós a los derechos laborales elevado a rango constitucional.

Pero además, la famosa ampliación de la UE (con fecha 1 de mayo para mayor sorna de los trabajadores) lo que garantizará es más mano de obra barata (debido a las condiciones existentes en estos países), un mercado laboral hambriento y manejable, una oportunidad de negocio para los europeos de primera que acabará con las economías locales y un mayor número de consumidores.

Por otro lado, en esta Constitución, mientras los dictámenes económicos se establecen con claridad, los derechos sociales quedan como declaración de buenas intenciones. Los Servicios Públicos pasan a ser denominados Servicios de Interés General y los estados así se eximen de su garantía, pudiendo privatizarlos a su antojo (los que quedan) según recomendó la OMC en su última cumbre de Cancún.

Medio ambiente

“La unión obrará en pro del desarrollo sostenible de Europa basado en un crecimiento económico equilibrado, en una economía de mercado altamente competitiva […] y en un nivel elevado de protección y mejora de la calidad del medio ambiente” (art 1-3). ¡Acaba de ser resuelta la cuadratura del círculo!. Conjugar la competitividad, el crecimiento económico y la protección del medio ambiente es una ecuación imposible. La comunidad científica (y el sentido común) culpa precisamente a éstos del deterioro a escala planetaria.

La creación de un “mercado de la energía” que establece el texto, aparca también la apuesta firme por las energías renovables, relegando a objeto de mercancía lo que debería ser un eje prioritario de trabajo, y animando a la creación de empresas que especulen, por ejemplo, con las emisiones de gases contaminantes como hemos visto recientemente.

La actual PAC (Política Agraria Común) sigue promoviendo el abandono de la vida rural y no existe ninguna directriz en sentido contrario en este documento. Lo que sí se prevé es un fiel cumplimiento de los mandatos de la OMC que tanto está perjudicando la soberanía alimentaria de los pueblos con la permisividad en el uso de transgénicos y la desregulación que se sugiere en sectores fundamentales para el medio ambiente.

Derechos Humanos y libertades

La declaración “(La UE) procurará adherirse al convenio Europeo para la protección de los derechos humanos y libertades fundamentales” (art 7-2) parece más un intento timorato de mencionar los Derechos Humanos, que una apuesta explícita por su cumplimiento. Mientras tanto, explícitamente, se potencia la Europol, la Eurojust, y se crea la Agencia Europea de Armamento, Investigación y Capacidades Militares. Todo apunta a la confección de una “Europa Fortaleza”, en la que los europeos nos sintamos presos de nuestro propio sistema.

La sorpresa preparada para los inmigrantes es una nueva identidad definida a tal efecto: el “ciudadano residente de larga duración no comunitario”, figura que carece de derechos y que dice a las claras la concepción de este fenómeno que tendremos los europeos y la solidaridad con los pueblos que hemos contribuido a empobrecer.

El llamado “choque entre civilizaciones” no se sostiene declarando una Europa de origen y tradición Cristiana, sino adoptando la laicidad como rasgo de identidad propio, acogedor de diversas confesiones y basado en los derechos humanos por encima de todo.

En fin, los García han espabilado desde entonces. Nos cuentan que lo bonito de la Constitución Europea es lo bien redactada que está para hacernos creer lo blanco, negro; la cantidad de palabras hermosas que hay y cómo usan el lenguaje para embaucarnos en un proyecto que sólo beneficiará a los de siempre, pensando que los García, los López y los Sánchez somos estúpidos. Eso sí, reclaman ya que dejen en paz el Himno a la Alegría de una vez.