Fue un 18 de julio, en una calurosa y animada tarde de sábado. Los manifestantes se reunieron en el terreno de las oficinas centrales de Monsanto, en Creve Cœur, un suburbio de St. Louis. Mientras el termómetro marcaba casi 40ºC los manifestantes marchaban con muñecos gigantes, máscaras, brazaletes negros en el brazo, y pancartas para decir al mundo y a la compañía de biotecnología agrícola más grande del mundo: “Monsanto: ¡qué vergüenza!“.

Los manifestantes vinieron de varias partes de los EE.UU. y también de Japón, India, México,el Reino Unido y Bélgica. Llegaron en autobús y en automóviles, estacionaron en el aparcamiento de una iglesia cercana y se dirigieron hacia el local donde se encuentra la compañía, que se veía impecablemente cuidado. Allí encontraron a un grupo de agentes de seguridad de la empresa, de aspecto hosco, y un cartel que ponía “Bienvenidos”. Los manifestantes rápidamente quitaron el cartel y dejaron claro que su fervor no iba a ser apagado, ni su protesta acallada.

La manifestación formaba parte del “Primer Encuentro sobre Biodevastación“, una conferencia organizada por tres grupos estadounidenses: «Gateway Green Alliance», “Pure Food Campaing” y el Instituto Edmonds. La conferencia, centrada en ingeniería genética, fue copatrocinada por organizaciones que abarcaban desde “Industrial Workers of the World“ hasta la Sociedad Vegetariana de St. Louis; desde Sierra Club y Greenpeace hasta las Hermanas del Loreto y la panadería local de Lickhalter.

La acción en Monsanto había sido convocada como “una excursión a un lugar destacado en biotecnología”.

Don Fitz, «Gateway Greens» de St. Louis, encabezó la marcha con una máscara de cerdo y una levita decorada con un cartel que ponía: «Agente de relaciones públicas de Monsanto: la mía es la única verdad que tienes que escuchar“. Aproximadamente 150 manifestantes rodearon el terreno de la empresa coreando consignas contra ella, refugiándose a veces en la sombra de los árboles cercanos. Los manifestantes hicieron una larga lista de reclamaciones abarcando todo, desde la falta de etiquetado de los alimentos manipulados genéticamente (“Si están tan orgullosos de ello, porqué no los etiquetan”), hasta la compra reciente por Monsanto de la empresa que desarrolló una tecnología para esterilizar las semillas, que priva al agricultor del derecho ancestral de guardar las semillas (“Terminemos con el Terminator”).

Había un ambiente de alegría entre los participantes que marchaban bajo un sol de justicia, llevando pancartas hechas por ellos, gritando consignas, animando a los automovilistas que pasaban a tocar las bocinas en su apoyo. Los manifestantes chupaban hielo y comían helados para refrescarse. Se sacaban fotos frente al cartel de Monsanto y reían a pesar del calor. Hope Sand de RAFI (Rural Advancement Foundation International) dijo después de la acción: «El estar allí gritándole a Monsanto le hacía a uno sentirse bien”.

Después de media hora, la activista Beth Burrows del Instituto Edmonds le pidió a la gente que se reuniera a la sombra para oír los discursos. También les pidió que contestaran a sus alocuciones diciendo a coro: “Monsanto: ¡qué vergüenza!”. Y así lo hicieron coreándolo después de cada una de las siguientes afirmaciones:

“Esta gran empresa no representa lo que debería haber sido el sueño americano“, comenzó. Y la multitud respondió: “Monsanto: ¡qué vergüenza”.

“Ese sueño no consistía en robar las semillas y plantas de la gente”.

“El sueño no tenía nada que ver con los millones de toneladas de polución que Monsanto vertió en el río Mississippi. Ese sueño no era sobre el Agente Naranja que Monsanto produjo, ni sobre las dioxinas sobre las que su investigación nos mintió, ni sobre ninguno de los productos que Monsanto ha producido».

«El sueño no era inyectar a vacas la hormona de crecimiento recombinante, que nadie quería, ni era sobre la tecnología destructora que fue diseñada para matar las semillas para asegurarse el lucro; no era sobre un mundo con cosechas preparadas para ser fumigadas con Roundup».

“No tenía que ser un sueño de investigaciones falsas, ni de empresas de televisión y editores de libros presionados para mentir, mentir y mentir».

Y, según la oradora recitaba su letanía de crímenes empresariales, los asistentes acompañaban cada fechoría con su coro de “qué vergüenza”. Al final se pidió un momento de silencio para meditar u orar por la rehabilitación de Monsanto, y tras ello, la oradora cedió el megáfono a otra larga serie de oradores.

Los organizadores Don Fitz, Mark Quercus y Tammy Shea, dijeron que la marcha era la culminación de años de esfuerzo para exponer la vergonzosa negligencia de Monsanto para con la seguridad, el medioambiente y la salud humana. Luego distribuyeron panfletos ridiculizando el lema de Monsanto (Comida, salud y esperanza) con la frase: “Monsanto ha contaminado nuestra COMIDA con los PCBs y está amenazando la SALUD del medioambiente con cosechas genéticamente manipuladas, con la ESPERANZA de mayores beneficios. Monsanto es una vergüenza para nuestra ciudad. Monsanto es la vergüenza de St. Louis, de Missouri, de los Estados Unidos y del mundo“.

Vandana Shiva dijo a los manifestantes que las empresas como Monsanto tienen objetivos contradictorios. Dicen que crear cosechas resistentes a los insectos reduce la necesidad de plaguicidas, pero en la mayoría de los casos la manipulación genética ha creado cosechas tolerantes a los plaguicidas, lo que favorece la venta de cada vez más plaguicidas.

Brian Toker del Instituto para la Ecología Social de Vermont expuso una breve historia de Monsanto, preguntándole después a la gente si ésta es una empresa a la que se le puede confiar el futuro de nuestra comida y nuestra salud.

Muchos manifestantes japoneses (algunos representando asociaciones de consumidores con millones de miembros), tomaron el micrófono para expresar su preocupación sobre la soja resistente al Roundup (“Roundup-Ready”) creada por Monsanto. Pidieron a los agricultores que no la sembraran, al tiempo que se comprometieron a no consumirla.

Representantes de agricultores norteamericanos, de partidos Verdes europeos y mexicanos y de otras muchas organizaciones también se expresaron quejándose de Monsanto y sus políticas empresariales.

Al concluir la marcha, un pequeño grupo que decía apoyar a Monsanto también se manifestó. El grupo se autodenominaba “Concerned Residents about Cows and Kids“ (CRACK) [Nota del traductor: Entre otras cosas, “crack” significa en inglés chiste o chanza]. El grupo expresó su apoyo a la ingeniería genética. Una mujer del grupo dijo estar muy contenta por la introducción de genes de pescado en los tomates: “Me resulta difícil que mis hijos coman proteínas, y estamos presionando para que en los supermercados haya sólamente artículos manipulados genéticamente“. Mientras los asistentes reían ruidosamente, otra “partidaria” respondió a las acusaciones a Monsanto de buscar el gen responsable de ganar dinero, apoyando dichas investigaciones, y haciendo ver que “ése es el gen de Wall Street: te hace gordo, blanco y hombre. ¿Qué podría ser más americano que eso?”.

Otro miembro del CRACK urgió a los presentes a no dejarse engañar por el miedo a la comida genéticamente manipulada y leyó un comunicado de prensa que decía: «Frankestein no es más que un libro». Luego agregó: «Así como el éxito del Programa de Átomos para la Paz produjo un gran incremento en reactores y armas nucleares, manteniendo a los EE.UU. fuertes, los Genes para la Paz pueden hacer lo mismo. Lo que es bueno para Monsanto, es bueno para los EE.UU.».

Al día siguiente, el “Saint Louis Post Dispatch” informó que, sorprendentemente, una estación de radio local , “KMOX Radio, tomó en serio lo que dijo el grupo CRACK, e informó en dos reportajes que en la manifestación había personas a favor de Monsanto”. En el periódico también se incluían declaraciones del portavoz de Monsanto, Gary Barton, diciendo que “no hay peligro de que la concentración pudiera transformarse en un movimiento político de gran magnitud: ¿Cuánta gente hubo, tal vez 120? Nosotros tenemos 2.000 científicos trabajando en el centro de investigación que Monsanto tiene en Chesterfield».

El periódico informaba en otra sección que el presidente de Monsanto, Robert B. Saphiro, que es el mejor pagado de St. Louis, “recibió de Monsanto 51,2 millones de dólares en efectivo e incentivos en acciones durante el pasado año”.

El hecho de que la Gateway Green Alliance, que fue el principal organizador de la marcha, esté totalmente integrada por voluntarios no fue mencionado en ningun sitio.

Freida Morris es investigadora asociada del Instituto Edmonds, Washington, EE.UU.