Según un estudio publicado por una de las más prestigiosas publicaciones médicas actuales, la revista británica The Lancet, la exposición fetal a productos químicos determina daños en el cerebro en desarrollo y puede producir diversas enfermedades neurológicas, entre ellas, RETRASO MENTAL.

Los trastornos del desarrollo neurológico (retraso mental, autismo, hiperactividad…) constituyen una prioridad de estudio para la Organización Mundial de la Salud (OMS) y para la Unión Europea; trastornos, que por su magnitud actual, vienen siendo tildados por algunos científicos como “PANDEMIA SILENCIOSA”.

El número de niños afectados por deficiencias del neurodesarrollo (deficiencia mental entre ellas) es importante y parece incrementarse. Solo los problemas de aprendizaje pueden estar afectando aproximadamente entre un 5% y un 10% de los niños escolarizados (dato escalofriante¡); el número de niños en programas de educación especial clasificados con problemas del aprendizaje se incrementó en un 191% entre 1977 y 1994 en los países occidentales; el déficit de atención con hiperactividad, sobre estimaciones conservadoras, afecta entre el 3% a 6% de los niños en edad escolar, aunque evidencias recientes sugieren que la prevalencia podría ser tan alta como del 17%; la incidencia de autismo puede alcanzar el 2 por cada 1000 niños, y la tendencia es a incrementarse; aproximadamente el 1% de todos los niños sufren retraso mental.

Estas cifras sugieren un problema de proporciones epidémicas (“pandemia silenciosa”). La carga que estos trastornos suponen en los niños afectados, familias y comunidades es enorme.

Se conoce la toxicidad sobre el neurodesarrollo de algunos sustancias químicas de uso común, pesticidas, nicotina, metales y compuestos organoclorados y bromados persistentes. También existe controversia sobre la toxicidad potencial sobre el neurodesarrollo de los compuestos que se agregan intencionalmente al agua potable y a los alimentos (fluoruros y ciertos aditivos), pero, por ejemplo, el registro de un pesticida nuevo no requiere pruebas de evaluación de efectos sobre el cerebro en desarrollo o el SNC adulto antes de su ingreso en el mercado. La EPA estadounidense, el organismo más exigente con las leyes medioambientales en los EE UU, solo recomienda este tipo de evaluación después que se detectan ciertos efectos. (¡increíble, pero cierto!).

Millones de niños en todo el mundo podrían haber sufrido daños cerebrales por efecto de la contaminación industrial, según una revisión publicada en la versión digital de la revista médica 'The Lancet'. Los autores denuncian la legislación permisiva y la falta de estudios sobre la toxicidad de los productos industriales. Los expertos consideran que los controles que ejerce la Unión Europea no son suficientes, mientras que denuncian que en EEUU sólo se impone a las empresas requisitos mínimos -que muchas veces no se cumplen- para que hagan pruebas de seguridad sobre los productos químicos que utilizan. «De los miles de productos en el mercado, menos de la mitad se han sometido a pruebas para conocer su toxicidad», subrayan. «Unas 3.000 de estas sustancias se producen en cantidades de 500.000 kilogramos al día». Los científicos creen muy probable que la exposición durante la etapa fetal a tóxicos industriales haya influido sobre el desarrollo del cerebro de millones de niños. «Uno de cada seis niños sufre problemas del desarrollo, que en muchos casos afectan al sistema nervioso, causando autismo, déficit de atención, retraso mental o parálisis cerebral», explican, El Mundo, 27/11/2006. La noticia habló por si misma.