El reciente anuncio del Alcalde de Logroño de construir un único carril- bici en la Gran Vía, aprovechando la próxima reforma de esta avenida, refleja claramente el concepto que del uso de la bicicleta tiene el gobierno municipal del Partido Popular.

A todo el mundo, en principio, le parece una buena idea la construcción de un carril- bici pero la pregunta que surge a continuación es: ¿para ir de donde a donde? Quizás, ¿para dar vueltas Gran Vía arriba Gran Vía abajo? Mientras en otras ciudades cercanas como en San Sebastián o en Vitoria se apuesta decididamente por un modelo diferente de ciudad, nuestros ediles del PP, como ya nos tienen acostumbrados, son incapaces de mirar más allá del corto plazo que supone un mandato electoral y se esfuerzan en favorecer una expansión superficial de la ciudad desproporcionada que genera grandes movimientos de tráficos y una ciudad cada día más inhabitable.

Para cualquier planificador urbano con dos dedos de frente, un carril- bici “desconectado” en medio de la ciudad no sirve para nada salvo para que los chiquillos saquen sus bicis un rato, y pierde su sentido si no está enlazado con una mínima red de carriles urbanos y periurbanos que permitan la movilidad urbana y el acceso desde la periferia al centro de la ciudad. En Logroño, ya tenemos experiencias de este tipo como los carriles- bici existentes en el Parque del Ebro y Luis de Ulloa, totalmente abandonados y sin perspectivas de enlace con otros carriles, lo que les daría cierto uso y funcionalidad.

Resulta evidente que apostar hoy día por el transporte en bicicleta en Logroño es una opción minoritaria frente a la cultura dominante del coche, que amenaza cualquier intento de circular en bici por la ciudad, pero eso no quita para que un Ayuntamiento con cierta visión de futuro decida empezar a poner los cimientos de otra forma alternativa de desplazarse por la ciudad. Otra forma de transporte que, además de resultar menos contaminante, menos ruidosa, más saludable y menos consumidora de espacios públicos, tiene la ventaja de situarse en una ciudad como Logroño con un relieve casi totalmente llano, sin más cuestas conocidas que la de Sagasta y la del Hospital, y con un clima bastante más benigno que las frías urbes centroeuropeas y, sin ir más lejos, que las lluviosas ciudades cantábricas.

Habría que atreverse a dar pasos hacia modelos de ciudad más acogedores y más ecológicos -de “desarrollo sostenible” como se les llena a los políticos la boca- basados en el transporte colectivo y en el uso de la bicicleta y enfrentarse al modelo actual de calles totalmente ocupadas por los coches. Por eso, este tipo de propuesta de carril- bici único en la Gran Vía constituye tan sólo una actuación populista de tipo propagandístico con el fin de ponerse la etiqueta “verde” sin querer abordar a fondo la cuestión y sin querer enfrentarse a la opción mayoritaria del uso del coche, evidentemente mucho más rentable electoralmente.

Este cambio de cultura urbana de la ciudadanía, obligadamente lento ante el predominio de las costumbres motorizadas, debiera de planificarse a medio y largo plazo, comenzándose con medidas a corto plazo, eficaces y al margen de su posible rentabilidad inmediata.

En primer lugar, y de forma previa, surge la necesidad de habilitar aparcamientos para bici -de muy bajo coste de instalación y mantenimiento- en lugares estratégicos que sean centro de atracción, tales como edificios administrativos, culturales, de enseñanza, de ocio, etc, y que permitan a los que se atrevan a utilizar la bicicleta sencillamente tener un sitio donde poder dejarla de forma segura para poder volver con ella a casa.

A continuación, establecer una red de carriles- bici, aprovechando en parte calles peatonales o semipeatonales y zonas verdes, que sirvan para moverse por la ciudad sin riesgo de verse acosados y atropellados por los coches. Esta red básica debería primar la movilidad por la ciudad -frente a carriles “estrella”- y el desplazamiento desde las zonas residenciales hasta el centro de la ciudad y los equipamientos y zonas verdes de mayor uso, carriles cuyo coste resulta mínimo en comparación con cualquier actuación urbanística municipal.

Incluso podría comenzarse por la realización de actuaciones experimentales en determinadas vías mediante la señalización horizontal del carril y la separación de tráficos a través de balizas verticales flexibles, tal y como se realiza en vías peatonales y ciclistas que discurren paralelas a carreteras – véase el acceso a la Ermita de Carrasquedo desde Grañón.

Al mismo tiempo, es necesario ir creando una cultura ciudadana de fomento de este medio de transporte y de concienciación de la población, especialmente de los conductores, para que respeten a los ciclistas como unos usuarios más, y con los mismos derechos que los demás, para circular por las calles de Logroño.

Lo que se pretende, hacerse la foto en la inauguración del super carril- bici en la Gran Vía y olvidarse de su integración en una red básica de vías verdes urbanas, no sirve para nada, y lo único que hace es retrasar una política decidida de fomento de un sistema alternativo de transporte urbano como es la bicicleta. Y la respuesta ante las demandas de los ciudadanos resultará obvia: ¡PERO SI ACABAMOS DE HACER UN FLAMANTE CARRIL- BICI EN MEDIO DE LA CIUDAD DE LOGROÑO¡

– PROPUESTA DE CARRILES BICI PARA LOGROÑO –