Este viernes y sábado se celebra en A Coruña una cumbre de Ministros de Transporte europeos bajo el título de “Transporte Urbano Sostenible”. Por este motivo Ecologistas en Acción y Verdegaia quieren destacar el importante desfase que existe entre los discursos de movilidad sostenible en la UE y las políticas de transporte reales, un desfase que resulta ser abismal en el Estado español.

El transporte es el sector más desbocado en cuanto a sus emisiones de CO2.. Según los estudios de la propia UE, la mitad de estas emisiones se producen en las zonas urbanas y metropolitanas.

Efectivamente las emisiones de CO2 en el transporte por carretera son las que más han aumentado desde 1990, tanto en el Estado español –pŕacticamente el doble hasta 2007 (un 97%), si bien luego se han reducido algo por la crisis, no por las políticas de las administraciones– como en Europa –donde el aumento ha sido del 32%–. De hecho, el transporte es ya en España el sector que más gases de efecto invernadero emite, por encima del 25% del total. Siendo éstos los datos, es evidente que las cosas no se están haciendo bien pese a los discursos de movilidad sostenible.

Los principales emisores de CO2 son los coches: quemar 1 litro de combustible supone emitir 2,3 kg de CO2. Así, cada persona que utiliza el coche para sus desplazamientos al trabajo (con un recorrido medio diario aproximado de 15 km) emite unas 2 toneladas de CO2 al año sólo por esta razón. Por este motivo, para Ecologistas en Acción y Verdegaia, las políticas de movilidad más urgentes deben ser simultáneamente de disuasión y estímulo. Disuasión del uso del automóvil mediante los múltiples mecanismos posibles (parquímetros, restricciones de acceso, peajes, no ampliación de carreteras, “pacificación” del tráfico, etc.). Y estímulo de los medios más favorables (mejoras en el transporte público, con carriles exclusivos, itinerarios peatonales y ciclistas seguros, ampliación de aceras…).

Pero la política Europea y, sobre todo la española, van por otro camino:

  • Se sigue aplicando la receta de incrementar el viario para solucionar los atascos, lo que no es sino una respuesta obsoleta, cara y contraproducente. Ahí están los planes de autovías de las Redes Transeuropeas (TENt), o los planes estatales y autonómicos españoles. Al contrario, reducir la capacidad del viario para los coches permite modos de vida más saludables para todos los ciudadanos, con la ventaja de que se disminuyen las emisiones de gases de invernadero, al tiempo que se produce una mejora en la calidad del aire, menor ruido y se obtiene más espacio para la gente.
  • Al mismo tiempo, con las ayudas al sector del automóvil en toda la UE, se anima a comprar más coches, justo la política contraria que se necesita, pues la apuesta debe centrarse en el transporte público. Es cierto que todos los administradores públicos hablan de movilidad sostenible, pero no es menos verdad que por cada euro que se invierte en movilidad alternativa muchos más se gastan en favorecer el uso del automóvil. El resultado: en la mayor parte de las ciudades y zonas metropolitanas europeas cada día utilizamos más el coche y menos el transporte público o los desplazamientos a pie o en bicicleta.
  • También se centran las expectativas en las mejoras tecnológicas de la eficiencia de los automóviles, pero éstas siempre han sido en buena medida neutralizadas y sobrepasadas por el mayor uso de los nuevos automóviles, por lo que la única estrategia razonable es la de reducir su utilización.
  • Ahora la gran esperanza para la sostenibilidad del transporte parece ser el coche eléctrico, olvidando que fabricar un coche consume tanta energía como la que emplea para desplazarse 60.000 km, que la electricidad que los alimenta procede en un 70% de centrales térmicas y nucleares (según el mix eléctrico español), que también requieren de autovías…

Para Verdegaia y Ecologistas en Acción una movilidad sostenible basada en el uso masivo del coche es una quimera. La única estrategia razonable es reducir las necesidades de movilidad y apostar sin fisuras por el transporte público, algo que, más allá de los discursos, no parece estar en la agenda de los Ministros de Transporte de la UE.