Una extraña maldición parece perseguir a los árboles de nuestros pueblos y ciudades. La ausencia de reciclaje formativo del personal dedicado a su cuidado y conservación unida a la desidia y de los políticos responsables hace que cada año sean desmochados, cuando no talados, cientos de árboles. Los expertos han desmontados las justificaciones técnicas que estas prácticas pudieran tener. Este tipo de prácticas, no sólo perjudican al árbol, ocasionándole daños diversos que van desde la pérdida de vigor y de porte hasta la vulnerabilidad al ataque de plagas y enfermedades, sino que suponen un coste económico innecesario e injustificado que revierte en los contribuyentes, ya que los árboles afectados deben de ser tratados y finalmente sustituidos. Urge que las Administraciones Estatal y Autonómica elaboren una normativa básica que regule este tipo de actuaciones en el arbolado urbano. Asimismo, la Administración Local, al igual que ya hacen numerosos municipios, debe someter la gestión de sus parques y jardines a un control de calidad, mediante la obtención del certificado del protocolo Q-plus de Parques y Jardines.

Los ciudadanos queremos unas zonas verdes que contribuyan a mejorar nuestra calidad de vida, y esto no se consigue talando árboles y plantando pensamientos u otras especies de duración efímera y alto coste económico, sino manteniendo unas arboledas sanas y bien cuidadas bajo las que poder resguardarnos del sol en las calurosas tardes del estío.