El problema de los incendios forestales sigue siendo la gran asignatura pendiente de la defensa medioambiental en nuestro país. El suspenso hay que apuntárselo tanto a las administraciones responsables, estatal y comunidades autónomas, como a la propia sociedad en su conjunto, movimiento ecologista incluido.

En los últimos tiempos la dinámica de la problemática ligada a los incendios ha cambiado. A la vista de las estadísticas parece que el número de hectáreas incendiadas ha disminuido, comparando años de similar climatología. A la vez, han aumentado el número y la eficacia de las intervenciones de los equipos de extinción, que son más rápidos a la hora de atajar los conatos de incendio. Sin embargo, la muestra del fracaso colectivo en esta materia lo refleja mejor que nada el incremento global del número de incendios.

Hay cada vez más personas dispuestas a quemar el monte y así, el número total de incendios se ha duplicado hasta superar los 20.000 de media anual. Por el contrario, la media de superficie quemada ha descendido desde las 244.788 hectáreas/año (periodo 80-89) a 159.936 ha/año (periodo 90-99).

Es evidente que durante años, los negros años de las repoblaciones masivas de las décadas de los 60, 70 y 80, se sembró el combustible que en su mayor parte se quema hoy. Pinos y eucaliptos son y serán catalizadores de los grandes incendios en nuestro país. Pero, en esta política forestal equivocada no encontramos la principal razón por la que se producen los incendios en España. Tampoco la busquemos en la climatología, aunque es cierto que las condiciones meteorológicas adversas son determinantes para la magnitud de los daños.

El conocimiento preciso y la prevención de las causas de los incendios es, hoy por hoy, la única base sobre la que se podría sustentar una política seria y efectiva de lucha contra los incendios. Solventar esta lamentable laguna es absolutamente necesario para poder afrontar el futuro con un poco más de optimismo. La amplia mayoría de los incendios son provocados. Determinar las causas concretas para atajarlas y detener a los culpables para sancionarles adecuadamente es la única manera de reducir el problema y de no tener la sensación de que lo tenemos fuera de control.

Tenemos que poner bastante más de nuestra parte. Unos, voluntad política, capacidad para modernizar estrategias y valor para enfrentarse a los incendiarios. Otros, colaboración en la sensibilización social y voluntad de consenso. Todos, tolerancia cero con quien provoque un incendio sea por interés o por negligencia.

Miguel Ángel Hernández Soria. El Ecologista nº 41